miércoles, 26 de octubre de 2016

DEL ‘NARCOLÉXICO’ Y COSAS PEORES


 DEL ‘NARCOLÉXICO’ Y COSAS PEORES

En diversas colaboraciones hemos comentado que nuestro idioma es vasto y rico, tanto que podemos presumirlo a los demás países.  Desde la primaria nos enseñaron nuestros docentes que una oración se esencialmente se compone de sujeto, verbo y predicado, y también que podemos hacer nuestras oraciones en el orden que queramos, a diferencia de otras lenguas como el inglés que en este sentido es más estricto.

Tenemos palabras desde muy simples hasta muy complejas. Incluso nos podemos dar el lujo de construir nuevas palabras a partir de las palabas morfológicas del mismo. Palabras que no se hallan en el diccionario de la Real Academia, pero que llegan a hacerse muy populares y ésta las adopta.

Así pues, desde hace unas décadas la palabra “narco” se ha hecho cada vez más popular. Tanto, que hoy en día ‘le debemos’ a los narcos una herencia léxica enriquecedora. Gracias a sus negocitos y a la relevancia social de los mismos tenemos una buena cantidad de neologismos para referirnos a ellos, a sus actividades y a sus vicisitudes.

Recientemente, en la primera plana del periódico Reforma se publicó una noticia lingüísticamente interesante: en febrero de este año, tras un operativo que incluyó la captura de “El Enero”, cabecilla de “La Familia Michoacana”, encontraron tres libretas en las que se describe el pago que dicha célula del cártel paga a diversos funcionarios y policías del Estado de México y federales para poder continuar impunemente con su negocito.

¿Cómo se llama ese listado de ‘servidores públicos’ sobornados? Simple: se llama narconómina.

El sustantivo narcotráfico, de hecho, es de donde resulta el apócope narco, partícula que justamente utilizamos como prefijo para construir nuevas y narcóticas palabras.

Claro, ya teníamos la acepción de sueño, como en narcolepsia. Sin embargo, el fenómeno del narcotráfico ha sido tal que la construcción de palabras a partir de narco tiene connotaciones más relacionadas con el negocito.

Así, narcotraficante es el que trafica con narcóticos o estupefacientes (y no el traficante que se queda dormido); narcomenudeo es la venta al por menor de estupefacientes (y no la venta al por menor de sueños); narcodólar es la ganancia resultante del negocito expresada en la conocida divisa (y no un billete somnoliento); narcosatánico es la referencia al culto por Lucifer combinado con el negocito (y no un adorador soñador del inframundo); y un largo etcétera.

Vemos las noticias de las últimas narcocapturas, nos sorprendemos con sus narcotúneles y cantamos los narcocorridos (estilo musical mexicano que relata una narcoaventura).

Y ahora sabemos de la existencia de las narconóminas que describen las narcotransacciones entre el narco y los narcopolicías y narcofuncionarios narcosobornados en el Estado de México, aparentemente un narcoparaíso para las narcadas narcoimpunes.

¿A dónde nos lleva todo esto, lingüísticamente hablando?

¿Se imagina estimado lector, lo que sería crear/utilizar un ‘pedazo’ lingüístico que se anteponga a las palabras para que su marca, servicio y/o producto sea relacionado automáticamente con usted? Los narcos lo lograron, casi sin querer.

¿Parece exagerada esta propuesta?

Entiendo. Difícil de creer. Lo sé.

Pero pregunto: ¿dónde se puede comprar una hamburguesa McPollo? ¿Y una McNífica? ¿Y una McTocino? Correcto: en McDonald’s. Y si hubiera una bebida denominada McMalteada y una hamburguesa llamada McLovio… ¿en qué piensamos? Correcto: ¡en McDonald’s!

¿Qué compañía fabrica los iPods, los iPhones, las iPads, las iMacs? ¿De quién es iTunes, iMovie, iWeb, iCal, iPhoto, iDVD, iBook? Correcto: Mac. Y si saliera al mercado un iCar, un iHome, una iDoll o un iSí-Cómo-No… ¿en qué piensas? Correcto otra vez.

No son los únicos casos pero probablemente sí los más populares.

La clave lingüística es la siguiente: una vez que un morfema adquiere un significado para los hablantes de un idioma, su comprensión se vuelve accesible y la interpretación correcta de neologismos creados a partir de ese morfema se vuelve muy probable.

La clave publicitaria es la siguiente: primero se tiene que asociar al morfema con una marca, producto o servicio, de modo que nos aseguremos que dicho morfema significa exactamente eso que se quiere que signifique en la mente de las personas, para después poder crear nuevas palabras o marcas derivadas de dicho morfema.

Luego entonces, podemos encontrar las más diversas frases y palabras ‘compuestas’, que quizás al principio nos cueste un poco de trabajo asimilar, pero conforme se van popularizando, conforme va siendo aceptado por el resto de las personas, se va ‘regularizando’ su uso, hasta que, sin tomar en consideración las reglas ortográficas, adoptamos nuevas palabras que no necesariamente están bien escritas, ni por sí solas tienen un significado porque simple y llanamente no se encuentran en el diccionario de la lengua española.

Usted, estimado lector, ¿cuántas palabras ‘compuestas’ a partir de una marca conoce?



** MIEMBRO FUNDADOR DE FRECONAY, A.C.**


Agradeceremos sus comentarios y sugerencias en el celular y WhatsApp (311) 910 77 77 o bien, en el correo electrónico enriquelibre@gmail.com

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