jueves, 28 de septiembre de 2017

"Solidaridad es la palabra"


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Solidaridad es la palabra" 



Vaya semanas las que acaban de pasar en México. Esta vez habrá que dejar de lado todo lo concerniente a la economía, la política, pero sobre todo los deportes, espectáculos y otras frivolidades a las que somos muy afectos. Esta ocasión ni siquiera dudé en la elección del tema a presentar en el próximo número de este semanario. Me refiero a la tragedia sufrida por muchos compatriotas en los estados de Chiapas y Oaxaca, primero; Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero y la Ciudad de México, posteriormente.

Tampoco quiero detenerme en la cuestión geofísica que determinó las intensidades, frecuencias o circunstancias. Ni siquiera en las implicaciones administrativas y poblacionales, ni en la deficiencia e ineficacia en los tiempos de reacción de los programas de prevención y de emergencia en estos casos de desastres. Esta vez quiero dedicar  todo el espacio posible a los ciudadanos comunes y corrientes, a los mexicanos de a pie que, sin alegorías ni protocolos, reaccionaron de una manera extraordinariamente humanitaria y generosa ante el dolor de los hermanos en desgracia.

Y digo esta vez, porque ya he tenido la oportunidad de escribir de este tema, recordando hace cinco años la tragedia similar del terremoto ocurrido hace 32 años, exactamente en la misma fecha, el 19 de septiembre, aquel de 1985 y éste en el actual 2017. El primero lo viví en carne propia y el actual a una distancia de 750 kilómetros. Aquel sin gran tecnología de comunicaciones y éste con el prodigio del contacto y la imagen inmediata que une y propone en el preciso instante que ocurre. Establezco esa diferencia como premisa, porque nunca será igual la percepción de un fenómeno de esta naturaleza, estando a mucha distancia de él que estar pisando ese suelo que aún se estremece. Mi opinión no ha cambiado, creo exactamente lo mismo, por ello les comparto el siguiente párrafo que hace cinco años escribía sobre este tema y verán que son muy similares:

“Desde el horizonte de la mera estadística, no se tiene la misma perspectiva que desde la cercanía del sonido y el temblor de una tierra, que se estremece y gime como un monstruo que despierta de un letargo prolongado. Así mismo, puedo asegurar que la percepción de esta tragedia, por parte de una persona que vio las imágenes a través del televisor, nunca será igual a la de alguien que estuvo ahí en ese preciso instante (7:19 de la mañana) pisando ese suelo que se estremecía como una alfombra que se jala y se sacude al mismo tiempo”

La historia se repite. Una vez más un desastre natural desnuda la deficiencias y las iniquidades de un sistema social y político más colapsado que las construcciones que se vinieron abajo en los viejos y nuevos sismos. Una vez más, en una situación crítica se desenmascaran los viejos vicios de un decadente sistema político. Lo que sucedió hace treinta y tantos años hoy vuelve a suceder. El gobierno y sus estructuras administrativas no estaban preparados para enfrentar una contingencia de ese tamaño. Esto fue y sigue siendo evidente si consideramos el tiempo de reacción para atender a la población afectada. Una vez más se tardó demasiado en brindar los apoyos de emergencia a los necesitados. En contraparte, la población civil, los mexicanos de carne y hueso, dieron muestras una vez más de la grandeza de su espíritu. De manera inmediata salieron a las calles y se organizaron como pudieron para iniciar las labores de rescate, a veces sin más herramientas que la fuerza de sus brazos y la nobleza de sus corazones.

Después de más de tres décadas siguen las cosas mal en México. Las mismas circunstancias de antaño pasan lista de presente. Edificios viejos que resisten las sacudidas, pero muchos nuevos que se abaten, edificios de reciente construcción se vienen abajo por la corrupta permisividad de especificaciones técnicas inadecuadas, construcciones públicas, hospitales, y lamentablemente también escuelas, que fueron la tumba de muchas vidas inocentes. Culpabilidades que nunca serán castigadas, como sucedió hace tantos años. Hoy es más difícil maquillar las cifras y los detalles de la catástrofe, por parte de las malas autoridades. Esto debido al importante papel que hoy juegan las redes sociales. Cosa que no sucedió en el sismo de 1985, cuando gobernaba Miguel De La Madrid, el pusilánime mandatario que casi se esconde bajo las sábanas antes de dar la cara y mostrar su apoyo a los afectados. En ese entonces el gobierno censuró la publicación de las cifras de muertes y desapariciones, la prensa, escasa y oficialista, calló esos datos por mandato de la presidencia. Cuando finalmente se vieron obligados a dar información, sólo aceptaban la muerte de 6 a 7 mil personas, cuando era de dominio público que el número final rebasaba con mucho las diez mil.

Hoy no es tan fácil callar las bocas de la sociedad. La tecnología permite difundir lo que realmente ocurre en el momento preciso. Ni siquiera las televisoras mercenarias, oficialistas, como Tele Risa, logran engañar a la gente con sus fantasiosas historias de telenovela que intentaron lucrar con la desgracia ajena, como es el caso de “Frida Sofía”, con la que sólo hicieron un espeluznante ridículo al querer pintar como héroes a los funcionarios mexicanos, que mostraban sus rostros afligidos por una niña inexistente, que inventaron para crear un reality show, en medio de la tragedia.

Hoy es imposible ignorar la estatura moral de los mexicanos que nuevamente sacaron la casta. Se me hizo un nudo en la garganta ver el sudor y las lágrimas de tantas personas, hombres y mujeres, jóvenes, ancianos, niños y hasta discapacitados, llenos de tierra, grasa y lodo, apoyando en el rescate de los afectados. No quedó más remedio que entregar el corazón a esos héroes anónimos que arriesgaron sus vidas por salvar a alguien que ni siquiera conocían. Del fondo de estas indeseables catástrofes, del dolor por la pérdida de vidas humanas y patrimonios familiares, de la ineptitud de las autoridades, de la apatía y frialdad de los políticos y autoridades electorales, pese a tanta porquería que emana de las cloacas abiertas por la calamidad, desde ese fondo oscuro y maloliente emana un hermoso, luminoso rayo de esperanza y de ilusión. Un canto de fe alimentado por la pureza del sentimiento altruista, un rosario de corazones humanitarios que se unen por la oración de la vida. Desde la abrupta oscuridad de un sistema obsoleto, de un régimen decadente, surgen cientos de historias de amor al prójimo, de plena humanidad, de misericordia, de ayuda, comprensión y sobre todo el mayor sentimiento de todos, el valor que acrisola el espíritu generoso y único de los mexicanos, el que siempre nos sacará a flote en cualquier circunstancia adversa, en cualquier desastre, en cualquier tragedia: el “Valor de la Solidaridad”.

Mi admiración y respeto para esos héroes anónimos, hombres y mujeres, perritos y perritas rescatistas, a “Los Topos” mexicanos, rescatistas de otros países que vinieron a colaborar, médicos, enfermeras y enfermeros, paramédicos, a todos quienes ayudaron de una forma u otra, con dinero, con víveres, agua, con vehículos, con llamadas, con mensajes, con comida para los que trabajaron, con oraciones; a los brigadistas, los buenos militares, marinos, policías, estudiantes, maestros, artistas, empresarios, oficinas públicas y privadas y demás personas, a todos y a todas mi gratitud eterna a nombre de los mexicanos de buen corazón. ¡Viva México!

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.