JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
"El arte de envolver regalos"
Recientemente
recordaba un pasaje de "mis andares" por el mundo del periodismo. Me situaba ante
la cátedra sencilla, amena e inmensamente productiva de mi admirado Humberto
Musacchio.
El lugar,
un espacio académico de la Universidad de Guadalajara, el evento, un taller de
ortografía y redacción para periodistas impartido precisamente por el maestro
Musacchio, uno de los máximos exponentes del periodismo cultural en México. En
esa invaluable oportunidad, quizá única, de convivir de manera directa,
personal, con tamaña figura del mundo de la comunicación, fue cuando entendí lo
que me faltaba por hacer.
Lo dijo
como un consejo para el reducido grupo de alumnos en el taller y me lo dijo
individualmente más tarde, en una de esas conversaciones que parecen de banca
de jardín público, pero que para mí significaba mucho, de cara al futuro dentro
de esta preciosa actividad.
Él decía
que ser comunicador era algo muy bonito, que el periodismo era una actividad
muy interesante y que a veces parecía que uno podría trascender de verdad. Pero
por más artículos que publiques en los diarios, importantes o pequeños, por
muchos textos que lean cientos o miles de personas, por más que éstas los
comenten y te feliciten, cuando te vayas poco quedará de ti. Desde su punto de
vista, la única forma de lograr trascender y llegar a más lectores y que ellos
se acuerden de ti es escribiendo libros.
Desde
entonces, ya hace tres años, ha dado vuelta en mi cabeza esa idea, la
maravillosa idea de escribir libros. Primero pensé que eso sólo podía ser un
“sueño guajiro”, quizá por eso se me fue olvidando paulatinamente. Luego
sobreviene una carga importante de actividades, compromisos y retos. La idea se
aleja un poco más. Pero es a través de esta trinchera, de estas líneas que en
este preciso instante estás leyendo, de donde proviene de nuevo la inquietud, se
reaviva la imagen y las palabras del maestro Musacchio. Parece que escucho sus
tranquilas pero contundentes palabras: “Al final volteas hacia atrás y no
dejaste ninguna huella”.
Sin
duda que el contacto personal con ese gigante del periodismo cultural en
México, excelente escritor y gran ser humano, me dejó una profunda motivación.
Desde aquel evento, el “II Encuentro Internacional de Periodistas”, al que tuve
el privilegio de asistir, algo sucedió en mí. Siempre creí que la inquietud y
el deseo de trascender quedaron sembrados en mí. Sin embargo, todo pudo quedar
ahí aletargado, quizá para siempre, cosa que afortunadamente no sucedió.
Actualmente
estoy más que convencido en llevar a cabo ese proyecto tan anhelado. Debo
reconocer que esa fuerza de rescate, nació de la más profunda motivación que me
han regalado mis amables lectores. Quiero agradecer a los hombres y mujeres,
que con sus maravillosos comentarios acerca del alcance literario de mis
artículos, han logrado fortalecer mi convicción de aceptar el reto. Son
precisamente esos comentarios que he recibido de mi audiencia, de la que no conozco
su dimensión pero si su sinceridad, los que me hacen creer que puedo ofrecer una
narrativa con la calidad suficiente para causar los efectos del placer estético
y la volatilidad de la imaginación que el lector busca en un texto.
Me
atrevo a asumir el reto porque muchas personas me lo han solicitado y se han
comprometido a apoyarme en este viaje a través del incomparable mundo de las
letras y la imaginación. Existen lectores que han seguido mis artículos durante
varios años, y son precisamente ellos los que más han insistido en esa
petición, pero también están en esta pícara complicidad algunas personas que recientemente
se han integrado a este modesto círculo de seguidores, a quienes agradezco
también su alentador apoyo.
Quizá
no sea esta una noticia bomba, también reconozco que hay muchos temas de
actualidad que esperan ser tratados por esta pluma ávida de actividad, pero en
reconocimiento a esa insistencia, al detalle tan importante de ese acercamiento
que me brindaron mis lectores, algunos de manera personal y otros a través de
sus mensajes y comentarios en las redes sociales, consideré oportuno, después
del receso obligado por la temporada vacacional, compartir esta situación, este
proyecto conjunto, y propiciar también una nueva oportunidad de establecer un
diálogo cordial y abierto con la audiencia, que finalmente es la parte
fundamental de este propósito.
Por
supuesto que espero opiniones y sugerencias sobre las temáticas que les
gustaría leer, díganme si creen que el campo más favorable para mi pluma serían
los cuentos, aunque creo que de esos ya estamos más que surtidos por la labia
desbocada e irresponsable de nuestro señor gobernador. Tampoco creo que sea
sano escribir novelas de caballería porque ya estamos hasta el gorro de
caballos, mulas y uno que otro viejo buey. Quizá la historia de un indio
totonaca que le corría atole por las venas y que se convierte en virrey, aunque
creo que se notaría de quien estaríamos hablando.
En fin,
yo creo que este maravilloso mundo es un formidable catálogo de opciones
temáticas. Puedes encontrar de que escribir con sólo cerrar los ojos o
abrirlos. Lo mismo encuentras de frente la negrura abismal de la conciencia de
un político de pacotilla que la natural generosidad de la gente del campo. Igual
de fácil es encontrar de frente la tierna e inocente sonrisa de un niño que la
putrefacta iniquidad de un pederasta depredador. Estamos pisando el suelo de un
mundo donde todo es posible. Vivimos con diario disimulo una historia de miedo.
Creemos en el amor y la esperanza como los antídotos perfectos a la maldad,
pero no los usamos, dejamos que sigan guardados en nuestra desvencijada alacena.
O guardamos esa pócima mágica en un frasquito frágil, lo envolvemos en algodón,
pero para protegerlo lo ponemos en la bolsa más rota de nuestro pantalón.
Es
impresionante el universo de posibilidades cuando se trata de escribir una
historia. Existen opciones a cada paso, en cada momento, a la vuelta de la
esquina, en el mar, en el cielo y en la tierra. Los elementos de tu historia siempre
están al alcance de la mano, así como la naturaleza, lo único que varía es la
forma en que cada quien se apropia de ellos y como los envuelve para regalarlo
a sus lectores. Eso en términos de literatura se podría decir que sería una
forma de definir el estilo de cada escritor. Y hay que tener mucho cuidado,
mucha sensibilidad y mucha pasión al envolver esos regalos porque lo ideal es
que los lectores siempre encuentren una agradable sorpresa al abrirlos.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.
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