Mis
estimadísimos y amables lectores, un tema para reflexionar; la gente que sabe
asegura que durante nuestra existencia, experimentamos dos fenómenos
biológicos, el de la vida cuando inspiramos oxígeno y el de la muerte cuando lo
expulsamos. En ese devenir biológico, la vida se alza sobre la muerte con la
perpetuación de las especies, pero la naturaleza también genera equilibrio
acabando con cierto número de especies para que la Tierra sacie su hambre y no
tenga que provocar ciclones, terremotos, maremotos, glaciaciones, erupciones
volcánicas, hambrunas, etcétera, a través de los cuales perecen miles de seres
vivos que le proveen materia orgánica que sostiene a la vez los procesos
vitales de los otros reinos. La materia orgánica que dejamos al morir, hace posible
la perpetuación de las especies, mismas que se alimentan de los productos que
salen de la alianza entre los tres reinos, el mineral, el vegetal y el animal. Vistas
así las cosas, todos tenemos oportunidad de crecer, nacer y perpetuarnos, para
luego contribuir a que funcionen las leyes del supremo creador. Un camarada me
dice que la vida es una ilusión, razón por la cual las numerosas religiones
prometen un reino donde ya no tendrá cabida La Muerte; mientras tanto, en el
seno de todas las familias, se darán situaciones de inconformidad cuando se
presenta la no existencia de uno o varios de sus miembros. Con la muerte de Don
Gil Rivera, progenitor de mi madre Marìa Luisa, terminó el dulce encanto en que
este su amigo el poeta de Cucharas vivía; supe a la tierna edad de catorce años
que ya no lo vería mas; al tiempo muere mi tío Lorenzo, el hermano menor de Don Serafín Cervantes mi
padre; enseguida se va mi tío Maclovio y con él sumaban tres de la familia,
incluyendo a mi tía Efigenia, la que murió años atrás de piquete de alacrán;
años después fallece mi abuelo Victorio y le siguió mi abuela María Luciana. En
nuestra familia Cervantes Rivera, lamentamos la muerte de mi hermana menor
Martha Beatriz; a la que siguió mi madre María Luisa y recientemente la de Don
Serafín. Tuve la dicha de convivir con todos ellos durante mi propia juventud; y
aunque sabíamos que dentro de nosotros existía un asesino silencioso que más
tarde o más temprano nos habría de enclaustrar en un féretro mortuorio cuatro
metros bajo tierra, continuábamos como si nada estuviera pasando. Aprendimos a
no darle importancia pero en el fondo esperando que algún día, la ciencia
humana encuentre la forma de vencer a la muerte como aseguran que la venció el
gran kabir de Galilea, Jesús El Cristo. Mientras tanto, no nos queda más que
seguir adelante, ignorando una ley que habrá de cumplirse hoy, mañana,
pasado, no sabemos cuándo. Cierto, la
muerte igual que la vida, es pareja; acaba con ricos, pobres, tontos,
inteligentes, la gente poderosa y muy poderosa también se va. En la antigüedad
las grandes civilizaciones buscaron la fuente de la eterna juventud, llegándose
a decir que los egipcios, Atlantes, Lémures, Acadios, sumerios, mayas y otros,
la encontraron pero no en brebajes sino en las dimensiones de que consta la
naturaleza material y espiritual. Se dice que la gente que ha logrado meterse a
la cuarta dimensión que es el tiempo, deja de sufrir el acoso de la muerte y ya
no envejece por alguna razón que no han podido explicar las personas que lograron
volver a la tercera dimensión en la cual nos movemos; se habla que estos seres
humanos vivieron muchísimos años ahí, pero a los días de haber regresado a la
Tierra, cayeron muertos sin remedio. Semejantes historias a mi me hacen tener
esperanza pero la verdad sería conforme si lograra vivir los años que vivió
Matusalén o Enoc; el ilustre maestro colombiano Samael Aun Weor, publicó que
existe un ser humano con un millón de años de edad, pero igual, nada de esto se
puede comprobar; sin embargo hay que decirlo para que esta humanidad doliente
genere la creencia en un futuro libre de enfermedades y muerte. Tenemos cientos
de años creyendo que la muerte es olvido, por ello en cuanto perdemos un
familiar, hacemos lo imposible por ya no saber nada de él; cierto, marcharon al
continente del nunca más, lo que no debe impedirnos recordarlos cada que se
ocupe…PALESTRAZO: dos grandes amigos de este poeta de Cucharas, Bernardo Macías
y José Luis Casillas, se fueron al mas allá en menos de
quince días; escuchada la sentencia se cumplió la ley. Descansen en paz mis
viejos camaradas.
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