jueves, 17 de septiembre de 2015

"Fiestas patrias"


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita



"Fiestas patrias"



En los momentos en que me siento a escribir estas líneas, los asuntos que más están en boga son los que se refieren a los festejos patrios. Por supuesto que hay muchos otros de gran importancia, sobre todo los que tienen que ver con las cuestiones políticas, que es el tema que mayores sorpresas y material aporta al género periodístico de la opinión y esto también tiene algo de eso.

Cuando me refería a las fiestas patrias no pensaba en lo emotivo que antaño me resultaba evocar, con cierta inocencia, las fantásticas peripecias de guerra y los emotivos pasajes llenos de intriga de la conspiración libertaria. Lo que tenía en mente era comentar la actual polémica generada en torno a la asistencia a la ceremonia del grito, tanto en el zócalo de la capital de la república y en el palacio de gobierno de Tepic, como en cada uno de los lugares en que se lleva a cabo. Para estar en condiciones de emitir una opinión objetiva, me parece necesario explicar lo que significa para mí este tema.

Siempre había visto esta ceremonia como algo bonito, familiar, festivo y patriótico. Me parecía la ocasión propicia para sentir la alegría y el orgullo de mi mexicanidad. Cuando yo era un infante, me gustaba acompañar a mis padres para compartir con ellos la música y la algarabía de mi pueblo en esa noche. Era un momento en el que se respiraba todavía el respeto y la solemnidad. Además de todo eso, creo que las personas nos reuníamos para demostrar la unión y el apoyo a la persona que representaba el poder del pueblo, el presidente municipal o el gobernador del estado, según fuera el caso. Entonces se puede decir que en la misma ceremonia del grito, además de aclamar a los héroes de la insurgencia, se reconocía con vítores el trabajo que estaba haciendo el gobernante en turno.

Es aquí donde se explica que mucha gente no quiera ir a la ceremonia del grito, porque no quieren vitorear ni a Peña Nieto ni a Roberto Sandoval, y la razón en ambos casos es la misma, precisamente porque no están nada satisfechos del trabajo que están haciendo en el ejecutivo federal y el estatal, respectivamente. Los ciudadanos encontramos pocas oportunidades de manifestar las inconformidades que tenemos acerca del funcionamiento de los gobiernos, pocas opciones para protestar por la corrupción, la impunidad y muchas otras cosas negativas que se tienen que enfrentar en la realidad cotidiana. Por esa razón, una gran manera de demostrar la animadversión hacia un gobernante es dándole la espalda, demostrándolo a través del rechazo popular en actos de esta naturaleza.

La contraparte de los gobiernos sigue siendo el acarreo de personas que por necesidad, por intimidación o por ignorancia, se prestan a llenar las plazas en estos eventos. Por necesidad, cuando asisten por un paquete que consiste generalmente en algo de comida y dinero, por intimidación porque a veces son los patrones quienes obligan a sus empleados y por ignorancia aquellos que creen que de verdad hay mucho que festejar.

Desafortunadamente mi opinión no tendrá en esta ocasión la categoría de oportuna, ya que me acabo de dar cuenta que podrá ser leída hasta después del día del grito, así que en desagravio intentaré que sea suficientemente útil para motivar la reflexión de mis amables lectores.

Sabemos perfectamente que la táctica más socorrida para atraer multitudes a esos festejos, además de los mencionados, es la explotación del morbo y las ganas de parrandear que tenemos los mexicanos, por eso nos ofrecen espectáculos artísticos que exacerban una alegría artificial, muchas veces inducida por los vapores etílicos de las excesivas cantidades de licor consumidas que sacan a flote el  falso patriotismo de muchas personas. Tal es el caso en el DF, que con un concierto de la Arrolladora (ahora “Acarreadora”) Banda El Limón, y toda una pléyade de estrellas que la empresa Tele Risa, pondrá a la orden de la presidencia de la república, intentarán contrarrestar la tendencia popular de no asistir a la ceremonia del grito.

Lo mismo sucederá seguramente en Tepic y en cada rincón donde se celebre este acto que cada vez más pierde su popularidad o mejor dicho su credibilidad. En parte porque la independencia, como sinónimo de libertad y autodeterminación, está quedando cada vez más lejos del alcance del pueblo. La palabra independencia pierde su esencia, ya que su significado es precisamente libertad y paradójicamente eso es algo que cada vez existe menos, al grado que ya hasta intentan acabar con la libertad de expresión aquí en nuestro estado de Nayarit mediante la “ley mordaza” que propuso el gobernador actual al congreso local.

Sigo pensando que la independencia de nuestro país no pasa de ser un mito más. Si bien es cierto que jurídicamente es un país independiente, porque existen las actas y protocolos que lo certifican, en la vida real y en el entorno mundial no tenemos tal calidad. No tenemos independencia económica, nuestras políticas financieras siguen emanando del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, no tenemos independencia o autosuficiencia alimentaria ya que gran parte de los granos básicos de la alimentación mexicana se tienen que importar, cómo es el caso del maíz que, no obstante ser nuestro país la cuna de este grano, actualmente se tiene que comprar en el extranjero más de la tercera parte del consumo. En donde está nuestra independencia si la deuda externa bruta sigue aumentando, decimos que somos independientes mientras aproximadamente el 80 % de los insumos de la industria nacional proviene del extranjero.

Los invito a reflexionar acerca de que tan real es nuestra independencia. Si dependemos en tantos aspectos del exterior, si los inversionistas extranjeros se llevan las grandes utilidades y aquí sólo ofrecen empleos mediocres, mal pagados, si se están privatizando todos nuestros recursos, petróleo, playas, minerales, zonas naturales reservadas. Dejemos ya de pensar en la independencia como una novela histórica de televisa, como pasajes novelados en los que siempre triunfa el bien sobre el mal.
Antes el dominio sobre nuestro país provenía de la fuerza colonialista hoy en día el dominio es a través de la televisión, impulsando  la ignorancia.

Dejemos de ver el valor de nuestra independencia a través de actos dizques patrióticos como el grito. El valor de nuestra libertad nada tiene que ver con discursos de balcón, con inservibles peroratas que un individuo medio beodo les receta a una paciente multitud. Dejemos de identificar nuestro fervor patriótico con una noche de copas, sopes y pozole. Dejemos de creer que nuestro patriotismo se expresa con gritos bravíos, juegos pirotécnicos y una juerga interminable.

Nuestro patriotismo tiene mucho más que ver con nuestra actitud y productividad, más con el respeto a nuestros valores esenciales y sobre todo a nosotros mismos, como individuos y como sociedad. Ser patriota no significa gritar sandeces y ofender “sin ton ni son”, sino luchar por tus derechos con gallardía, inteligencia y valor. Finalmente en este momento no sé qué vaya a pasar, si la gente irá o no a festejar el grito de “independencia”. Pero pase lo que pase, espero que estas líneas coadyuven a que se pueda entender un poco mejor este concepto. 

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