jueves, 10 de septiembre de 2020

"Noche oscura"

 



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Noche oscura"



Veía sin un propósito concreto el cielo a través de mi ventana. La noche era más oscura que otras veces pero el viento fresco que mecía con benevolencia mis cabellos me hacía sentir bien. Eso hacía muy placentera la estancia en mi balcón en la pocas veces silente calle de mi casa.

De verdad que era muy raro no escuchar los frecuentes borlotes de los vecinos. Los adoradores de Baco que pululan en esas calles antes tranquilas, los reventones urbanos de los chicos de la noche y los que comparten sus bien entonadas voces regalando serenatas de ensueño a quienes nos convertimos en escuchas involuntarios y forzados. Pero esa noche era diferente a todas las anteriores. Era tranquila, profundamente oscura y fresca.

Aspiré con fuerza el aire con olor a tierra mojada que presagiaba una  lluvia inminente, sentía una extraña tranquilidad, me refiero a esa sensación de paz verdadera, la que sobrevuela alto, muy por encima de las angustias e incertidumbres de los futuros inmediatos. Una paz interior inusual en estos tiempos de pandemia con horizontes amenazantes de la supervivencia física y económica. Quizá todos los sucesos vividos en los últimos veces, los encuentros cercanos con la tragedia de la familia y los amigos, el sufrimiento de tantas personas, la sensación de inseguridad individual, familiar y social provocaron en mí una especie de zozobra asfixiante; de ahí la reacción simbólica de la necesidad de aspirar un poco de aire fresco.

Casi convencido de ese simbolismo aspiré de nuevo con fuerza el aire cada vez más fresco y cargado de humedad. Miré con detenimiento el cielo negro que circundaba mi vista balconera y me percaté que era más negro que momentos antes. Sentí una especie de aflicción al trasladar esa circunstancia atmosférica a la situación de la vida actual. Inevitablemente pensé que no podía ser más oscuro nuestro futuro. Entonces ocurrió lo inesperado. Una intensa incandescencia iluminó la lejanía frente a mis ojos, algo así como si un cometa cruzara en ese instante por el negro callejón de la oscuridad, quizá otra forma de explicarlo sería una estrella fugaz que ni tiempo dio de pedir el deseo. Luego de nuevo la luminosidad, otro resplandor intenso, otro y otro más hasta que casi se encadenaron cuando los intervalos fueron mínimos. De pronto en esa noche había ya más luz que oscuridad, el panorama cambió casi de manera inmediata. Eso me puso a pensar que así como cambió la noche, así podía cambiar nuestra vida, de la noche a la mañana, eso ya estaba siendo demostrado precisamente por el cambio drástico que vivimos desde hace medio año.

La noche se llenó de relámpagos y se hizo como de día. Entonces me puse a pensar que por más fantasmagóricas que se apreciaran esas luces intermitentes que, antecedían a un trueno como estertor de la tierra, servían para iluminar nuestras noches. Me quedé ahí de pie. Una brisa fina empezó a caer y yo la disfruté porque cortaba de golpe el bochorno que antes dominaba la escena nocturna. Fue gratificante esa sensación, me hizo pensar en que, aunque parezca un cliché, siempre vendrán tiempos mejores.

Me metí a mi recámara y abracé con ternura a mi esposa que dormía plácidamente. La sonrisa de su rostro parecía otra señal más de que siempre habrá mañanas y momentos mejores. Me acurruqué hasta que en algún instante me venció el sueño. 

Al día siguiente pude ver una larga serie de imágenes, la mayoría positivas. Hombres y mujeres en gran número luchando unidos por las causas primordiales, con señales inequívocas de solidaridad  y generosidad, poniendo siempre el espíritu humanitario por delante. Los partidos políticos sumándose al esfuerzo de los sectores públicos y sociales cediendo gran parte de sus ingresos presupuestales; los miembros de la clase política haciendo servicio comunitario sin tomarse fotos populistas y sin apresurarse en sus nuevas pretensiones electorales; la sociedad cuidándose escrupulosamente con los protocolos sanitarios indicados; el gobernador preocupado más por los ciudadanos que por sus negocios; Antonio Serrano aconsejando al gobernador que le pague los pendientes a los trabajadores del estado y los municipios; los servicios educativos en línea con cobertura total, incluidas las zonas marginadas.

Estaba sorprendido de lo bien que marchaban las cosas en Nayarit. Por fin superamos los problemas, los actuales de la emergencia y los anteriores a ella que también eran urgentes, aunque de otro tipo. Me dio tanto gusto ver las calles arregladas. Ya podíamos circular con seguridad, sin el riesgo de caer en algún bache tipo cráter, incluso circulando con tranquilidad en las noches, gozando de los hermosos alumbrados públicos que semejaban días soleados.

Estaba a punto de agradecer a Dios por permitirnos llegar a tal éxito y —por qué no— escribir unas cartas de felicitación a esos empeñosos, íntegros y visionarios políticos que usaron su sabiduría, su honestidad y empatía por sus conciudadanos, cuando de pronto escuché el pregón del vendedor de agua con su estridente bocina que ofrecía su maravilloso producto líquido: ¡Agua la Gotita! Fue entonces que abrí mis cansados ojos, empecé a ubicar mi situación y cuando llegó la sangre a mi cerebro me percaté que todo había sido un bonito sueño. La realidad seguía siendo amenazadora y peligrosa, como una auténtica noche oscura.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.

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