miércoles, 12 de agosto de 2015

Reflexión vacacional


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita


"Reflexión vacacional"


Estoy de regreso a la actividad laboral, bueno al momento de escribir este artículo estoy a escasas treinta horas de hacerlo. Pero cuando un ejemplar impreso esté en sus manos o lo esté leyendo a través de alguna publicación digital, seguro es que ya tendré al menos dos días de haber retomado mis actividades habituales.

Siempre es algo difícil regresar al trabajo después de un periodo vacacional o cualquier otro receso, y no es porque las personas sintamos pereza o nos hayamos acostumbrado a levantarnos tarde, no precisamente. Creo que cuando te alejas de tus actividades y estás fuera de casa, en otra localidad, o simplemente rompes la rutina de manera drástica o significativa, ocurre una especie de desconexión voluntaria con todo lo que significa trabajo. Esto sucede no porque piensas o sientas que el trabajo es algo así como una maldición o un sacrificio, muy al contrario, el trabajo es una parte importante de nuestra vida. Tener un empleo, por muy bajo que pueda ser el salario, es sinónimo de seguridad económica en la parte material y de realización personal en el aspecto intelectual, técnico o profesional.

Desde mi punto de vista, no es tanto que detestes volver a tu oficina, almacén, obra o lo que sea en que te desempeñes, sino que es como una reacción natural, casi orgánica. Por una parte, el cuerpo se acostumbra muy rápido a ciertas condiciones que le son favorables, como puede ser el hecho de relajarse. En uno de sus sentidos más primarios, relajarse es “hacer menos severa o rigurosa la observancia de las leyes, reglas, estatutos, etcétera” y no quiero decir con esto que nos volvamos trasgresores de la legalidad, no, por supuesto que no. Me refiero a lograr un estado de quietud para que el cuerpo y la mente descansen de verdad, liberando al cuerpo de cargas y esfuerzos físicos y a la mente de toda preocupación. Teóricamente lo anterior se escucha perfecto, pero lograrlo en la vida real no parece serlo tanto y en parte esto tiene que ver con el ambiente laboral en el que te desenvuelves.

Los entornos laborales, al menos en el sector público, ni son buenos ni son malos. No hay definiciones específicas para cada tipo de dependencia. No hay oficinas tranquilas o intranquilas. No las hay ordenadas ni desordenadas. Ni productivas o improductivas. No hay adecuadas o inadecuadas. Todas las oficinas son iguales, más allá de sus diferencias en la calidad de sus activos, de lo suntuoso o modesto de sus menajes,  todas son iguales. Son sólo un lugar donde se hace o se trabaja algo. Así de fácil se definen. ¿Qué es entonces lo que hace que exista una diferencia entre una y otra? ¿Qué es lo que hace que haya unas oficinas o dependencias mejores que otras? La respuesta es la gente que las dirige, las personas que forman la parte directiva, el liderazgo.

Los trabajadores, técnicos o manuales, intelectuales o profesionales, son parte importante en la dinámica de la misión institucional, pero al mantenerlos fuera del ámbito en el que se toman las decisiones que le dan forma a las tareas y propósitos de los programas que ejecutan las dependencias, es evidente que no  inciden de manera directa en el estilo en que son administradas, dentro o fuera de la norma, dichas dependencias. Así que por más que los trabajadores se empeñen en hacer su mejor esfuerzo, por más que se capaciten y asuman la actitud profesional que les inculca el compromiso sindical, no pueden cambiar las condiciones de abandono, de escasez y de inoperancia cuando éstas son el rasgo distintivo de una administración cuyo liderazgo se encuentra alejado de la consecución del bien común, de los propósitos más altos y legítimos del desarrollo general, de aquel que considera en sus objetivos a todos los actores de la sociedad. De eso depende, a mi juicio, que existan dependencias u oficinas que son mejores que otras, que existan administraciones mejores que otras, que existan mejores y peores épocas, todo está en la voluntad de ejercer bien o mal, regular o peor, el liderazgo.

Más que una explicación didáctica, esta es una especie de reflexión. Es un punto de vista, una opinión en torno a un tópico que es de lo más cotidiano. Cada quien vive esa situación de una manera particular en su día a día. En esta historia existe un “todo supremo”, general, pero también hay un sinnúmero de portadores de verdades relativas que giran en torno a su verdad absoluta sin siquiera sumarse verdaderamente a la misma, sino que actúan en consecuencia, en actitud de rémora, la mayoría de las veces por temor y las menos por convicción.

Quizá sea criticable la forma un tanto “filosófica” en que abordé esta opinión, refiriéndome particularmente al párrafo anterior. Pero creo que valdría la pena que los amables lectores que lean este artículo, haya o no coincidencia con mi punto de vista, se detengan un momento a reflexionar sobre este punto, esperando que en su razonamiento específico encuentren algo interesante y útil, de acuerdo a su rol, ubicación, posición y manera de pensar.

Cuando estás de vacaciones, fuera de tu entorno laboral, aunque aparentemente te aíslas de todo, creo que percibes muchas cosas que normalmente no notarías. Es como si hicieras un ejercicio de abstracción y vieras las cosas desde arriba. Como una especie de viaje astral en el que el espíritu abandona tu cuerpo y vuela con libertad e independencia encima de todas las cosas que te interesan. Te das cuenta, quizá porque actúas sin la presión prosaica de la lucha contra el tiempo, que todas las cosas giran de acuerdo a un mismo compás, que no hay cosas aisladas, que todo tiene una relación infinita, benigna o maligna, pero encadenada. De esa manera me pude dar cuenta que estoy en una situación de interfaz entre el mundo de la acción y del pensamiento.

Efecto del tiempo libre bien usado, un poco por el ocio premeditado, llegaron en tropel las ideas a mi mente. Descubrí nuevas formas de fortalecer el espíritu, me percaté que tengo más proyectos pendientes de los que creía, comprobé que nunca será suficiente el tiempo para compartir con la familia cada día y que siempre se podrá vencer a la monotonía.

En fin, son tantas las cosas que se pueden aprender en unas vacaciones que a pesar que apenas terminaron las primeras ya empecé a pensar en las que siguen.

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C. 

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