lunes, 24 de octubre de 2022

"A la orilla del mar"

 




JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"A la orilla del mar"

Hacía varios meses que no viajaba allende las fronteras de mi estado, pero el destino y una invitación del Instituto Municipal de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán, me pusieron hace unos días en el exuberante estado vecino de Sinaloa.

 Creo que todos los viajes valen la pena, pero este fue con etiqueta especial ya que tuve la oportunidad de participar en la cartelera de un prestigioso evento con casi tres décadas de tradición en el bello puerto sinaloense, el Festival Cultural Mazatlán 2022, presentando mi novela más reciente: “El regreso”.

 El evento principal, la presentación a cargo de la Maestra Guadalupe Veneranda Páez Tejeda, destacada impulsora de la literatura, mujer muy reconocida en el medio cultural, estaba calendarizado a las seis de la tarde del día jueves 13 de octubre, pero mi esposa y yo viajamos desde la mañana del miércoles 12, porque había aceptado participar en otra actividad literaria consistente en una charla de narrativa con alumnos del taller de literatura dirigido por la Maestra María Muñiz, quien fue la promotora cultural que me hizo la invitación a participar en los “jueves Literarios” del mencionado festival.

 Todo salió a pedir de boca. Una vez que dejamos atrás los terrenos nayaritas, empezamos a recorrer las primeras localidades sinaloenses, empezando por “La Concha” y “Copales” empecé a notar un cambio en la morfología de los terrenos, al principio no tan marcadas las diferencias pero sí un tanto en la vegetación. Después de pasar por Acaponeta, los escenarios me parecieron menos verdes y los caminos un poco desiertos. Así fuimos poco a poco devorando kilómetros, pasamos Escuinapa, Rosario y al mediodía estábamos entrando en el majestuoso puerto. Ahora solo quedaba buscar el Hotel Boutique Melville, lugar donde seríamos alojados por gestión del instituto anfitrión.

 Después de unas pocas escaramuzas por el malecón, localizamos el hospedaje. Una casona de tipo colonial de dos plantas como aquellas que poseían los viejos hacendados. Recámaras enormes con amplias estancias y menaje de sala, comedor y cocina que incluía excelente refrigerador, estufa, licuadora y otros enseres propios de la misma. Era más que evidente que debido al plan de viaje lo menos que íbamos a hacer sería ¡Cocinar! Pero no deja de ser atractivo para quienes sí desean una estadía familiar, con todo lo que eso implica. Por lo demás la habitación que nos brindaron cuenta con todos los servicios necesarios, aire acondicionado y ventilador de techo, una amplísima cama con espacio hasta para acampar o hacer cualquier otra actividad (los maliciosos y maliciosas tendrán ahora mismo una sonrisa socarrona en sus rostros) y un cuarto de baño muy cómodo.

 Cuando me dijeron el nombre del hotel pensé: “qué coincidencia, tiene el mismo nombre de aquel ilustre escritor que escribió la famosa novela Moby Dick”, pero no, no era una coincidencia, el hotel lleva ese nombre en alusión directa al novelista, ensayista y poeta neoyorkino: Herman Melville. No había estado en un hotel que poseyera un formato tan especial, tan motivador para un humilde escribano como su servidor. Me refiero a que cada habitación tiene en el exterior su placa con el nombre de un escritor famoso. Los hay mexicanos y extranjeros, nosotros estuvimos alojados en la que hace homenaje al ilustre poeta, médico y diplomático jalisciense Enrique González Martínez y estuvimos muy cerca de la que rinde honores a nuestro poeta mayor nayarita Amado Nervo, ambas en la planta alta del singular edificio habitacional.

 Otro de los atractivos del lugar donde pasamos varios días es su ubicación a dos cuadras del famoso malecón, en otra dirección y por la misma calle Constitución a cuadra y media accedíamos a la imperdible, histórica y encantadora Plaza Machado, lugar donde se dan cita los turistas nacionales y extranjeros a disfrutar de diversas expresiones artísticas, principalmente grupos musicales que deleitan a las personas que asisten a restaurantes, bares y cafeterías, entre otros lugares que se ubican en su entorno. Nada de qué preocuparnos, incluso la histórica Casa Haas, lugar donde presentamos mi obra literaria más reciente, estaba a mi alcance con solo caminar tres pequeñas cuadras.

 Nada de que lamentarnos, fue un viaje redondo en el más amplio de los sentidos. Se lograron los objetivos y se cumplieron las expectativas. Siempre será motivador que las instituciones y los personajes culturales aprecien y promuevan el trabajo de los escritores. Por esa razón, hago propicio este comentario para agradecer de manera sincera a todas las personas que formaron parte de esta nueva aventura literaria. Entrego mi afecto y reconocimiento al Instituto Municipal de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán, desde su Director General, el Lic. José Ángel Tostado Quevedo, la Directora Artística, Maestra Zoila Fernández Fernández, mi presentadora Maestra Guadalupe Veneranda Páez Tejeda, la moderadora Maestra María Muñiz, al área de comunicación que se encargó del evento, el colega columnista y reportero Javier Solís Morales y su compañera fotógrafa, de quien no registré su nombre, además de muchos nuevos amigos como los alumnos del taller de literatura, Martha Julia, Antonio y Mariano; Sergio, el esposo de la Maestra Veneranda, la poeta Paula Calzada, nuestro enlace del instituto Edith, nuestra anfitriona en el hotel, Verónica Tostado y, por supuesto, Germán Méndez Lugo y su compañera Lucía. Saludo especial a mi entrañable amigo y compadre Gerardo Camacho y su esposa Oliva Castro, quienes viajaron desde La Reforma, Sinaloa para acompañarnos en el evento y compartir con nosotros. En fin, gracias a Dios y gracias a la vida que me han dado tanto.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.

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