lunes, 4 de agosto de 2014

Una Página Nostálgica




JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
Agosto 4, 2014

Una  Página Nostálgica

Antes que nada, quiero hacer las aclaraciones pertinentes para evitar la posibilidad de ocasionar alguna confusión involuntaria. Me refiero a que no intentaré hacer un texto de corte histórico. Eso se los dejo a los expertos en la materia, como por ejemplo mis buenos amigos el historiador nayarita Enrique de Aguinaga Cortés y el cronista de Tecuala Ignacio Sánchez Betancourt. Es más preciso decir que se trata de recordar algunas páginas del viejo anecdotario, es decir, relatar una historia desde la perspectiva del recuerdo.

La idea es recordar aquellas viejas historias "tecualeñas" de hace casi cinco décadas, cuando ir a la playa de novillero era de verdad una auténtica aventura. No lo digo en el sentido turístico de saber que vas a visitar un bello lugar, en el que disfrutarás de una de las playas más extensas del mundo y todo lo que eso implica, sino que me refiero específicamente a las vicisitudes del viaje en sí.

Antes de que fuera construido el puente para cruzar el brazo de mar que se conoce como "La Barra" o Puerta del Río, los vehículos, particulares y de transporte público, se trasladaban a bordo de una especie de barcaza que conocíamos como "chalán". Éste era un armatoste metálico, como una plataforma, en la que además de los coches, camionetas, camiones y autobuses de pasajeros llamados "corridas", se trasladaba a un gran número de personas.

Nada era como es hoy. La famosa Playa de Novillero en Tecuala, se ubica a unos veinticuatro kilómetros de distancia de la cabecera municipal. Actualmente se emplean entre quince o veinte minutos para llegar a ese paraíso tropical, por una carretera tipo "C", con un carril de ida y uno de vuelta. En aquellos tiempos el camino estaba lleno de baches, era mucho más estrecho y por supuesto que no existía el puente.

En temporada baja quizá no había mucho problema porque el tránsito local era muy escaso, así como el turismo municipal y regional que visitaba aquella zona. Pero todo cambiaba en la temporada alta que normalmente era la Semana Santa. Se empezaban a ver vehículos con placas del Distrito Federal, Sinaloa, Jalisco y USA, principalmente y el movimiento poblacional y comercial se acentuaba considerablemente.

Era muy usual que familias enteras viajaran en camionetas de "redilas" (camioncitos de tres toneladas de capacidad con caja de madera), algunos tenían sus coches, otros lo hacían en coches de sitio (taxis) y los menos agraciados en el "democrático" autobús o "corrida" que por cierto en esos años eran muy sui géneris, eran unos camiones con asientos muy peculiares fabricados de manera "hechiza" con tubos de fierro, con hule espuma forrado de vinil; y lo más espectacular es que eran abiertos, no tenían ni ventanas, muchos menos cristales, a lo más que llegaban era tener unas cortinitas de plástico que podían enrollarse o bajarse según las circunstancias. Era evidente que no se necesitaba aire acondicionado, pues con la velocidad entraba el viento por todos lados, de ahí que esos típicos medios de transporte eran llamados "tropicales". 

Era todo un reto llegar hasta la barra. Pero, una vez ahí iniciaba otra etapa del viaje que consistía en esperar, esperar y esperar. El "chalán" tenía capacidad para un autobús y dos coches chicos o cuatro camionetas o seis carros chicos o algo así. Alrededor de ese estacionamiento flotante se subían decenas de personas para cruzar el ancho brazo de mar. Recuerdo que nos entreteníamos, durante los aproximadamente quince minutos que tardaba en cruzar, echando migajas de pan o trocitos de tortilla a los numerosos cardúmenes de peces que se peleaban por obtener el bocadillo, al grado que hasta se dejaban ver, saltando acrobáticamente.

Otro de los espectáculos gratuitos que entretenían a la clientela naval era ver a los intrépidos nadadores que emulando a Tarzán, en los viejos tiempos o Michael Phelps en los modernos, se arrojaban al agua y a pesar de la fuerza de la corriente lograban llegar al otro lado. Aún recuerdo a uno que no salió más a la superficie.

Pero regresemos al momento antes de cruzar la barra. En semana santa, las filas de vehículos que esperaban ser pasados al otro lado, llegaban a ser hasta de diez kilómetros. Por esa razón el tiempo de espera a veces era de varias horas. Pero los mexicanos siempre tenemos respuesta a todo. Por esa razón, en esa zona empezaron a proliferar las vendimias de pescado tatemado, ostiones, jaibas y otros mariscos. Más tarde construyeron unas enramadas de palapa, pusieron mobiliario para que la gente descansara mientras llegaba su turno, luego vendieron cerveza y así nacieron los primeros "botaneros" en la barra. Posteriormente esos sitios se hicieron tan populares por sus exquisitas botanas y la introducción de grupos musicales, norteños primero y luego las bandas.  Así pues, la espera dejó de ser aburrida y las personas se la pasaban tan bien en esos "botaneros" que a veces ya ni llegaban a la playa, que estaba a tan sólo cuatro kilómetros. De ahí se regresaban ya bien comidos y bien bebidos, además de que lo bailado ya quien se los quitaba.

Llegaron a ser tan famosos estos lugares, que se convirtieron en un jugoso negocio para los locatarios que tuvieron durante años esta fuente de trabajo. Cuenta la leyenda que muchos de ellos pusieron trabas al proyecto de construcción del famoso puente, porque sabían que con éste ya los turistas cruzarían como de rayo la barra y no pararían hasta llegar a la playa, lo que significaba el fin de sus negocios, como finalmente ocurrió eso al paso de los años.

Existen muchos mitos alrededor de este famoso puente. Dicen que murieron muchos hombres durante su construcción, entre ellos algunos buzos que colocaron los famosos pilotes subacuáticos, que fueron devorados por misteriosos peces monstruos que habitaban las oscuras profundidades de ese lugar. En fin, el pueblo mexicano es fanático de tejer interesantes leyendas. No dudo que en todos esos relatos se entrelaza la realidad y la fantasía. Pero, ¿Qué sería de un pueblo sin historias que contar?


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