miércoles, 9 de octubre de 2019

Durante nuestra existencia, experimentamos dos fenómenos biológicos




Mis estimadísimos y amables lectores, un tema para reflexionar; la gente que sabe asegura que durante nuestra existencia, experimentamos dos fenómenos biológicos, el de la vida cuando inspiramos oxígeno y el de la muerte cuando lo expulsamos. En ese devenir biológico, la vida se alza sobre la muerte con la perpetuación de las especies, pero la naturaleza también genera equilibrio acabando con cierto número de especies para que la Tierra sacie su hambre y no tenga que provocar ciclones, terremotos, maremotos, glaciaciones, erupciones volcánicas, hambrunas, etcétera, a través de los cuales perecen miles de seres vivos que le proveen materia orgánica que sostiene a la vez los procesos vitales de los otros reinos. La materia orgánica que dejamos al morir, hace posible la perpetuación de las especies, mismas que se alimentan de los productos que salen de la alianza entre los tres reinos, el mineral, el vegetal y el animal. Vistas así las cosas, todos tenemos oportunidad de crecer, nacer y perpetuarnos, para luego contribuir a que funcionen las leyes del supremo creador. Un camarada me dice que la vida es una ilusión, razón por la cual las numerosas religiones prometen un reino donde ya no tendrá cabida La Muerte; mientras tanto, en el seno de todas las familias, se darán situaciones de inconformidad cuando se presenta la no existencia de uno o varios de sus miembros. Con la muerte de Don Gil Rivera, progenitor de mi madre Marìa Luisa, terminó el dulce encanto en que este su amigo el poeta de Cucharas vivía; supe a la tierna edad de catorce años que ya no lo vería mas; al tiempo muere mi tío Lorenzo, el  hermano menor de Don Serafín Cervantes mi padre; enseguida se va mi tío Maclovio y con él sumaban tres de la familia, incluyendo a mi tía Efigenia, la que murió años atrás de piquete de alacrán; años después fallece mi abuelo Victorio y le siguió mi abuela María Luciana. En nuestra familia Cervantes Rivera, lamentamos la muerte de mi hermana menor Martha Beatriz; a la que siguió mi madre María Luisa y recientemente la de Don Serafín. Tuve la dicha de convivir con todos ellos durante mi propia juventud; y aunque sabíamos que dentro de nosotros existía un asesino silencioso que más tarde o más temprano nos habría de enclaustrar en un féretro mortuorio cuatro metros bajo tierra, continuábamos como si nada estuviera pasando. Aprendimos a no darle importancia pero en el fondo esperando que algún día, la ciencia humana encuentre la forma de vencer a la muerte como aseguran que la venció el gran kabir de Galilea, Jesús El Cristo. Mientras tanto, no nos queda más que seguir adelante, ignorando una ley que habrá de cumplirse hoy, mañana, pasado,  no sabemos cuándo. Cierto, la muerte igual que la vida, es pareja; acaba con ricos, pobres, tontos, inteligentes, la gente poderosa y muy poderosa también se va. En la antigüedad las grandes civilizaciones buscaron la fuente de la eterna juventud, llegándose a decir que los egipcios, Atlantes, Lémures, Acadios, sumerios, mayas y otros, la encontraron pero no en brebajes sino en las dimensiones de que consta la naturaleza material y espiritual. Se dice que la gente que ha logrado meterse a la cuarta dimensión que es el tiempo, deja de sufrir el acoso de la muerte y ya no envejece por alguna razón que no han podido explicar las personas que lograron volver a la tercera dimensión en la cual nos movemos; se habla que estos seres humanos vivieron muchísimos años ahí, pero a los días de haber regresado a la Tierra, cayeron muertos sin remedio. Semejantes historias a mi me hacen tener esperanza pero la verdad sería conforme si lograra vivir los años que vivió Matusalén o Enoc; el ilustre maestro colombiano Samael Aun Weor, publicó que existe un ser humano con un millón de años de edad, pero igual, nada de esto se puede comprobar; sin embargo hay que decirlo para que esta humanidad doliente genere la creencia en un futuro libre de enfermedades y muerte. Tenemos cientos de años creyendo que la muerte es olvido, por ello en cuanto perdemos un familiar, hacemos lo imposible por ya no saber nada de él; cierto, marcharon al continente del nunca más, lo que no debe impedirnos recordarlos cada que se ocupe…PALESTRAZO: dos grandes amigos de este poeta de Cucharas, Bernardo Macías y José Luis Casillas, se fueron al mas allá en menos de quince días; escuchada la sentencia se cumplió la ley. Descansen en paz mis viejos camaradas.

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