jueves, 23 de agosto de 2018

"Vecinos Ruidosos"



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Vecinos Ruidosos"


Desde hace algunos días tenía la inquietud de investigar acerca del Reglamento de Policía y Buen Gobierno del Municipio de Tepic, Nayarit, y la noche del viernes me puse a indagar en internet. Realicé un rastreo intensivo en muchos sitios en los que suponía habría todo un seguimiento cronológico de este tipo de documentos, en el entendido que, por la constante evolución de las sociedades contemporáneas, se tendrían que ir actualizando a los nuevos tiempos. En especial me interesaba conocer a fondo o verificar si tenía razón en que existen reglas claras respecto a las incomodidades que nos ocasionan en determinados lugares y momentos los fastidiosos “vecinos ruidosos”.

Seguramente existen variantes de este tipo de vecinos. Yo me refiero particular y exclusivamente a los vecinos que hacen mucho escándalo, principalmente por las noches, cuando se ponen tremendas “guarapetas” acompañados de un escándalo musical, según nuestra apreciación, porque según la de ellos, (los vecinos y sus “agradables” invitados) nosotros resultamos beneficiados con el acariciante concierto de voces educadas a la alta escuela que nos endilgan un recital que suele durar hasta altas horas de la madrugada.

Esta noche no fue muy afortunada para el intento de convertirme en un experimentado investigador cibernético. Las cosas no resultaron muy propicias para ello. Primero, se desató una fenomenal tormenta como hacía tiempo no veía una. De pronto me figuré que esa sorpresiva tromba, era el bramido desesperado de una gigantesca bestia que se balanceaba de manera torpe, errática, al sentirse maltratada y acosada por la especie humana. El atardecer no sugería que llegaría ese torrencial aguacero, aunque el bochornoso clima de horas atrás lo hubiera insinuado. En verdad fue algo fuerte. Aunque parezca una frase hecha diré que lanzó “rayos y centellas”, parecía un diabólico coctel de truenos y agua a raudales, incesantes relámpagos que dibujaban fantasmagóricas figuras en la negrura de un cielo que parecía molesto consigo mismo. Luego el golpeteo iracundo de un granizo aporreador y el resoplido sólido y furioso de un viento omnipotente que derrumbó árboles y anuncios espectaculares.

Me brinqué de párrafo, en una inútil suposición que todo había terminado, pero no. Aún faltaba algo, como para “cerrar con broche de oro”, Sí, adivinaron, se fue la luz, y consecuentemente el servicio de internet quedó más trunco que nunca. Aunque vale la pena señalar que el frágil servicio que proporciona la empresa “Megacacable” (no es error de escritura, es un adjetivo incluido en el nombre) ya estaba fallando desde antes que se viniera el diluvio mencionado. Pero, al menos por esta vez, tuvieron el pretexto perfecto para allanar las copiosas quejas de los sufridos usuarios.

El punto es que no hubo condiciones para realizar la exhaustiva búsqueda que tenía proyectada. La idea original era documentarme para, por un lado informar a ustedes con datos en la mano, y por otro, usar el recurso encontrado cuando ya de plano no aguantara los guturales cánticos de mis vecinos y de sus asiduos invitados al reventón. Debo decir que no fue del todo infructuoso el intento de investigación, ya que pude acceder a un documento que se denomina: REGLAMENTO DE POLICÍA Y BUEN GOBIERNO PARA EL MUNICIPIO DE TEPIC, NAYARIT TEXTO VIGENTE, mismo que en el TÍTULO SEGUNDO CAPÍTULO PRIMERO: CONTRAVENCIONES A LA SEGURIDAD Y AL ORDEN PÚBLICO y específicamente en su ARTÍCULO 49., señala que, “Son faltas punibles a la seguridad y al orden público; y cita un sinfín de causales, pero la que a mí me interesaba es justamente la que establece la fracción XXXIV, que dice a la letra: “Turbar la tranquilidad de los que trabajen o reposen, por medio de ruidos o gritos escandalosos o estridentes” Eso era lo que necesitaba, había iniciado con el pie derecho, pero hasta ahí llegó la caminata, ya no pude ir más allá. La duda quedó anidada en mí, porque vi, al final del documento, que se había publicado en el año de mil novecientos noventa y cinco. Pensé, ¿seguirá vigente? No pude corroborarlo.

Después de la tempestad viene la calma, reza el viejo refrán, y esta vez no fue la excepción, aplicó perfectamente bien. Olvidé todo aquello de los reglamentos, los métodos y técnicas para contrarrestar vecinos ruidosos. A pesar de estar ya en un trance casi celestial, completamente relajado, vinieron en tropel a mi mente una serie de situaciones teatrales o cinematográficas, en las que se reproducían escenas muy similares a las que aspiraba realizar. En una de ellas, aparecía su servidor con un mostacho al estilo de Mario Bros, pero con una capa negra y un tremendo revólver. Con una hilarante expresión y al punto del paroxismo, apuntaba con atención a la vibrante bocina negra del vecino y con dos disparos precisos quedaba hecha añicos, humeante y completamente muda.

En otra escena, supongo que, además de hipotética, era solo un artilugio de mi desenfrenada imaginación vengativa, aparecía yo mismo, elegantemente vestido, otra vez de negro, conduciendo una gran camioneta con una bocina del tamaño de la caja de carga de mi vehículo. Calculaba que el tamaño de mi bafle era por lo menos cinco veces el tamaño del que tocaba el vecino. Conducía en reversa y colocaba la bocina de frente a la casa (los vecinos “pisteaban” afuerita de ella), encendía mi aparato de sonido y le abría todo el volumen. Nomás veía como les volaban las greñas a los cuatro émulos del potrillo Fernández, el ruido ensordecedor era como los truenos de la tormenta de hoy, y el viento de la bocina los hacía tambalear, me sentí inmisericorde y le subí más al control y sólo me detuve hasta que la casa empezó a desmoronarse cual polvorón casero del día anterior. Me reía como pocas veces, como si estuviera viendo una película de Cantinflas o de Tin-Tán.

Reí para mis adentros, como loco, como siempre, y en ese instante de gracia, en el que la felicidad me visita espontánea y cordial, en ese momento en que sonrío sin causa aparente, me puse a pensar si no era una buena idea, presentarme ante el vecino, cuando estén en el momento más apoteósico de su show, cuando se imaginan que el público los aplaude hasta sangrar las manos, y pedirle de manera amable y comedida que si puede bajar el volumen de su bocina porque necesitamos descansar. No será que estoy prejuzgando el carácter de mis simpáticos vecinos y sólo hiciera falta esa pequeña intención de mi parte, para solucionar esa molesta y frecuente situación. Quizá nos es descabellada la idea.

Esperaré el próximo concierto de la temporada (de seguro será mañana sábado) para experimentar la más lógica de las iniciativas, hablar con el vecino. Ya si no resulta y se molesta, o me “manda por un tubo”, pues entonces buscaré nuevas técnicas para el efecto. Ya en el último de los casos, si no resultare ninguno de los métodos usados, pues al menos que me permitan regalarles una beca para que estudien solfeo en la Escuela Superior de Música, porque, así como cantan, me recuerdan mucho mi vida en el rancho, cuando tenía que destrabar a los marranitos que se atoraban en los cercos de alambre de púas.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO EN LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.

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