miércoles, 25 de noviembre de 2015

"Pepito el de los cuentos"


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita



"Pepito el de los cuentos"



La maestra Elba estaba muy enojada con el más desobediente, grosero, mentiroso e impertinente de sus alumnos. El clásico niño “destrampado”, “desmadroso”, hipócrita, taimado, lisonjero, mentiroso y.. .uf, permítanme un poco de tiempo para seguir con el currículum de este pueril espécimen que tiene una fama impresionante.

Ya, ya descansé. Seguiría con esta presentación, y créanme que lo haría con todo gusto, si no fuera porque tengo que asumir la responsabilidad de dejar las cosas muy claras, tan claras como el lector lo merece.

Sería difícil pensar que alguien no conociera las andanzas de “Pepito”. Sí, Pepito, el de los cuentos. Creo que es un personaje que se conoce en todo el mundo, sobre todo en los lugares y ámbitos donde el cotorreo, el albur y el chiste son el pan de cada día. Es evidente que hablo de “Vulgaria”, un importante país de “Europa Occipital”, porque aquí en Latinoamérica sería casi imposible que pasara algo así, mucho menos en México.

En este preciso instante recuerdo que tengo un tema que tratar y poner a la distinguida consideración de mis lectores. Es cuando necesito volver a ese difícil punto donde convergen la penosa necesidad de tocar base en la realidad, sin dejar de lado la fascinante sensación de envolverme en el sutil, abstracto y fascinante mundo de la imaginación. Gran dificultad, punto cercano a lo imposible. Es difícil separar a dos vecinas que han vivido siempre una al lado de la otra. Cada vez estoy más convencido de lo que siempre he comentado a través de estas modestas opiniones. No tendría sentido hablar de cosas meramente técnicas, científicas, puras, lineales, directas, sin tocar el punto de convergencia en el que se abrazan amistosamente el rigor de la ciencia con la espontaneidad y la magia de lo fortuito y lo cotidiano. (Si no te regresas y lees este último párrafo de manera pausada y acuciosa, pensaré de ti que no te gusta reflexionar). Ups, creo que desahogué mi espíritu de filósofo frustrado.

Pero, aunque es difícil afrontar la dureza diaria de una realidad adversa, grosera y humillante, siempre he estado cierto que la única forma de acabar con una pesadilla, es despertar y permanecer con los ojos abiertos. Esto último no es fácil, está más que demostrado. En cualquier escenario en el que se aplique esta máxima siempre el resultado será contundente.

Creo que me estoy poniendo más serio de lo que habitualmente soy. Conste que me refiero estrictamente a lo que soy en este mundo, el mágico mundo de la comunicación. La seriedad de un escritor, periodista o comunicador, nada tiene que ver con el estilo de expresarse sino que se sustenta en la veracidad de lo que dice. Es ciertamente complicado luchar contra lo establecido, contra lo predominante, pero tampoco importa en demasía el resultado sino la intención, el hecho, el esfuerzo que se realiza.

A veces me entusiasmo mucho pensando en la gran posibilidad de establecer el contacto con mis lectores. Es tanta la emoción que a veces se pierde la pista. Pero como se trata de un artículo, pues tarde que temprano debes regresar al punto que nos trajo a este encuentro. En esta ocasión creo que dejé poco espacio para comentar el asunto que motivó esta reflexión.

La maestra de primaria, cuyo nombre apenas recuerdo, a pesar que lo acabo de inventar al inicio de este intento de relato, le dice al oído de Pepito, finísimo niño, el famoso niño de los cuentos, chistes, albureadas y demás. ¿Te das cuenta de lo que pasa? ¿Puedes percibir el daño terrible que eres capaz de causar? ¿Estás consciente de que estás actuando muy mal? ¿Puedes valorar el daño que podrías ocasionar a miles de familias si llegaras a ser Secretario General de Gobierno, por ejemplo? El menso y testarudo niño no contestó, motivo por el cual la maestra continuó con el proceso.

-      Mira Pepito, el hecho de que a ti te hayan hecho “bullying” en tu casa, en tu escuela, en el cine, en la granja, en el rancho, en la plazuela, en el zaguán, en el río, en el coche, en la casa de tu tío, en el sillón del sicólogo, en el barrio, en el vientre, en… ya, ya, vamos a dejarlo así. Dondequiera que te hayan traumado, no quiere decir que debas tomarlo tan a pecho y vengarte de las gentes que te rodean. Ya olvida tus frustraciones y ambiciones, intenta superar tus traumas.
-      ¡Pero maestra! Dijo el niño sentado al lado de Pepito.
-      ¡Cállate baboso! Ay, perdón Betito, te confundí con Pepito. Bueno, perdón Betito, tu eres otra cosa, siempre tan distraído, tan fino y tan amigo del rojizo, ese niño cabeza de cerillo.
-      Sí maestra, será cerillo pero, ¡De los mejores de Walmart!
-      Hum, sí nada más me imagino cuando se enciende. Bueno ya, ya, no quiero saber nada de nada.

El tiempo pasa inexorable. La esperanza de los días lejanos están casi en la bolsa delantera de la camisa de los que sueñan con ganas, aunque exista la posible contraparte de que algún inexperto, mediocre, mentiroso y sobre todo desleal elemento se cuele a las ligas mayores y ataque a las fuerzas básicas.

De pronto viene una rara y estúpida situación. Un carro que viaja a través de los años. Dinosauros que se convierten en burros, caballos que llegan a raudales y se acomodan en ranchos "semidesconocidos", ignorados por el sujeto activo de los impuestos de la nación y puntualmente pagados por el sujeto pasivo de los mismos, raro asunto. Y para finalizar, el cansancio, los pendientes y los etcéteras empiezan a cobrar la factura. Se le acaba la imaginación al escritor y tiene que decir las cosas, como los telegramas de los años setentas. Mensajes parcos, simples, directos. Más aún, condicionados por el costo definido por el número de palabras que te atrevías a poner en aquel emblemático papel que te daba la oficina de telégrafos. Todo era simple: “Todos contentos, manden quinientos” ese era el mensaje perfecto, corto, preciso, conciso, barato. ¡Ah, cuántas veces los envié a mis atribulados padres! Qué tiempos difíciles aquellos cuando andaba conquistando la “Gran Chilangolandia”.

Algo raro sucede en mi mente, como si me despertara de una pesadilla, aquel niño regañado por su maestra de primaria, aquel Pepito el de los cuentos, lo  veía ahora como secretario de gobierno, de una entidad federativa empobrecida, dando una entrevista de radio a un tipo de rostro siniestro  y antifaz negro como el de los “chicos malos”. Ambos se daban un auténtico festín, difamando a la clase trabajadora y su dirigencia, diciendo mentiras a diestra y siniestra, calumniando sin reservas, con cinismo, tratando de engañar a un pueblo que está ya hasta el gorro de ellos y de su nefasta administración. En fin, vaya que salió bueno para los cuentos el tal Pepito. Pero, todos los cuentos tienen su moraleja, así que ya llegará el momento en que tenga que pagar el precio de su alevosía. Al final de cuentas y cuentos esto sólo es una pesadilla que tendrá que pasar.


RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C. 

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