jueves, 21 de mayo de 2020

"No a la violencia intrafamiliar"



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"No a la violencia intrafamiliar"



El sonido monótono de la pelota sobre la pared dominaba la escena ese día nublado. No se sabía que era más sombrío, si el oscuro nubarrón que acechaba a la tarde o la ominosa presencia de la pandemia. Lo que sí se sabía era que al interior de la modesta casa que habitaban los Robles Rodríguez, la paciencia no era la más asentada de sus inquilinos.

Don Regino, el patriarca del clan, volteaba con cierto disimulo hacia donde estaba Huguito el niño de ocho añitos que, de manera sistemática y alternada, pateaba el balón de futbol contra la colaborativa pared que infaliblemente lo regresaba a sus pies con la misma intensidad de su patada. Tal vez si el niño hubiese visto el furor de la mirada paterna hubiera pitado al menos el final del primer tiempo para irse a comerciales, era de esas bien llamadas miradas que matan

Doña Nachita, la señora de la casa, intentaba poner a tono el medio kilo de codillo de cerdo que, acompañado de frijoles refritos, significaba la primera y única comida del día. La familia era más o menos tranquila, generalmente no había grandes controversias entre sus miembros, al menos no terminaban en batalla campal. Las edades de los cuatro hijos, tenían un espacio entre ellos de dos años. Además de Huguito, estaba Chayito, de diez, María de doce y Julián de catorce.

Regino Robles se sentía muy angustiado, la situación de aislamiento por el coronavirus le había dejado sin trabajo. El restaurante en el que trabajaba de mesero tuvo que cerrar sus puertas y despedir, por lo menos de manera temporal, a todo el personal que atendía el lugar. La falta de su modesto sueldo y, sobre todo, de las propinas le había dejado en un completo estado de indefensión. Su esposa, hacendosa y solidaria, dedicaba todos sus esfuerzos a la atención de sus hijos y esposo, que no era poca cosa. El ajetreo del trabajo doméstico, la comida, lavar la ropa y cuidar todos los detalles escolares de sus hijos consumían hasta la última gota de su energía, terminando cada día agotada. Sus mejores momentos eran cuando los hijos estaban en clases, no porque no los quisiera, pues los adoraba a todos, desde el más grande hasta el más chico que, por supuesto, era su adoración; sino porque estando sola era capaz de pensar, organizar e idear alguna cosa que ayudara a mejorar las cosas en la familia. Pero, las últimas dos semanas había sentido un gran desasosiego, la escasez material en casa empezaba a cobrar facturas emocionales. La preocupación por el contagio de sus hijos o de otros familiares, la prolongación del confinamiento y consecuentemente la falta de ingresos, cada día le pesaban más.

Se habían agotado las reservas económicas, los ahorros eran ya un dato histórico, concluido. El padre de familia se esforzaba por pensar en soluciones, la esposa se afanaba por hacer rendir el escaso potaje del día. Mientras eso sucedía en la angustiosa y cruda realidad de los mayores, el escenario infantil y juvenil en casa era muy distinto. Tal vez su natural inconciencia producía aquellas burbujas mágicas en las que podían aislarse fácilmente de un mundo acechante y agresivo. El más pequeño seguía pateando ininterrumpidamente la pelota contra la pared, Chayito daba de batacazos a una vieja tina de acero galvanizado, siempre le gustó el rock pesado; del otro lado del cuarto, María y Julián disputaban la posesión de una chamarra de mezclilla propiedad de su papá. Tiraban con tal enjundia de la prenda de vestir que en un momento, inesperado por ellos, se escuchó un seco y prolongado crujir al rasgarse por la mitad.

—¡Carajos, pónganse en paz! Ya rompieron mi chamarra preferida, canijos —dijo el padre enojado— mientras la mamá les conminó a la calma, muy ecuánime, de acuerdo a su estilo.

Los cónyuges se miraron como buscando respuestas mutuamente, la impaciencia se podía notar a leguas de distancia. Sus ojos, generalmente de borrego a medio morir, esta vez enrojecidos, saltones y ojerosos parecían cantar una triste canción. Ellos sabían que tenían que esforzarse en mantener la calma. La mejor manera de soportar una crisis tan aguda como esa, debía fincarse en el amor y en la paciencia. Sabían que no era tarea fácil, pero estaban seguros que tampoco imposible. Ella era mucho más aguantadora, equilibrada y paciente; él —en contraparte— era un hombre más impulsivo, visceral.

Tomó su chamarra rota entre sus manos y le dio mucha tristeza verla destruida, tirada en el piso. Sus hijos mayores seguían discutiendo por cualquier cosa sin importancia, Nachita salió a recoger la servilleta de tela, la cazuela dejaba escapar un rico aroma, la pequeña rockera tundía con renovado entusiasmo su improvisado bombo cuyo diabólico tronido rebotaba en los tímpanos del papá, que apretaba sus ojos con fuerza como intentando liberarse de algún tormento chino o apache. Dio unos pasos para ir a arrebatar las dos cucharas grandes que servían de baquetas a la peque musical, cuando de pronto sucedió la peor tragedia que se hubieran imaginado en la familia.

La cazuela del guisado voló por los aires dando más vueltas que los voladores de Papantla, mientras en sus varios giros arrojaba comida caliente por todos lados, terminando su viaje hasta caer embrocada en el frío piso de la casa. Su cara compungida delataba al pequeño futbolista émulo de Cristiano Ronaldo, ni siquiera tuvo que decirle a su padre que, en el intento de una nueva y magistral pirueta futbolera, acabó tumbando con la pelota lo que iba a ser la comida del día. El papá no dijo nada al cándido goleador. Su cara inició una transformación del tipo de Hulk, el hombre verde, aunque el buen Regino se pasó de tueste y de verde tornó a morado. El saber que todos en casa se quedarían sin comer ese día lo trastornó al grado de ponerse fúrico. Sacó de un tirón su cinturón piteado y, blandiéndolo amenazadoramente, se abalanzó sobre el niño futbolero que resignadamente esperaba el golpe. Cuando el cinturón vengador hacía el recorrido hacia atrás de la cabeza del hombre verdugo para tomar vuelo, se escuchó una potente voz, que dijo: «¡No lo hagas, por favor, amor!» Era la hermosa voz de su mujer que, de manera convincente pronunció la palabra mágica, la que mueve los hilos de la vida, la que calma tempestades, la que frena la violencia, la que une a las personas y salva a las familias. Amor, la palabra clave para sortear todas las adversidades, incluso el aislamiento a que nos condenó esta pandemia. ¡No más violencia intrafamiliar!

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.

Dicen las Integrantes de Banda Femenil Las Primeras… “Salud Por Él”


ENRIQUE GONZÁLEZ RODRÍGUEZ / Periodismo Nayarita

Tepic, Nay.-  Canción escrita por el reconocido cantautor sinaloense Espinoza Paz, “Salud Por Él” es el nuevo sencillo promocional de Banda Femenil Las Primeras, el cual ya se encuentra disponible en todas las plataformas digitales y al cual la banda le realiza en éstos difíciles días su respectiva promoción.
     
Con ésta sentimental canción que habla de despecho, amor y desamor, las integrantes de ésta femenil agrupación con sede en la ciudad de Guadalajara, jalisco, le apuestan a una línea musical que ha logrado buen impacto y una gran aceptación entre sus seguidores, buscando así la continuidad y el mantenerse vigentes en el gusto de la gente, a la vez que adaptándose a los cambios que empieza a demandar el actual mercado de la música.

“Salud Por Él”, viene incluida en un ep de versión física y digital en donde también se incluyen las canciones “Me Amarré El Corazón”, la cual fuera hace algunos años un gran éxito en la voz de Alicia Villareal, y “El Primer Adiós”. la cual es inédita, presentándole así al público un trabajo musical en el que queda de manifiesto la versatilidad de esta pionera agrupación femenil tapatía.

Aún cuando la industria musical y del entretenimiento está paralizada en lo que a conciertos y actividades presenciales se
refiere, es vital para los artistas el mantener la vigencia mediante el contacto alterno con su público, algo que las integrantes de Banda Femenil Las Primeras entienden y tienen muy presente por lo que a la par de la puesta en circulación de la canción “Salud Por Él”, estarán realizando labor promocional del mismo por los más variados canales de comunicación digitales y tradicionales de diferentes regiones de la república mexicana.