domingo, 17 de enero de 2021

"Crueles presagios"

 




JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Crueles presagios"


Empezó el año con el panorama que habíamos anticipado en comentarios anteriores. Un repunte del número de contagios de la enfermedad que sigue matando seres humanos por todo el mundo. En el entorno local, en México para ser preciso, debido a la imposibilidad de acatar las medidas sanitarias de precaución, por no ser capaces de evitar las reuniones tumultuarias, organizadas o eventuales, relacionadas con las festividades decembrinas, las compras y los festejos, principalmente. Las consecuencias están ya registrándose en las estadísticas recientes en donde ya se contabilizan los nuevos casos activos y muchas más defunciones, en su caso.

 Otra de las condiciones que observé fue la difícil situación económica que tendríamos a la vista en el año que ya tomó su lugar en la rueda y calendario de nuestras vidas. Si de por sí resultaba tradicional la denominada “cuesta de enero”, ahora se aprecia mucho más preocupante el panorama que años atrás. Es redundante señalar las causas de ello. No es solo la compleja situación por la pérdida de empleos y la pausa del crecimiento económico en nuestro país por el cierre temporal de muchas actividades productivas sino también el complejo panorama mundial que empieza a agudizar las crisis previstas. Me refiero a las causas externas que afectan a nuestro país como es la crisis política y social que se vive en los Estados Unidos de América (USA) cuyo detonador fue la validación del resultado electoral que legitimaba la asunción al poder de Joe Biden, ya dentro de unos días más.

 Es algo inusitado lo que sucedió en USA. No recuerdo algo parecido en la historia del llamado gigante de América. Me refiero a los actos violentos del día seis de enero. No, esta vez no llegaron los reyes magos cargados de juguetes y dulces para los niños que se portaron bien. Esta vez una horda conformada por miles de simpatizantes del loco Donald Trump, a la fecha aún presidente, irrumpió en el Capitolio, sede de las dos cámaras que integran el congreso de USA, para impedir o boicotear la declaratoria de validez oficial de la elección federal en la que el demócrata Biden resultó vencedor. No es únicamente la apología a la violencia post-electoral la que se representó en ese acto sino mediante este salvaje atentado a las instituciones se dejó ver algo que también ya les había comentado, la existencia de un movimiento trumpista muy definido y bien identificado.

 Lo cruel del panorama es primero las muertes que se originaron del asalto al capitolio, incluso una de ellas evidenciada dramáticamente por la televisión que mostró el momento preciso en que se dispara en contra de una mujer. Después de ello, la exhibición de las profundas contradicciones que muestra el sistema capitalista en su conjunto.

 No pretendo hacer un análisis de la crisis capitalista, únicamente deseo poner en la palestra hechos que están ahí dando indicios de una situación peligrosa que puede significar sobresaltos para la economía mundial que, obviamente, impactaría negativamente a la nuestra y, aún más, usar como verbigracia esa situación para advertir de lo peligroso que suelen resultar los radicalismos que les mencionaba en el artículo anterior. En ningún país o sociedad del mundo es saludable que exista una polaridad tan marcada como la que exhibe hoy nuestro vecino del norte. Las escenas violentas recientemente presenciadas no pueden jamás considerarse una manifestación de protesta. Sin temor de exagerar parecían más imágenes de una guerra civil. Se pudieron apreciar los rostros del odio en los hombres y mujeres que participaron en la violenta intrusión. Lo más preocupante es que esa reacción visceral fue planeada y convocada por el propio presidente que debiera preservar la paz social de una nación que terminó lastimada por las divisiones lógicas que provoca una elección. Es entendible que lo que debía seguir era la fase de reconciliación, la operación cicatriz que hiciera posible unir esfuerzos para trabajar a favor del desarrollo, del progreso del país.

 Ese ejemplo es muy ilustrador de lo que pudiera suceder en cualquier país del mundo y quizá, lamentablemente, también en el nuestro. Quizá suene un poco exagerado decirlo de esa manera pero así se inician esos procesos. Lo que ocurre en las redes sociales, esa gran confrontación inútil entre el bando que está a favor del gobierno y los que se dedican a atacarlo de forma sistemática destilan odio. Se puede notar digitalmente lo irascible de los comentarios entre los bandos que se enfrentan cotidianamente en el mundo intangible del espacio cibernético al grado que si dichas confrontaciones fueran personales, es decir, frente a frente, ya se hubieran visto escenas parecidas a las que ya llegaron los estadounidenses.

 No debemos minimizar esos detalles, ni negar que existan fuerzas que también incitan al odio en México tal como lo ha venido haciendo el orate de Trump. Allá si le fueron bloqueadas sus cuentas en redes sociales precisamente con el propósito de frenar esa convocatoria a la violencia y el enfrentamiento, acciones que seguramente tendrán alguna consecuencia legal, lo cual sería una ejemplar forma de inhibir futuras acciones riesgosas. Cosa que difícilmente ocurrirá en México aunque sean las mismas redes.

 México es otra cosa en esos aspectos, aquí hasta la televisión difunde publicaciones donde un partido político abiertamente le tira estiércol a la competencia y todos lo vemos como si fuera de lo más normal. No exigimos nunca que las campañas electorales sean primordialmente elaboradas a base de propuestas concretas de trabajo en caso de ganar la elección. En fin, esperemos a ver qué sucede más adelante, por ahora el espacio se terminó.

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