jueves, 12 de julio de 2018

"Por lo menos esPEJEn que entre"



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Por lo menos esPEJEn que entre"



Al fin llegó el esperado sabadito lindo. Día de descanso y de relajo. Después de una ajetreada semana de trabajo, los pendientes y demás, lo menos que el cuerpo se merece es una atención de lujo. Cada quien tendrá sus formas de disfrutar un fin de semana y es muy válido que lo hagan de acuerdo a sus expectativas, gustos y necesidades.

En lo que son “peras o manzanas” y hacemos, mi esposa y yo, algún plan para “sabadear”, hay que disfrutar de un rico desayuno, entonces, después de revisar el semivacío refrigerador, enfilo hacia la tienda de Doña Mariquita, porque será necesario surtir varios artículos para preparar el menú matutino.

Nada puede ponerme de malas esta mañana. Aún disfruto el resultado electoral del domingo anterior, me siento contento por la forma en que se resolvieron todas las dudas y temores de que esa contienda electoral terminase en un estallido social. La abrupta distancia entre el triunfador, AMLO, y su más cercano perseguidor, no admitía duda alguna. Ni cómo argumentar una revisión, si era un “Knock Out” efectivo, contundente. Era lo que se había pensado que debía suceder para evitar los temores de un fraude electoral, eran las analogías que se hacían de una pelea de box, donde se temía la decisión del réferi, y entonces había que dejar fuera de combate al rival. O quizá como en el futbol soccer, que no le dieron oportunidad al árbitro de marcar un penalti a favor del local, ya que ni siquiera se acercaron al área grande. Esta situación, permitió que los propios rivales electorales admitieran su derrota de manera muy anticipada, lo mismo pensé que los adeptos estarían muy callados, asimilando la debacle de sus partidos, principalmente los partidarios del PRI. Creo que en esto último, no acerté tanto como esperaba.

Entre silbidos y cánticos crucé la avenida para comprar los víveres para el desayuno. La tienda de abarrotes estaba algo concurrida. Ni modos, habría que esperar un poco. Llegué como siempre, sonriente y saludador, con toda la concurrencia. Supuse habría ya una buena dosis de armonía entre las personas de los distintos partidos. Pero, la realidad abofeteó con furia mi rostro y me reinstaló en un escenario que no creía posible que estuviera sucediendo. Doña Geño, la priísta más recalcitrante de la colonia, manoteaba y gesticulaba al momento que le recetaba una recia perorata a la propietaria de la tienda y a dos señoras que tenían el privilegio o la mala suerte de estar en la primera fila del mostrador.

La actitud de Doña Geño era un tanto belicosa, su tono era a veces agresivo y a veces muy sarcástico, pero se notaba muy peleonera. Doña Cuquita pelaba los ojos cuando la alocada oradora le decía que México era un país de ignorantes, que todos los que votaron por MORENA serían los culpables de que los mexicanos anduvieran, unos años más tarde, buscando comida entre los contenedores de basura. Que ella estaba segura que El Peje, era socialista, comunista, anarquista, y quien sabe que tantas cosas más, yo creo que hasta autista. La doñas que participaban en la “cordial” charla, daban sus argumentos, muy conciliadores por cierto, entre los que destacaba la sugerencia de que los seguidores del PRI y del FRENTE, ya reconocieran la derrota con humildad y cerraran filas con AMLO. Que era necesaria la actitud conciliadora y solidaria en torno a un nuevo proyecto de nación, como lo hicieron sus candidatos, los ex presidentes de la república, los empresarios y muchos otros personajes que fueron acérrimos detractores del ahora  ganador.

Escuchaba desde atrás del grupo todo lo que aquellas señoras decían. Estaban protagonizando un gran borlote, aunque la única que estaba terca con insultar a los chairos, como les decía, era Doña Geño, la desalentada, pero furiosa priísta que les tundía macizo a todas las que se pusieran por enfrente. En un instante les presentó las más irrefutables pruebas de que AMLO era un fracaso. Les dijo que era una vil mentira que bajaría el precio de la gasolina, que la mayoría de diputados y senadores de MORENA eran pandilleros y asesinos, que todo era culpa del PEJE, y que luego, luego, enseñaron el cobre.

En respuesta, Doña Mariquita, la dueña, Doña Cuquita y Doña Espergencia, asiduas clientes del local, invitaron a Doña Geño a tranquilizarse, le abrazaron con cordialidad, con amplias sonrisas, pretendiendo allanar la situación y propiciar la cordura y la reconciliación, después de la fragorosa contienda. Pretendían hacerle entender que la disputa había quedado atrás y que ahora era mejor que todos apoyáramos al candidato triunfador, y que, en la medida de lo posible, cada quien pusiera lo que estuviera de su parte para empujar al país al cambio, a la superación, al desarrollo. Que dejáramos de prejuzgar a AMLO y a su equipo en formación, que todos los que no habrían votado por él, le concedieran al menos, el privilegio de la duda. Que dejaran en paz a la nueva administración, que dejaran que tomara las riendas del país, apoyar en todo lo que fuera posible y también estar atentos para criticar cualquier cosa que no se realizara o se hiciera mal. Que era muy sano que aquellos que no se convencieron en la campaña del proyecto político de AMLO, se constituyeran en una oposición responsable, crítica y objetiva del quehacer del nuevo presidente y de su equipo de trabajo.

Parecía que Doña Geño, recobraba lentamente la cordura. Miró a las tres mujeres de una manera especial, compasiva y alternada. Una leve sonrisa se fue dibujando en su rostro. El resto del grupo, que esperaba con suma paciencia tanto su turno de atención como el desenlace de ese extraño gatuperio, permanecía en silencio. Sólo se escuchaba un ligero murmullo, un pequeño cuchicheo. Yo, el único hombre en el establecimiento en ese momento, casi aguantaba la respiración. Estaba cada vez más confiado que por fin habían convencido a la visceral y obstinada priísta de corazón. Estuve a punto de adelantarme a felicitar a la dueña y sus amigas, por haber convencido a la aferrada doña de los tubos y pañoleta, pero de pronto, ésta levantó sus brazos de un solo tirón y se sacudió a las tres señoras que casi caen al suelo por el empujón. Tomó su canasta y se fue corriendo hacia la salida. Antes de abandonar por completo el establecimiento les gritó con fuerzas: ¡El PEJE es el culpable de todo! ¡Y no les va a cumpliiiiirrr!!!

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