miércoles, 27 de enero de 2016

"Recostado en el diván"


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita



"Recostado en el diván"


La tarde es gris y algo fría, creo que muy acorde a mi estado de ánimo. Las depresiones no son frecuentes en mi personalidad, pero hoy siento que algo me inquieta y creo que vale la pena descubrirlo.

Todas las personas tenemos casi siempre más de una preocupación que nos molesta como una piedra en el zapato. La mayor parte de las veces las causas que originan esas preocupaciones son de carácter material, es decir económicas. Esa situación está directamente relacionada con la deprimente economía nacional y la cada vez más frustrante condición de pobreza de muchos millones de mexicanos.

Creo que la mayoría de los ciudadanos traemos cotidianamente ese problema en la cabeza. Algunos incluso hacemos complicados algoritmos para encontrar la fórmula mágica que permita llevar a casa el pan nuestro de cada día. Pero no sólo de pan vive el hombre, reza una vieja frase. Esa antigua sentencia parece señalar que existen otros aspectos que también son necesarios para poder vivir con cierta tranquilidad. En este caso la estoy utilizando para poder explicar que, aunque mi situación económica no es lo holgada que quisiera, el aspecto que está provocando el susodicho estado de ánimo no es precisamente ese.

Parece ser que le estoy dando demasiadas vueltas al asunto para decir que lo que me tiene algo bajo de ánimo es tener enfermo a mi señor padre. Creo que ese tipo de cosas son para mí las más difíciles de manejar. También es cierto que los padecimientos actuales de Don Rafael Elizondo Ortega no son de mucha gravedad, pero a estas alturas de su edad (88 años) cualquier padecimiento puede tornarse peligroso y eso me tiene preocupado.

De pronto me pongo a pensar si esta situación, una vivencia personal de esta naturaleza, pudiera resultar o no interesante para mis amables lectores y quedo en un momento de incertidumbre, de análisis, de suspenso. Luego me inclino a creer que tendría que darle otro rumbo a este artículo para que resultara de mayor utilidad para ustedes y así sucesivamente, hasta construir una especie de autocrítica en varios sentidos.

Me quedo quieto un momento, respiro profundamente y me relajo un poco. Entonces recuerdo la maravillosa comunicación que ustedes y yo hemos tenido durante varios años. La pícara complicidad lograda a través de miles de líneas, ideas, palabras y conceptos. La familiaridad y confianza conseguida por la vía del diálogo, directo a veces, abstracto otras tantas, pero siempre basado en el respeto, el uso conveniente de la libertad de pensamiento, de expresión y de crítica. Al recordar eso, deviene sin demora el momento en que aprecio a plenitud las deliciosas características y cualidades de este género de opinión denominado columna, que tantas satisfacciones me ha proporcionado.

Valoro este género periodístico por la inmensa libertad con la que puedes navegar. Por la invaluable oportunidad que brinda a la imaginación del escritor y por el gusto hacia la narrativa que se logra cultivar en el lector. Con estas consideraciones siento que he recuperado la credibilidad en mí mismo. Algo me hace pensar que en este preciso instante está sucediendo el milagro de la comunicación con usted que me está leyendo. Es una extraña sensación que indica que estaría equivocado si no trajera aquí la aplastante subjetividad de mis vivencias. De no hacerlo estaría traicionando la confianza que usted depositó a favor de mi imaginación. Si no lo hiciera así le quedaría muy mal por no defender la apuesta que usted hizo a la capacidad de mi pluma y al valor de intentar cosas diferentes y a veces riesgosas en mis ejercicios epistolares.

Hay tanto de subjetivo en estos encuentros (que intentan parecer literarios) que apenas son la medida exacta para los pensamientos y vivencias del autor. Es el escenario ideal para la búsqueda de literatura cotidiana (que intenta ser buena) en contraparte o en alivio a un mundo saturado de información rígida y abundante que a veces agobia y martiriza, pero no resuelve nada.

Quizá en este preciso instante alguno de los lectores estará encontrando más de una interpretación para este mensaje. Probablemente alguien señale que éste tiene que ver con la responsabilidad o con el cariño y el respeto a los mayores. Tal vez alguien hable de la dificultad para escribir algún texto bajo estados de ánimo desfavorables. Posiblemente alguien diga de la unidad de la familia o incluso alguien piense que es tan sólo una oportunidad para hablarles acerca del género periodístico a través del cual llego hasta ustedes cada semana. Incluso alguien dirá que fue porque no pude encontrar un buen tema que ofrecerles.

En fin, cualquiera que sea la conclusión a la que puedan llegar, ojalá hayan disfrutado de la lectura como tal. Espero que sigan encontrando en este su espacio un mundo que intenta ser diferente, atrevido y placentero. Un río donde pueden ir a pescar metáforas y jugar con analogías. Un lugar que inspire la confianza para quienes desean encontrar y apropiarse las palabras que necesitan para decir lo que piensan. Un sitio donde se apilan las múltiples realidades inexistentes. Una bodega repleta de pequeñas verdades relativas amordazadas por una regordeta verdad absoluta. Un circo de hilarante tristeza. La mano de un tunco que se extiende generosa y hasta un mullido diván de psiquiatra donde este humilde columnista pudo recobrar su seguridad y un poco de tranquilidad en tan sólo un texto.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.