NIÑOS ¿DIFERENTES?
Catalogar a un ser humano porque no se asemeje a
nosotros, trae como consecuencias, en el menor de los casos, que se reflejen
diferencias, las cuales tarde o temprano se ‘convertirán’ en una situación más
difícil de sobrellevar. Convivir con los
demás no es fácil, y si a ello le agregamos que algunas personas pueden ser
‘diferentes’ o con ‘capacidades diferentes’, entonces consideramos que puede
llegar a surgir un problema…
Agradeciendo los correos electrónicos que nos hacen llegar,
humildemente nos permitimos reproducir uno que, en lo personal, nos llenó de
emoción, toda vez que hemos tenido la fortuna de convivir con niños
“diferentes”, que, a decir verdad, no son más que unos niños en cuerpos de
gente mayor, que tienen capacidades específicas bastante desarrolladas con
respecto a muchas personas “normales” que conocemos. He aquí el texto:
En
una fiesta organizada en una escuela de niños con capacidades especiales, el
padre de un estudiante pronunció un emotivo discurso que nunca será olvidado
por las personas que lo escucharon.
Después
de felicitar a la escuela y a todos los que trabajan en ella, este padre hizo
el siguiente razonamiento:
-Cuando
no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, el orden natural de
las cosas alcanza la perfección. Pero mi hijo, Herbert, no puede aprender como
otros niños lo hacen. No puede entender las cosas como otros niños. ¿Dónde está
el orden natural de las cosas en mi hijo?
La
audiencia quedó impactada por la pregunta.
El
padre del niño continuó diciendo:
-Yo
creo que cuando un niño como Herbert, física y mentalmente discapacitado, viene
al mundo, una oportunidad de ver la naturaleza humana se presenta, y se
manifiesta en la forma en la que otras personas tratan a ese niño.
Entonces
contó que un día caminaba con su hijo Herbert cerca de un parque donde algunos
niños jugaban béisbol. Herbert le preguntó a su padre:
-Papá,
¿tú crees que me dejen jugar?
Su
padre sabía que a la mayoría de los niños no les gustaría que alguien como
Herbert jugara en su equipo, pero el padre también entendió que si le
permitían jugar a su hijo, le darían un sentido de pertenencia muy necesario y
la confianza de ser aceptado por otros, a pesar de sus
habilidades especiales.
El
padre de Herbert se acercó a uno de los niños que estaban jugando y le preguntó
(sin esperar mucho) si Herbert podría jugar.
El
niño miró alrededor por alguien que lo aconsejara y le dijo:
-Estamos
perdiendo por seis carreras y el juego está en la octava entrada. Supongo que
puede unirse a nuestro equipo y trataremos de ponerlo al bate en la novena
entrada'.
Herbert
se desplazó con dificultad hasta la banca y con una amplia sonrisa, se
puso la camiseta del equipo mientras su padre lo contemplaba con lágrimas en
los ojos por la emoción.
Mientras
Herbert se sentaba entre el grupo de los que esperaban su posibilidad de jugar,
su padre lo contemplaba. Los otros chicos notaron algo muy evidente: la
felicidad del padre cuando su hijo era aceptado.
Al
final de la octava entrada, el equipo de Herbert logró anotar algunas
carreras pero aún estaban detrás en el marcador por tres. Al inicio de la novena entrada, Herbert se
puso un guante y jugó en el jardín derecho.
Aunque
ninguna pelota llegó a Herbert, estaba obviamente extasiado sólo por estar
en el juego y en el campo, sonriendo de oreja a oreja mientras su padre lo
animaba desde las graderías.
Al
final de la novena entrada, el equipo de Herbert anotó de nuevo. Ahora con dos
'outs' y las bases llenas la carrera para obtener el triunfo era una
posibilidad y Herbert era el siguiente en batear. Con esta oportunidad, ¿dejarían a Herbert
batear y renunciar a la posibilidad de ganar el juego? Sorprendentemente,
Herbert estaba al bate.
Todos
sabían que un solo 'hit' era imposible porque Herbert no sabía ni cómo agarrar
el bate correctamente, mucho menos pegarle a la bola.
Sin
embargo, mientras Herbert se paraba sobre la base, el 'pitcher', reconoció que
el otro equipo estaba dispuesto a perder para brindarle a Herbert un gran
momento en su vida, se movió unos pasos al frente y tiró la bola muy suavemente
para que Herbert pudiera al menos hacer contacto con ella.
El
primer tiro llegó y Herbert abanicó torpemente y falló. El 'pitcher' de nuevo se adelantó unos pasos
para tirar la bola suavemente hacia el bateador. Esta vez Herbert abanicó y golpeó la bola tan
suavemente que ésta cayó justo enfrente del 'pitcher'.
El
juego podría haber terminado. El 'pitcher' podría haber recogido la bola
y haberla tirado a primera base.
Herbert
hubiera quedado fuera y habría sido el final del juego. Pero, el 'pitcher' tiró
la bola muy alto sobre la cabeza del niño en primera base, fuera del alcance
del resto de sus compañeros de equipo.
Todos
los espectadores en las graderías y los jugadores de ambos equipos empezaron a
gritar 'Herbert corre a primera base, corre a primera' nunca en su vida Herbert
había corrido esa distancia, pero logró llegar a primera base. Corrió justo
sobre la línea, con los ojos muy abiertos y sobresaltados.
Todos
gritaban, '¡Corre a segunda, corre a segunda!'. Herbert, recobrando el aliento,
corrió con dificultad hacia la segunda base.
Para
el momento en que Herbert llegó a segunda base el niño del jardín derecho tenía
la bola. Era el niño más pequeño en el equipo y sabía que tenía la
oportunidad de ser el héroe del día. Sólo tendría que tirar la bola a segunda
base, pero había entendido las intenciones del 'pitcher' y la tiró demasiado
alto, por encima de la cabeza del niño en tercera base.
Herbert
corrió a tercera base mientras que los corredores delante de él hicieron
un círculo alrededor del 'home'.
Cuando
Herbert llegó a tercera, los niños de ambos equipos, y los espectadores, todos,
estaban de pie gritando '¡corre a 'home'! corre'.
Herbert
corrió al 'home', se paró en la base con sus brazos en alto, rebosando
felicidad, giró la cabeza mirando a su padre... mientras (cosa extraña) los
jugadores de ambos equipos lo vitoreaban y abrazaban como el héroe que bateó el
'grand slam' y ganó el juego para su equipo.
-Ese
día, -dijo el padre con lágrimas bajando por su rostro-, los niños de ambos
equipos se confabularon dándole a este mundo una muestra de verdadero amor de
Dios.
Herbert
no sobrevivió otro verano. Murió ese invierno, sin olvidar nunca haber sido el
héroe y haber hecho a su padre muy feliz, haber llegado a casa y ver a su
madre llorando de felicidad y ¡abrazando a su héroe del día!
¡¡Bendiciones
a todos!!
** MIEMBRO FUNDADOR DE FRECONAY, A.C.**
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