La nave
se posó suavemente sobre el mullido césped del pequeño llano entre cerros. La
noche era densa y en su manto negro destacaba la hilera de luces de forma
circular que giraban velozmente. Solo el zumbido ligero del aparato rompía la
monotonía del silencio.
Después
de unos minutos, dos figuras humanoides descendieron de aquel aparato que
recreaba las formas del típico plato volador que me habían descrito las
personas cuando yo era un niño. Los misteriosos viajeros descendieron, dieron
unos pasos y apuntaron un rayo de color verde fosforescente hacia su
transporte, acto seguido se formó una especie de burbuja que lo cubrió
totalmente desapareciendo de la vista de cualquier persona.
Los visitantes
eran oficiales de alto rango del ejército interestelar de un planeta lejano y
desconocido por los terrícolas (por los “Pasteles verdes” y los “Ángeles
Negros”) Después del chiste baboso, les diré que el planeta se llamaba
“Fantasy” (hasta hoy nadie sabe por
qué).
El caso
es que los extraños seres, que no les describo con detalle por si algunos niños
llegaran a leer esta historia y pudieran
sufrir pesadillas, venían en una misión especial: investigar al planeta tierra.
La idea concreta era recabar muestras diversas para analizar la posibilidad que
fuera un hogar alterno en un futuro no tan lejano.
La
estrategia era muy clara. Llegaron a las orillas de esa ciudad, capital de uno de
los estados más pequeños del país. No les diré de cuál se trata, únicamente
diré, como pista, que posee una enorme costa bañada por un océano que tiene
nombre de cerveza. Tampoco les diré como se llamaba la ciudad en la que
descendieron, solo diré que si hubieran llegado por tierra y circulado por sus
calles se les hubiera borrado la sonrisa.
Volviendo
a la historia de estos valientes expedicionarios del espacio, les transcribo su
primera conversación:
—¡Hola
Six! ¿Cómo te sientes en esta atmósfera?
—Perfectamente,
Pack. Los ajustes que hicimos en nuestro sistema operativo fueron correctos, pero con el viaje me dio mucha
hambre.
—Muy
bien, veremos que podemos comer por aquí.
Los
hambrientos visitantes se dieron a la tarea de allegarse un bocadillo y se
internaron en la mancha urbana, no sin antes camuflar su apariencia para no
despertar sospechas. Ellos podían comer cualquier cosa como aperitivo, pero
para alimentar de verdad su organismo había que comer cerebros, debían ser de
los mandatarios de los lugares que visitaban, esas eran las únicas muestras que
les servirían a los extraterrestres. Six y Pack, portaban sofisticada tecnología en
sus equipos que les permitía hacer rastreos especializados para ubicar
a los “candidatos” a formar parte del menú que sofocaría su apetito y, además, aportaría las muestras para que sus avanzados científicos hicieran sus investigaciones.
Obviamente esos cerebros tenían que aprobar un examen de calidad.
En sus
aparatos vieron la ubicación exacta de los personajes que su computadora
seleccionó como los dignatarios idóneos del análisis de acuerdo con el rango de
poder que ejercían. Entonces se dieron a la tarea de ir por ellos, el hambre
arreciaba y la misión también agotaba su tiempo. Afortunadamente para ellos parecía
que habría suficiente material para el cumplimiento de su tarea.
Antes de
ir por los objetivos superiores, se atascaron con unos taquitos y unos
camarones sabrosos pero ni a melón les supieron, así que checaron en la
pantalla de su localizador y caminaron (bueno, flotaron a ras de suelo) a un
sitio donde al parecer se congregaba una gran cantidad de dignatarios. El sitio
estaba ubicado a plenitud, era la avenida que divide en dos la gran ciudad
(bueno la pequeña gran ciudad) haciendo perpendicularidad con otra calle con
considerable movilidad de oeste a este.
Six y
Pack llegaron con cierta ansiedad y mucha ilusión al lugar. Desde afuera,
avistaron en la pantalla una masa informe de damas y caballeros. Sin demora
alguna aplicaron el selector de calidad comestible. Se suponía que habría
muchas opciones. El sensor debía ponerse en verde al momento de elegir a los
candidatos o candidatas a ser comidas (bueno nada más su cerebro) por los
extraterrestres. Una vez que eso ocurría, inmovilizaban a todos los demás y
procedían a merendarse los cerebros seleccionados, pero ¡Oh, sorpresa, rojo!
solo el color rojo apareció. ¡Ninguno pasó la prueba de calidad cerebral.
Habría que utilizar el plan “B”, el procedimiento mayor. Eso implicaba acudir
al máximo nivel del poder en esa entidad.
Caminaron
(flotaron pues) por la misma avenida y pronto se vieron junto a unas
“maxi-letras”. Enfrente estaba el objetivo, esa sección del catálogo no podría
fallar, era la punta del iceberg, formado por un selecto grupo, podría decirse
la casta de semidioses del poder. Apuntaron hacia aquella imponente y palaciega
edificación. De inmediato la computadora seleccionó los cerebros de los tres
principales dignatarios, era la opción generalmente
infalible. A los extraterrestres “se les hizo agua la boca”. Por fin, podrían
saborear unos ricos bocados de sesos selectos. El aparato empezó a hacer unos
raros zumbidos intermitentes, luego un ruido estruendoso como el rugido de un
motor de tractor “John Deere”, pronto una pequeña explosión y la mini
computadora se envolvió en fuego azuloso hasta convertirse en un montoncito de
cenizas. Los desconcertados viajeros siderales se llenaron de terror y
utilizaron el recurso de la “teletransportación”. En un instante estaban
subiendo a su nave, arrancaron los motores y, después de un efímero relámpago, la nave desapareció en el cielo. Un poco antes del despegue espectacular, Six,
exclamó nervioso: ¡Qué chasco nos llevamos. Vámonos pronto, antes que muramos
de hambre, Pack!
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.