miércoles, 16 de agosto de 2017

"La hora del patíbulo"


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita




"La hora del patíbulo" 


El aire cálido que soplaba esa mañana arrastraba varias bolas de paja de oriente a poniente, simulando una danza exótica de giros intermitentes. Esa escena era típica de esos lugares desérticos y de las películas del viejo oeste. Se escuchaba un fuerte murmullo. Una muchedumbre se reunía en la plaza principal del pueblo. Al parecer ese evento era de los más importantes que hayan ocurrido en mucho tiempo, por lo menos en los últimos seis años. Era impresionante ver la gran diversidad de sombreros y sombrillas de colores que se movían de un lado a otro. La vocinglería aumentaba paulatinamente. Las miles de pisadas humanas levantaban un polvo espeso que tardaba varios minutos en disiparse. Algunas carretas jaladas por caballos pura sangre llegaban al lugar. En ellas viajaban personajes importantes de aquel lugar que también volteaban impacientes al centro de la plaza.

El sol caía a plomo sobre la plaza rústica del pueblo, exceptuando las partes techadas que la rodeaban, como el hotel, la oficina de correos, la cantina, el banco, la barbería y los portales de la tienda de abarrotes con ferretería. Saliendo de ahí, del cobijo de esa sombra, era como dar un paso al interior del infierno.

Y hablando de infiernos, esa era la sensación que vivía el solitario personaje que estaba ahí justo en el centro de las miradas. Apenas si podía abrir sus ojos. En parte porque la incandescencia del sol de agosto hacía casi imposible levantar la mirada y en parte porque el sudor y el miedo no le dejaban reaccionar de manera normal.

El miedo se fue apoderando muy lentamente de él. Cuando recién fue atado con una soga en torno a uno de los palos del tablado, no pareció inmutarse, pero poco después, al mirar como de pronto todo iba cobrando movimiento y ver que un individuo con una capucha negra hacía los últimos arreglos al macabro entarimado, sintió un escalofrío muy fuerte. Un poco después, en una calesa de dos caballos percherones llegó un clérigo vestido de negro, con una vieja sotana que incluía capucha. Daba la impresión que este hombre, el condenado, tenía mucho que ver con las capuchas.

Cuando el que parecía ser el ejecutor de la sentencia subió al tablado y empezó a acomodar al condenado la soga maldita que llamamos horca, éste sintió desmayarse, pero no lo hizo porque, aún en esas instancias fatales, sin ninguna opción más que la muerte, su soberbia estaba presente y decidió que no debía sentirse humillado ante sus jueces y captores.

Finalmente la plaza estaba llena como nunca. Tal parecía que este sentenciado a la horca era alguien que había logrado unir al pueblo, pero lamentablemente en contra de él. Se podía notar en las miradas el odio con el que lo miraban al vociferar su nombre, seguido de interminables y poco gratos adjetivos, los más compasivos lo trataban de ladrón y de asesino. Por fin llegó la persona que faltaba para iniciar la ejecución pública. Se trataba del juez nacional o comendador. Había viajado de la capital del país hasta esa alejada provincia para hacerse cargo de todo el proceso de captura, juicio y ejecución de la pena.

El hombre aterrado, el que iba a ser ejecutado, sintió una especie de vahído, pero no dobló sus rodillas. Miró al cielo en una actitud de abandono. Miró también a toda esa gente que estaba ahí para disfrutar de su muerte. Ya se escuchaban más fuertes los gritos. De pronto, sintió un fuerte jalón de su brazo derecho. Fue tan fuerte que lo hizo girar una vuelta completa, quedando frente a frente, nariz con nariz, con aquel encapuchado negro que con habilidad le colocó la áspera soga en el cuello y la ajustó de tal manera que apenas podía respirar. En ese instante comprendió que su suerte estaba echada, que ya no había más camino que andar, que su vida terminaría irremediablemente. Cerró sus ojos. Estaba resignado por fin a dejar este mundo. Suspiró profundamente y en ese preciso instante le pareció que su vida desfiló ante sus ojos. La película completa de todas sus acciones importantes, buenas y malas, empezaron a pasar con velocidad vertiginosa.

Bajo la sombra que el ala de su sombrero daba a su cara, se vio a sí mismo en su infancia, cuando con alegría ayudaba a su padre en su negocio. Iba y venía, siempre con una sonrisa. Aún no había malicia alguna. En esos tiempos ni siquiera imaginaba la transformación que tendría su vida. Luego vino su juventud, llena de vaivenes emocionales. Cómo muchos de su pueblo, no pudo estudiar una profesión, fue muy inquieto y aventurero. Hasta llegó a irse a otro país buscando fortuna. Regresó después de varios años, sin pena ni gloria, con las manos encallecidas por el trabajo duro, pero sin haber acumulado capital alguno. Al volver, sólo traía la idea obsesiva de hacerse de nombre y fortuna, a costa de lo que fuera. Incluso pasando por encima de quien tuviera que hacerlo.

Cómo si eso hubiera sido una gran profecía, todo pareció acomodarse a su favor. De regreso, en su tierra la fortuna pareció sonreírle súbitamente. Empezó a codearse con gente importante que le tendió la mano. El muchacho tenía cierto ángel, era carismático. Esas virtudes, que a la postre se descubrieron simuladas, le abrieron las puertas del éxito. Su carisma y su aparente sencillez le empezaron a sumar adeptos. Su vida era la viva imagen de la decencia. Parecía un hombre sincero y generoso que podía ayudar mucho a la gente humilde. Incluso les agradó a los hombres poderosos de la región, quienes empezaron a apoyarlo y de ese modo fue escalando posiciones en la jerarquía social y política. Le depositaron su confianza y llegó a ocupar puestos de buen nivel en el pueblo. Aparentemente había pasado bien las pruebas que le significaron los puestos anteriores, al grado que le encomendaron el máximo honor en ese pueblo generoso, dejar que él los gobernara.

Todo parecía un acierto de los ciudadanos de ese poblado. Todo marchaba a pedir de boca, pero esta historia es de esas que no tienen final feliz. Casi a la mitad de su mandato, el paladín aquel se transformó en un ser completamente distinto. Se convirtió en un tirano que dejó de respetar a su pueblo. Se dejó ver como un hombre ambicioso, adorador de los lujos y los excesos. Se rodeó de un comisario que era el jefe de los forajidos y se acompañó de colaboradores corruptos como él. Convirtieron en pocos años a ese pueblo tranquilo y feliz en un lugar inhóspito, difícil para vivir, con violencia, extorsiones, robos, abigeato, secuestros, traiciones, muertes, despojos y muchas tropelías más. La gente del pueblo dudaba que él fuera el causante de esa triste situación, pasó el tiempo y nadie creía en su culpabilidad. La crisis de credibilidad se dio por un hecho inusitado. El comisario de este mandatario fue apresado por la policía de otro condado, ya que en esa región se le tenía ubicado como uno de los criminales más buscados, con precio sobre su cabeza. De ahí se derivaron en cascada las sospechas y las investigaciones. Nadie del poblado podía hacer algo porque todo estaba controlado por la mafia que habían tejido en todas las instancias.

Fue el Comendador quien tuvo que viajar desde la capital para poner orden en el pueblo. Investigó, aprehendió al mandatario, lo sometió a un juicio sumario y el jurado lo condenó a la muerte en el patíbulo.  Ahí, en esa mañana, a pesar del insoportable calor, se vivía un día de fiesta. Quizá no era el ideal que se llegara a esos extremos, pero la gente estaba rabiosa, resentida, aquel ídolo de antaño se convirtió en ídolo de barro. Robar al erario, ser cómplice de los asesinos, engañar, favorecer a sus amigos y familiares con su poder, despojar de sus propiedades a la gente buena, fue algo que el pueblo no le pudo perdonar.

Se siente un extraño viento frío que hace volar varios sombreros. En ese preciso instante el pueblo lanza un grito cargado de odio: ¡Muera el tirano! Una nube oscura tapa el sol y sólo se escucha un sonido seco, como de un hueso roto, al abrirse el piso del patíbulo, luego un pesado silencio, después vivas y aplausos.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.