viernes, 23 de julio de 2021

"Así es la vida"

 




JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Así es la vida"


  La habitación estaba a media luz en aquella noche que recién se apoderaba del lugar. Don Angus Tiadón levantó su vista y divisó por la ventana el último rayo de sol que se ocultaba en el horizonte campirano. Así se sentía él, como una tarde que se acaba o una luz que se apaga, aunque sin la esperanza de renacer por la gracia de Dios al día siguiente.

 Hacía pocos meses que decidió ir a esa casa de campo construida en el terreno que heredó de su padre ya fallecido muchos años atrás. No fue la belleza del lugar la que lo incitó a recluirse ahí para pasar los últimos momentos de su vida (como dijo al dejar el bullicio de la ciudad). No fue tampoco el hermoso lago pletórico de peces con muelle aledaño a la cabaña, ni los majestuosos amaneceres al pie de la montaña que regalaba diariamente aquel paraje. En realidad ni siquiera sabía a ciencia cierta qué era lo que hacía que estuviera ahí solo, sin hablar con nadie ni siquiera por teléfono.

 Abrió lentamente la botella de vino tinto y se sirvió una copa generosa que bebió de un solo tirón. La suave acidez de la uva le calentó la garganta y le produjo un calorcillo agradable. Fue un buen indicio y sirvió el siguiente trago. Enseguida acercó su sillón favorito y la mesita de servicio a la ventana. Quería disfrutar del aire fresco que corría con alegría en esa época del año, quizá esos detalles gentiles de la naturaleza resultaban más alentadores que muchas cosas que habían pasado en su vida. En plena vejez, en el ocaso de su vida, sentía que ésta no tenía ningún sentido, ni lo había tenido nunca. No obstante haber tenido mucho dinero, viajes y placeres, además un matrimonio con una hermosa dama que le dio dos hijos, un niño primero y una niña después.

 Tomó la tercera y la cuarta copa y se sintió relajado. Muy pronto la salada humedad de sus ojos le hizo saber que la melancolía se había apoderado de él. No había ya escapatoria posible, sabía que esa tristeza profunda solía ser como un demonio que lo poseía inmisericorde y no había exorcismo alguno capaz de expulsarlo de su alma. Siempre ocurría lo mismo, tomara licor o no lo hiciera. La única diferencia es que cuando bebía sentía que podía aguantar un poco más esa maldita sensación de soledad, hastío y desesperanza. No podía evitar que aquellos aciagos recuerdos atropellaran su mente y golpearan con saña su cansado corazón. Cada vez era más insoportable el dolor que sentía ante el despiadado desfile de imágenes en su cabeza. Con frecuencia creía que iba a morir porque solo así se explicaba que toda su vida pasara ante sus ojos en unos instantes.

 Ahí estaba la figura de su padre, que le dejó dinero pero nunca le heredó cariño ni dignidad. El rostro borroso de su madre que murió cuando apenas era un niño. Las risas burlonas de varios amigos que en realidad solo lo fueron cuando necesitaron de su ayuda económica. Parientes lejanos que se convirtieron en cercanos por el aroma del dinero. Novias interesadas que le sacaron algo más que suspiros y líquido seminal. Pero todas esas acciones viles no eran nada comparadas con el desamor de sus hijos y su falta de respeto hacia él, que les dio todo lo que necesitaban incluso algo invaluable que se llama amor y aun así lo traicionaron haciendo equipo con su cruel progenitora.

 Hubo muchos momentos dolorosos en su larga vida pero pocos le afectaron en realidad. Lo de sus amigos falsos ni cosquillas hicieron en su ánimo. Lo de las improvisadas y cariñosas novias lo dio por bien pagado. Los parientes lejanos quedaron como al principio, muy lejanos de su vida y le sacaron muy poco dinero. Quizá lo que hizo un poco más de mella en su ánimo fue lo de sus hijos que le hicieron la mala jugada de un desfalco al limpiar una de sus muchas cuentas bancarias, aunque fueron tan mensos que eligieron la de menor cuantía. Dolió más lo moral (o mejor dicho lo inmoral de la acción) de ellos, de su propia sangre, aunque también ese dolor fue mitigado después, cuando supo que no era su sangre la que llevaban en sus venas sino la de Chepin Monma, su mejor amigo de toda la vida y confianzas, que resultó ser el verdadero padre de sus queridos hijos y, al final de cuentas, quien cargó con ella, su adorable esposa, llevándosela junto con sus hijos a quién sabe dónde.

 «Ahora me explico por qué salieron tan traidores —dijo sonriendo el viejo—cuando se enteró de ese dato casual e insignificante que abolía su paternidad y su congoja»

 Cuando abrió la tercera botella se sentía mucho mejor. Sus ojos estaban llenos de chispa y la tristeza no se veía por ningún lado. Ya hasta había puesto el tornamesa con casetes de Gino Vannelli al principio y de “rompe y rasga” al final. Hasta se animó a bajar la guitarra acústica que tenía colgada en la pared y le rascó las cuerdas un rato con lo poco que le entendía al pentagrama. Cuando llegó el momento de abrir la cuarta botella de tinto, su estado de ánimo era otro. La luna plena que se perfilaba en su ventana le causaba emoción y cierta alegría. Las miles de estrellas que completaban el cuadro la hacían concebir nuevas aventuras en sus viejos años. Bebió otro sorbo largo de la copa de cristal y dijo para sus adentros:

 —¡Bah! Me olvidaré de babosadas y viviré mi vida a plenitud. Fuera de mi camino toda clase de tristeza. Desde hoy volveré a coquetear con la fortuna.

 Tomó el teléfono móvil y marcó un contacto que decía: “Fortune”, enseguida dijo en un maltrecho y acentuado francés: “¿Vous souhaitez venir passer plusieurs nuits avec moi ? Del otro lado de la línea se escuchó una melodiosa y sensual voz que dijo:

 —¡Oui mon amour!

 Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en el rostro iluminado de don Angus. No importan si son miles las trabas que te impone la vida, siempre hay formas de capotearlas, ni tampoco interesa la fuerza de los apellidos, si es López, Pérez o Tiadón, para la vida: todos valen igual. Todo dependerá del amor y el respeto que tú le pongas al que portas.


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