Por: José Ma. Narváez
Ramírez
Allá
en mi pueblo risueño
Donde
vi la luz primera,
Fueron
simpáticos dueños
De
las locas “Calaveras”:
“Saca-chispas”
–don Rogelio-
Peña
y don Jesús Arreola,
Se
aventaban bien crudelios
Las
bien rimadas estrofas.
Luego
apareció un sujeto
Que
nació para la prensa,
Y
soplando muy inquieto
Por
detrás de la cabeza
Paraba
líneas y versos,
Mientras
con fina certeza
Fusilaba
con acierto
A
la raza y la “realeza”.
Se
llamaba don Cipriano
Silva
Bernal, de apellidos,
Conocido
por “El Piano”,
-“Míster-Nuras”-
conocido.
Era
en el “Día de Finados”
Cuando
él se alivianaba,
Y
después a puros fiados
Hacía
rifas calambrinas…
Pero
lo más sorprendente
Era
que sabía secretos
Y
cosillas de la gente
Que
publicaba indiscreto.
Muy
pocos se molestaban
Porque
no decía mentiras,
Y
otros hasta le pagaban
Por
no salir en las tiras.
Él
ventilaba las tranzas
Que
hacían con la laniza
Que
se clavaban los ratas
O
funcionarios nodriza.
Hablaba
de “los tapados”
-O
jotos que presumían
De
meros machos calados
Pero
que “se la comían”-…
También
de los comerciantes
Tablajeros
y tenderos
Que
desde los tiempos de antes
Ya
hacían bónches de dinero…
De
los bules al rebaje
Los
agarraba parejo
Y
no les daba coraje
Porque
ni uno era pendejo.
Al
“Piano” no le importaba
Fuera
macho o “florilindio”
Él
nomás se la pasaba:
“Matando
puros indios”.
Vuela,
vuela, palomita
Párate
en aquél sendero
Donde
vivía el buen Piano
Por
allá detrás del cerro…
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