Por: José Manuel Elizondo Cuevas.
Es imposible sustraerse a comentar sobre el
tema que está causando sensación: La Reforma Energética.
En realidad sensación no es la palabra idónea
para explicar lo que he percibido en las últimas horas transcurridas desde que
nuestro flamante presidente Peña Nieto presentó su iniciativa al congreso.
He intentado aguzar mis sentidos para captar
en toda su dimensión y fidelidad el sentir de la gente con la que he conversado
recientemente. Entre diversas expresiones he sentido en sus palabras
indignación, coraje, rencor, impotencia y miedo. He platicado con muchas
personas de distintas condiciones sociales y la gran mayoría perciben esta
nueva reforma como algo a lo que hay que temer, algo que seguramente les va a
perjudicar. Los que poco entienden de estas cosas solo dicen “nos van a fregar
de nuevo” y los más instruidos opinan igual sólo que con otras palabras. Desde
mi punto de vista ambos tienen razón, esta no será la primera reforma pensada
en beneficiar al pueblo, pero me resistía a creer que el gobierno federal la propondría
en los términos y con la rapidez que lo está haciendo, aún cuando ya había
sentido el rigor de su reforma laboral que no hace mucho nos endilgó.
Hay muchas contradicciones y dudas acerca de
este tema, pero creo que es producto de la manipulación mediática que se ha
venido preparando desde que entró Peña Nieto al poder, incluso desde antes,
como suele hacerse en los círculos del poder. Los medios de comunicación,
principalmente las televisoras “oficialistas”, como Televisa y TV Azteca han
iniciado ya y seguramente continuarán una machacona campaña para ponderar las
virtudes y bondades de esta reforma que traerá inmensos beneficios a la nación
(según el presidente y sus achichincles).
El presidente, el gabinete, los legisladores
del PRI, la radio y la televisión se apresuran a decir que es muy necesaria la
reforma energética que, además de fortalecer y reestructurar a PEMEX, no sólo logrará
detener en un futuro cercano los aumentos sistemáticos de la gasolina y el gas,
sino que ofrecerá al pueblo estos productos a precios más bajos. Esta parte del
discurso me recuerda el viejo truco de las tiendas que te ofrecen una mercancía
a un precio muy rebajado, digamos que a la mitad, pero previamente lo habían
subido mañosamente más del doble, así tu crees que te están haciendo un favor y
ellos aparte de lo normal se llevan una ganancia extra. El gobierno tiene años
ejerciendo los “gasolinazos” y masacrando la economía del pueblo aumentando
mensualmente el precio del gas y ahora de manera “generosa” ofrece disminuir
dichos costos, vaya descaro.
El asunto tiene muchas aristas, así que sería
imposible realizar un análisis detallado del mismo, pero en mi opinión los
puntos centrales de la reforma son bastante obvios. El gobierno le está
abriendo las puertas a los grupos hegemónicos nacionales y extranjeros para la
explotación de los recursos patrimoniales de los mexicanos, bajo el pretexto de
promover el crecimiento de la economía, en el falso paradigma de un desarrollo
nacional incluyente y transparente, además de sustentable. Me pregunto. ¿Quién es
el presidente para vender un patrimonio que no es suyo? ¿Acaso realizó una
consulta popular para que sea el auténtico propietario de los recursos de la
nación quién decida su futuro? No, no hizo nada de eso, simplemente presentó su
iniciativa a un congreso entreguista y amañado (PRI, PAN, VERDE) que tiene una
línea bien definida a la hora de levantar el dedo, exceptuando la probable
oposición de los partidos que representan a la disminuida y hasta cierto punto desacreditada
izquierda mexicana.
Es importante comentar que tan nefasta
iniciativa, conlleva una descarada y acomodaticia mutilación a la carta magna
de la nación ya que si el “H” (?) Congreso de la Unión, se presta a esta
simulación, se erigirá como “constituyente” para legitimar una infame traición
a la patria, reformando y adicionando los artículos 27 y 28 constitucionales en
los que se consagra de manera fundamental el patrimonio de la nación.
Todos estos días seguramente escucharán
encendidas discusiones y elevadísimas polémicas sobre este tema, que si es o no
una privatización. En sentido estricto lo es, ya que el término lo define de
manera contundente: Privatizar significa, “Transferir una empresa o actividad
pública al sector privado” así de simple y concluyente. La actividad de la
exploración, extracción, producción, etc. del petróleo (en todos los niveles)
le corresponde al estado (PEMEX), así como el manejo de las áreas estratégicas
de la industria de los hidrocarburos y otros productos del subsuelo nacional,
al menos hasta antes que le entreguen esta exclusividad a los inversionistas
privados, nacionales y/o extranjeros. No es cuestión de analizar desde el punto
de vista semántico los términos en lo que se basa esta disputa, el problema es
de fondo, prioritario económicamente y fundamental éticamente hablando. Dentro
de los conceptos sustantivos del jaloneo, existen miles de millones de por
medio, porque no sólo se habla de contratos y concesiones sino del disfrute
directo o indirecto de la jugosa renta petrolera que no es otra cosa que la
ganancia que se obtiene de la diferencia entre el precio de extracción y el
precio internacional de venta de cada barril de petróleo. Pero, según ellos,
los “promotores” dicen que no está en riesgo la soberanía, que no se privatiza
PEMEX ni el petróleo que todo es para favorecer los intereses de la nación (Si
como no).
Yo creo que la polémica será el pan de cada
día los meses siguientes (ah porque el gobierno pretende sacar esta reforma
antes que termine este año) luego la aprobación por los congresos estatales, la
legislación reglamentaria (secundaria) y todos esos brincos jurídicos que tienen
que realizar para salirse “legalmente” con la suya. Al final de cuentas de
consumarse este robo a la nación, este golpe mortal al pueblo de México, sería
como “ponerle otro clavo al ataúd”.
MIEMBRO ACTIVO FRECONAY A. C.- COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com
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