jueves, 28 de marzo de 2019

"La Forma del Agua"



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"La Forma del Agua"


Cuando escribo este texto se está celebrando el “Día Mundial del Agua”. Esta fecha fue consagrada desde el año de 1993 por la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas. La idea era, o sigue siendo, una especie de oportunidad para la reflexión, la concientización acerca de lo que está sucediendo respecto a este recurso natural, sin duda el más importante para la vida, y también como una oportunidad de proponer medidas y formas de conservarlo.

De acuerdo con los criterios habituales, que no formales, para el manejo de los términos celebración y conmemoración, donde el primero significa festejo y el segundo evocar un hecho trágico, es motivo de alegría que, aunque no estamos muy lejos de ello, estemos aún celebrando y no conmemorando ese día, porque de hecho, tratándose del agua, no habría quien pudiera hacer una cosa u otra si ésta se agotara, como parece ser que sucederá si no cambiamos nuestras viciadas prácticas en torno al uso responsable del preciado líquido.

Existen datos escalofriantes en torno al agua dulce disponible en el mundo. Ya lo escribía en un artículo de hace casi seis años, que aunque tenemos un planeta que tiene sus tres cuartas partes cubiertas de agua, eso no significa mucho si consideramos que apenas el uno por ciento es de agua disponible y apta para el consumo humano. También decía en esa ocasión que, para que la gente entienda un poco mejor este asunto o perciba en su exacta dimensión el problema, vamos a decir que si el agua que existe en el planeta lo pusiéramos en una cubeta, la proporción de agua para consumo humano equivaldría a UNA CUCHARADA de esa cubeta, una cucharada sopera sacada de esa cubeta, sería lo que tendríamos la humanidad entera para consumir. ¿No es acaso un dato escalofriante, esa analogía?

Ese dato, por sí solo, debería ser suficiente para pesar en la conciencia de las personas que habitamos este descompuesto mundo, pero se nota de sobra que no es así. Al menos en México, me consta que lo que menos tenemos es conciencia. Tal parece que no nos damos cuenta del riesgo tan amenazador que corremos con respecto a perder nuestro planeta y perdernos a nosotros mismos. Vivimos en un mundo que parece irse al carajo y no nos importa. Seguimos siendo expertos depredadores de la fauna y la flora. Ni siquiera puedo recordar el número de especies a las que hemos condenado a la extinción, pero sí son muchas y eso es para darnos vergüenza, pero al parecer ni la conocemos, como diría mi madre. Nada nos apena ni nada nos asombra. Hemos sobrepasado los límites de la dejadez, el valemadrismo y el más depurado de los cinismos. Seguimos talando árboles de manera clandestina, anteponiendo el lucro a la supervivencia, seguimos contaminando el aire, el mar, el río, el campo y la montaña.

Según nada nos asusta, como si de verdad fuéramos tan valientes. Como si quisiéramos aparentar o apantallar, al más típico estilo de los brabucones del estereotipo antiguo del mexicano. Que te digan que se va a acabar el mundo si sigues contaminando y a ti te valga un comino, no es valentía, es un vulgar desatino y una increíble irresponsabilidad. Todo lo tomamos a broma. Pero hay cosas con las que no se puede jugar. Una de ellas es la naturaleza que, además de cobrarnos la factura con intereses, es el hogar de las generaciones que vienen detrás de nosotros. ¿Cuánto tiempo más podrá soportar el mundo todo el daño premeditado que le estamos haciendo? Esta no es ya una pregunta reflexiva o  existencial, es una pregunta que tiene más de una respuesta y la mayoría coincide en que de seguir así, se empezarán a ver los síntomas agudos en poco más de una década y eso, eso no está nada de lejos, de hecho es un plazo que está a la vuelta de la esquina. La gente parece no darse cuenta de eso y si lo hacen lo toman a broma, repito. Si tú les hablas del “Calentamiento Global” muchos creen que les estás diciendo que nos pongamos cachondos todos, y pues así, no es la cosa.

La situación está para espantar al más pintado, y los esfuerzos, loables muchos de ellos, no son suficientes. Las organizaciones mundiales de países se han puesto al frente en este problema tan grave de la escasez del agua. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) mediante la coordinación con organizaciones centralizadas, el Fondo de las Naciones Unidades para la Infancia (UNICEF), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Consejo de Agua del Mundo y otras sociedades independientes, trabajan en acciones relativas al tratamiento del agua, la calidad del agua potable, la prevención del cólera, gestión de los recursos hídricos, etc.

En el ámbito nacional se ha trabajado en esos mismos aspectos. Incluso en el año 2012 se emitió un decreto para reformar el artículo 4° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para garantizar el derecho al agua en nuestro país. A la letra, el párrafo adicionado, dice:

Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho y la ley definirá las bases, apoyos y modalidades para el acceso y uso equitativo y sustentable de los recursos hídricos, estableciendo la participación de la Federación, las entidades federativas y los municipios, así como la participación de la ciudadanía para la consecución de dichos fines”.

Si se fijan, el párrafo adicionado habla del derecho que tenemos las personas mexicanas a disponer del vital líquido, estableciendo que es el Estado quien garantiza el derecho, y la ley la forma o bases de cómo los tres niveles de gobierno deberán complementarse para lograrlo. Hasta ahí todo parece bien, pero hay una última parte que dice la participación de la ciudadanía, ahí es donde está la clave para que los ciudadanos podamos apoyar en esta tarea trascendental de supervivencia humana, no sólo se trata de pagar el servicio del agua sino también realizar la inaplazable tarea de cuidarla. Sólo para ilustrar la gravedad de esto, daré los siguientes datos: en nuestro país el diez por ciento de personas no tiene acceso al agua potable, es decir entre 12 y medio y 15 millones padecen ese problema. ¿Qué tal si fueras tú el que está en esas cifras? Como ejemplo, podemos poner una cifra más para que se entienda esta situación. El consumo de litros de agua diario por persona recomendado por la OMS es de cien litros (100 litros) mientras que el consumo diario de un mexicano es de trescientos veintidós litros (322 litros). ¿Podrían encontrar la diferencia? (Fuente: Boletín del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, Manuel Perló. 22/03/19).

Pasaríamos a la siguiente cifra: EL 40 % del agua se pierde por fugas. Estadística espeluznante que balconea nuestra irresponsabilidad (gobierno/sociedad) y también alarmante el hecho que de 653 acuíferos que existen en México 105 están sobreexplotados. Situación que indica que poco a poco nos estamos quedando sin agua. Para finalizar, me permitiría reflexionar, haciendo esta pregunta. ¿Saben cuánto puede sobrevivir el ser humano sin beber agua? En promedio de 3 a 5 días. Ya siendo un poco benignos en la cifra, quizá en condiciones no tan graves, hasta 7 días.

Entonces, ¿qué tal si en vez de un día mundial del agua, le diéramos al mundo agua por muchos días, quizá por siempre? Ahí queda la reflexión, flotando en el aire. Y en el agua, también.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO EN LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.

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