viernes, 18 de agosto de 2023

"El regreso"

 




JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"El regreso"


  Empezaré por ofrecer una sentida disculpa a mis amables lectores por esta inusual ausencia. Fueron algo más que un par de semanas que estuve  “fuera del aire” debido a que tuve que atender asuntos de carácter familiar y profesional que fueron postergados por un largo tiempo.

 En este especial periplo me tuve que trasladar a la mítica Tenochtitlan, la ciudad de los palacios o, si lo prefieren, la capital mundial de los tlacoyos y los tacos de suadero. De cualquier manera, ya era tiempo de tomar un descanso porque así lo reclamaban al unísono mi traqueteado cuerpo y mi deschavetado cerebro.

 Creo que ustedes estarán muy acostumbrados a este tipo de textos. Me refiero a los comentarios en los que les describo las peripecias de mis viajes que son, además de un intento por “encancharme” de nuevo en las lides de la comunicación, también una forma de hacer de nuevo el click que restablece el respetable y significativo contacto que tenemos desde hace ya más de una década.

 Empezaré por platicarles de los absurdos que suceden en este loco mundo lleno de curiosidades y excentricidades. Si no me creen, les diré de lo ilógico que resulta que tardé una hora en llegar de Tepic a la ciudad de México, volando en Aeroméxico (Gooool) y del aeropuerto internacional “Benito Juárez a casa de mi suegro tardamos una hora y media. Es de no creer, pero es cierto. Eso tardamos en esa ruta cargada de tránsito, pletórica de vehículos tripulados por individuos con cara de fastidio y aburrimiento. Un maremágnum de luces y ruido que describe de manera perfecta el monstruoso crecimiento de la metrópolis que tenemos por capital nacional.

 Cuando hablamos de esos tiempos invertidos tan solo en un simple traslado, sobrevienen inevitablemente los comparativos. Uno de los más usuales es que en esa hora y media, “ya estaría yo llegando desde Tepic a un botanero en Tecuala” y en México solo fui del aeropuerto a una colonia muy cercana. Sin duda que esos detalles nos hacen valorar lo tranquilo que resulta vivir en una ciudad como nuestra capital Cora. También me hizo recordar cuando hace mucho  tiempo que laboraba en algún punto de la capital mexicana, invertía más de una hora en llegar a mi sede laboral, en tanto que en Tepic, solo tardo ocho minutos en llegar a mi oficina. ¡Ah! Eso si es que no se me atraviesa por el bulevar Gobernadores el odioso ferrocarril. No hay siquiera un punto de comparación en ese sentido.

 Otra de las comparaciones que nos posicionan en una situación de privilegio ante la capital del país, es lo que se refiere a la calidad del aire. A pesar que cada vez más se van incorporando una buena cantidad de automotores al ya considerable tránsito vehicular, el nivel de contaminación que tenemos en la actualidad no puede ni siquiera acercarse a la cotidiana nube de humo que flota sobre la cabeza de los citadinos. Y eso, a pesar de que existe la importante restricción que implica y mandata el ya añejo y muy famoso programa de “Hoy No Circula”, pero dejémonos de tantos comparativos porque les quiero platicar de algo que también es muy usual cuando viajo a la ciudad de las garnachas. Esto tiene que ver con satisfacer una serie de antojos de platillos que, a más de dos décadas de haber dejado para siempre la capital azteca, siguen siendo una añoranza gastronómica para mí.

 Créanme que no es rollo, ni es una vacilada. Cuando voy a pasar unos días a la “capirucha” es casi literal que llevo mi lista de antojos que la mayoría de las veces logro satisfacer religiosamente. Es una especie de “Check List” o una lista de deseos (comidas) que voy “palomeando” de acuerdo a como voy consiguiendo engullir tal o cuál platillo. Las comidas protagonistas de esta famosa lista de encargos son generalmente los tacos de “suadero” en primerísimo lugar, pero también están los de tripa dorada, las carnitas, chamorros, las quesadillas de huitlacoche y flor de calabaza, las de sesos (doradas) las gorditas de chicharrón prensado, los tlacoyos, tlayudas, tacos de canasta, barbacoa, tostadas de pata, los sopes de longaniza, la pancita y el pozole blanco. Quizá haya olvidado alguno que otro antojo, pero los que mencioné son inamovibles.

 Después de la sesión de “Master Chef” región cuatro que les endilgué a mis amables lectores, seguro que a más de uno o una se les hizo agua la boca con tanta cosa que les mencioné. A mi esposa también le gusta el contenido de mi lista, aunque no coincidimos en algunos gustos. Por ejemplo, de los que no comparto con ella son las famosas “guajolotas” (Tortas de tamal) y las “Migas” (un guisado a base de bolillo remojado, con trozos de longaniza, huevo, epazote y otros ingredientes) la verdad ahí sí ¡Yo paso!.

 En fin, hicimos varias cosas importantes en este destierro voluntario, quizá pudiera contarles después, por ahora finalizar diciendo que en el rubro de los asuntos familiares pudimos convivir con la familia que radica en “Chilangolandia”, principalmente con mi querido Edson Geovanni, el más “peque” de mis hijos, a quien teníamos un año exacto de no ver (él estuvo en Tepic y en Tecuala, hace un año). Ese episodio personal, íntimo, familiar, es una de las mejores satisfacciones que me dejó esta ausencia de los medios de comunicación, que espero subsanar con creces.

 Espero acepten mi disculpa y me sigan dispensando la invaluable atención de su lectura. Por mi parte, intentaré ofrecerles mi mejor esfuerzo para poner en sus manos contenidos dignos de su atención, en este espacio que ustedes han consolidado tras doce años de su invaluable preferencia.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.