miércoles, 23 de septiembre de 2015

NIÑOS ¿DIFERENTES?



NIÑOS ¿DIFERENTES?

Catalogar a un ser humano porque no se asemeje a nosotros, trae como consecuencias, en el menor de los casos, que se reflejen diferencias, las cuales tarde o temprano se ‘convertirán’ en una situación más difícil de sobrellevar.  Convivir con los demás no es fácil, y si a ello le agregamos que algunas personas pueden ser ‘diferentes’ o con ‘capacidades diferentes’, entonces consideramos que puede llegar a surgir un problema…

Agradeciendo los correos electrónicos que nos hacen llegar, humildemente nos permitimos reproducir uno que, en lo personal, nos llenó de emoción, toda vez que hemos tenido la fortuna de convivir con niños “diferentes”, que, a decir verdad, no son más que unos niños en cuerpos de gente mayor, que tienen capacidades específicas bastante desarrolladas con respecto a muchas personas “normales” que conocemos. He aquí el texto:

En una fiesta organizada en una escuela de niños con capacidades especiales, el padre de un estudiante pronunció un emotivo discurso que nunca será olvidado por las personas que lo escucharon.

Después de felicitar a la escuela y a todos los que trabajan en ella, este padre hizo el siguiente razonamiento:

-Cuando no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, el orden natural de las cosas alcanza la perfección. Pero mi hijo, Herbert, no puede aprender como otros niños lo hacen. No puede entender las cosas como otros niños. ¿Dónde está el orden natural de las cosas en mi hijo?

La audiencia quedó impactada por la pregunta.

El padre del niño continuó diciendo:

-Yo creo que cuando un niño como Herbert, física y mentalmente discapacitado, viene al mundo, una oportunidad de ver la naturaleza humana se presenta, y se manifiesta en la forma en la que otras personas tratan a ese niño.

Entonces contó que un día caminaba con su hijo Herbert cerca de un parque donde algunos niños jugaban béisbol. Herbert le preguntó a su padre:

-Papá, ¿tú crees que me dejen jugar?

Su padre sabía que a la mayoría de los niños no les gustaría que alguien como Herbert jugara en su equipo,  pero el padre también entendió que si le permitían jugar a su hijo, le darían un sentido de pertenencia muy necesario y la confianza de ser aceptado por otros, a pesar de sus habilidades especiales.

El padre de Herbert se acercó a uno de los niños que estaban jugando y le preguntó (sin esperar mucho) si  Herbert podría jugar.

El niño miró alrededor por alguien que lo aconsejara y le dijo:

-Estamos perdiendo por seis carreras y el juego está en la octava entrada. Supongo que puede unirse a nuestro equipo y trataremos de ponerlo al bate en la novena entrada'.

Herbert se desplazó con dificultad hasta la banca y con una amplia  sonrisa, se puso la camiseta del equipo mientras su padre lo contemplaba con lágrimas en los ojos por la emoción.

Mientras Herbert se sentaba entre el grupo de los que esperaban su posibilidad de jugar, su padre lo contemplaba. Los otros chicos notaron algo muy evidente: la felicidad del padre cuando su hijo era aceptado.

Al final de la octava entrada, el equipo de Herbert logró anotar  algunas carreras pero aún estaban detrás en el marcador por tres.  Al inicio de la novena entrada, Herbert se puso un guante y jugó en el jardín derecho.

Aunque ninguna pelota llegó a Herbert, estaba  obviamente extasiado sólo por estar en el juego y en el campo, sonriendo de oreja a oreja mientras su padre lo animaba desde las graderías.

Al final de la novena entrada, el equipo de Herbert anotó de nuevo. Ahora con dos 'outs' y las bases llenas la carrera para obtener el triunfo era una posibilidad y Herbert era el siguiente en batear.  Con esta oportunidad, ¿dejarían a Herbert batear y renunciar a la posibilidad de ganar el juego? Sorprendentemente,  Herbert estaba al bate.

Todos sabían que un solo 'hit' era imposible porque Herbert no sabía ni cómo agarrar el bate correctamente, mucho menos pegarle a la bola.

Sin embargo, mientras Herbert se paraba sobre la base, el 'pitcher', reconoció que el otro equipo estaba dispuesto a perder para brindarle a Herbert un gran momento en su vida, se movió unos pasos al frente y tiró la bola muy suavemente para que Herbert pudiera al menos hacer contacto con ella.

El primer tiro llegó y Herbert abanicó torpemente y falló.  El 'pitcher' de nuevo se adelantó unos pasos para tirar la bola suavemente hacia el bateador.  Esta vez Herbert abanicó y golpeó la bola tan suavemente que ésta cayó justo enfrente del 'pitcher'.

El juego podría haber terminado. El 'pitcher' podría  haber recogido la bola y haberla tirado a primera base.

Herbert hubiera quedado fuera y habría sido el final del juego. Pero, el 'pitcher' tiró la bola muy alto sobre la cabeza del niño en primera base, fuera del alcance del resto de sus compañeros de equipo.

Todos los espectadores en las graderías y los jugadores de ambos equipos empezaron a gritar 'Herbert corre a primera base, corre a primera' nunca en su vida Herbert había corrido esa distancia, pero logró llegar a primera base. Corrió justo sobre la línea, con los ojos muy abiertos y sobresaltados.

Todos gritaban, '¡Corre a segunda, corre a segunda!'. Herbert, recobrando el aliento, corrió con dificultad hacia la segunda base.

Para el momento en que Herbert llegó a segunda base el niño del jardín derecho tenía la bola. Era el niño más pequeño en el equipo y sabía que tenía la  oportunidad de ser el héroe del día. Sólo tendría que tirar la bola a segunda base, pero había entendido las intenciones del 'pitcher' y la tiró demasiado alto, por encima de la cabeza del niño en tercera base.

Herbert corrió a tercera base mientras que los corredores delante de él  hicieron un círculo alrededor del 'home'.

Cuando Herbert llegó a tercera, los niños de ambos equipos, y los espectadores, todos, estaban de pie gritando '¡corre a  'home'! corre'.

Herbert corrió al 'home', se paró en la base con sus brazos en alto, rebosando felicidad, giró la cabeza mirando a su padre... mientras (cosa extraña) los jugadores de ambos equipos lo vitoreaban y abrazaban como el héroe que bateó el 'grand slam' y ganó el juego para  su equipo.

-Ese día, -dijo el padre con lágrimas bajando por su rostro-, los niños de ambos equipos se confabularon dándole a este mundo una muestra de verdadero amor de Dios.

Herbert no sobrevivió otro verano. Murió ese invierno, sin olvidar nunca haber sido el héroe y haber hecho a su padre muy feliz, haber llegado a casa y ver a su  madre llorando de felicidad y ¡abrazando a su héroe del día!

¡¡Bendiciones a todos!!

** MIEMBRO FUNDADOR DE FRECONAY, A.C.**


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