viernes, 28 de febrero de 2020

"Ni una más, ni una menos"



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Ni una más, ni una menos"


Uno de los temas candentes hoy en nuestra sociedad es sin duda alguna el feminicidio cometido en la persona de Fátima Cecilia, la niña que fue inmisericorde y brutalmente abusada y asesinada en días pasados en una de las alcaldías de  la Ciudad de México.

El infausto suceso acaparó los espacios de los medios de comunicación de todo tipo. La impactante noticia corrió como reguero de pólvora por todas las frecuencias radiofónicas y televisivas, además de diarios impresos y digitales y, por supuesto, en las redes sociales.

No solo fue la crueldad y la violencia con las que se perpetró el cobarde asesinato de la pequeña inocente de tan solo siete años, lo que exacerbó a la sociedad mexicana sino que a este factor se le sumó la trágica coincidencia de ocurrir en un momento y punto preciso en que la inconformidad y el hartazgo social derivado de la inseguridad pública, de la violencia recurrente y la impunidad imperante se encontraba en la más expresiva de sus crestas. Se podría equiparar al famoso y viejo dicho: fue la gota que derramó el vaso.

Si tuviera  ahora mismo que emitir un juicio en torno al asunto de la inseguridad y particularmente acerca de la violencia de género, como suele llamarse a los feminicidios, diría de inmediato: ¡YA BASTA! No es posible que esté ocurriendo esto en mi país. Pero, no se trata tan solo de expresar de manera personal mi protesta airada y el repudio directo a esta serie de crímenes que se han convertido en uno de los flagelos más terribles de nuestras comunidades. En este caso, intentaré dar mi opinión respecto a este escabroso asunto que, además de trágico, tiene muchas aristas en su entorno.

El asunto como tal, considerándolo un concepto nacional que, con mucha razón, ha cobrado importante vigencia, converge con el fortalecimiento del feminismo, entendiendo éste como la lucha por la visibilidad total y la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad en los que históricamente han sido violentadas y sometidas por el oscuro espectro del machismo. Desde mi punto de vista, existen muchas corrientes por llamarles de alguna manera a las diversas opiniones y tendencias dentro de esta lucha feminista. Me declaro inexperto en el tema, así que daré mi opinión situándome en un punto de observación ciudadana; es decir, basado en los elementos que tengo a la mano, intentando alejarme de los conceptos teóricos que pudieran generar una situación confusa.

Desde hace tiempo, alcanzo a percibir una tendencia a la polarización social. Es evidente que esas grandes divisiones son generadas en su mayoría por la ideología (bueno fuera) pero es mejor decir la militancia y la simpatía hacia los partidos políticos de nuestro país. En diversos campos de batalla (vulgo redes sociales) he sido testigo de enconados debates (bueno fuera también) pero es mejor decir pleitos cerrados entre los simpatizantes del partido en el poder y los que apoyan a los partidos que han quedado en calidad de oposición, principalmente los que se orientan hacia la derecha o extrema derecha.

Derivado de esas cruentas confrontaciones que de verdad me gustaría fueran un debate de altura, ciudadano, político y muy responsable. Pero, la realidad es otra, muy distinta y poco satisfactoria. Es muy entendible que existan esas divisiones de carácter político, pero ojalá de verdad fueran debates razonables, en los que predominara la argumentación y la defensa de las ideas, las causas y las razones. Desgraciadamente encontramos a diario polémicas frontales, vulgares y sin sentido; publicaciones llenas de agravios hacia el eventual interlocutor digital o hacia su fuente de simpatía política. Esas disputas agresivas e inútiles solo avivan el odio entre contrapartes y nunca tienen resultados positivos. Lo que poca gente entiende es que ese campo de batalla digital suele ser el caldo de cultivo ideal para el aleccionamiento en ciertos sentidos y la incentivación del odio hacia la corriente que actualmente gobierna.

Dejemos de lado esas confrontaciones estériles y pensemos en un escenario distinto en el que todas las fuerzas opositoras se sumaran a la reconstrucción del tejido social, a restaurar las heridas políticas producto de la contienda electoral pasada. Es entendible que no es nada fácil, apoyar un liderazgo que te resulta políticamente antagónico por naturaleza, pero que más allá de eso existe un bien superior, el bien común, el bien de la nación. Resulta muy difícil, sobre todo aquellos a los que les fueron arrebatados distintos privilegios, apoyar al ejecutor de esas acciones adversas a sus intereses económicos y prefieren operar veladamente para ocasionar el desprestigio y el fracaso del gobierno en turno.

Los problemas son reales y letales. La violencia generalizada y los feminicidios, en particular, son una realidad cruel y palpable que requiere una solución inmediata, impostergable. Creo que el gobierno debe asumir decisiones de alto espectro, que generen la empática necesidad de unir todos los frentes abiertos para combatir, en uno solo, y resolver de fondo este grave y humillante problema. Se puede observar, entre líneas, que existe manipulación y usufructo de estas movilizaciones sociales por parte de grupos que la mayoría de veces subyacen en el anonimato y desde ahí mueven los hilos.

Qué lástima que no podamos ver más frecuentemente esta eficacia policial que se mostró en el caso de la pequeña Fátima. Es una pena que solo en casos especiales exista la empatía mediática que empuja decididamente esos resultados. Más lástima da que la eficacia mostrada para encontrar su cadáver, no sea la misma en la atención prestada a los protocolos de búsqueda. De haber existido mejor respuesta  quizá se hubiera podido evitar esa desgracia. Este grave problema es de carácter multifactorial, se deberán atacar las causas que lo generaron, pero también, como reacción inmediata, aplicar las medidas correctivas drásticas que se requieran, por más dolorosas que sean.

El caso «Fátima» es solo la cresta que presagia el tsunami que viene. Es quizá uno de los más ejemplares de esta aberración humana, de esta calamidad moral que diagnostica el deterioro de los valores humanos y el nivel de degradación que hemos alcanzado. El vergonzoso caso de esta pequeña quizá sea el catalizador necesario para detonar las buenas reacciones, las buenas respuestas.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.