miércoles, 29 de enero de 2020

"Rescatemos nuestro río"



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"Rescatemos nuestro río"



El día amaneció un poco nublado, condición que lo convertía en ideal para realizar una actividad física. Por lo menos eso era ya un aliciente, ya que levantarme temprano los sábados no está dentro del catálogo de mis costumbres. Pero, que se le iba a hacer si se nos había convocado en punto de las ocho de la mañana para realizar una labor gratificante: apoyar en la limpieza del río Mololoa.

El punto de reunión fue el estacionamiento del Museo Interactivo de Ciencias e innovación de Nayarit que se ubica enfrente de un hospital cuyo nombre tiene similitud con la famosa rola de los Tigres del Norte esa que cuenta de algo a la que le pusieron un bonche de candados. Ahí llegamos mi esposa y yo; un poco trasnochados por el festejo de su cumpleaños la noche anterior, pero con actitud indomable, decidida, proactiva, listos para colaborar en esa más que interesante y necesaria actividad.

No fue la asistencia que esperaba ver pero, cuando hay buena disposición, es suficiente. Soy muy malo para eso de calcular multitudes pero me animaría a pensar que éramos como unas trescientas personas congregados en el sitio referido. Se perdió un poco de tiempo en efectuar la ceremonia esa de inauguración, algo así como el saque inicial, que dentro de mi manera de ver las cosas es un tanto innecesaria. Ese tipo de declaraciones se deben hacer al seno de las dependencias que colaboran en la campaña (me refiero a la campaña de limpieza, lo aclaro porque hay muchos mal pensados, jejeje) como parte de un ejercicio de concientización previa para que la asistencia a las jornadas de limpieza sean bajo el sello de la convicción personal y social y nunca bajo la presión y la amenaza por parte de los funcionarios hacia los trabajadores.

Fue una jornada de buenos resultados, pensando que todos trabajaron de la misma manera que el grupo en el que nos integramos mi esposa y yo. Pero, lo que fue deficiente fue la logística de la jornada. Me pareció bien la división del perímetro en tramos que se les asignaron a los diferentes grupos de trabajo, iniciando precisamente desde el museo, sede del arranque, hasta llegar prácticamente a la Avenida México; pero fue mucho desorden en cuanto a la organización de la entrega de camisetas y guantes, el grupo de nosotros trabajamos sin éstos, incluso al principio no había bolsas para recoger la basura; pero en términos generales no estuvo mal para ser la primera de estas jornadas, que espero se conviertan en algo cotidiano.

La convocatoria a la que hago alusión en el proemio, fue bajo el lema de: ¡Rescatemos nuestro río! frase que sin duda tiene alcance motivacional, es sugerente y tiene fuerza; desafortunadamente creo que le faltó difusión y socialización. Aunque participaron personas de varias dependencias del poder ejecutivo, algunas del nivel federal y asociaciones civiles, entre otras, creo que hay que fortalecer la organización y la logística. Es muy fácil designar coordinadores de grupos preestablecidos, que trabajen en tramos designados con antelación y responsabilizarse de entregarles lo necesario para efectuar la faena. Establecer jornadas sabatinas y/o dominicales de solo dos horas, ya que eso evitaría demoras y traslados innecesarios, los voluntarios que se anotaron irían directamente al lugar que habrán de realizar su jornada elegida.

En esta ocasión se actuó en el marco de la celebración del Día Mundial de la Educación Ambiental”, pero el concepto debe tomarse más como un reto social, generacional y existencial que una celebración periódica, simbólica, política o hipócrita. Lo que señala esa efeméride es precisamente de lo que más adolecemos en la sociedad actual, en el mundo, en nuestro país y muy especialmente en nuestro estado, donde se ve cada cosa que es para dar miedo.

Precisamente, el río Mololoa es un claro ejemplo de ello. Lo he visto muchos años, pero cuando estás en su cauce, caminando por sus orillas, muy cercano al flujo del agua, que alguna vez fue cristalina, ves como a pesar de todos los inhumanos ataques a su naturaleza, se sigue moviendo, reclamando su pureza, su vitalidad y su grandeza. Las nuevas generaciones jamás podrán creer, si pudieran estar ahí frente a ese caudal moribundo, que ese río alguna vez fue limpio, transparente, hermoso y ágil. Jamás podrán imaginar que en ese río abundaban los peces e incluso que su agua se podía beber sin hervir, como sucedía con la mayoría de ríos de antaño. Así mismo, si no es por las crónicas e investigaciones de los grandísimos historiadores y cronistas que tenemos en Nayarit, jamás podrían enterarse que ese río que, por dejadez o ignorancia, yace inerme ante nuestro desprecio, algún día fue la piedra de toque para el desarrollo de nuestra capital nayarita y los pueblos aledaños, fue el hilo conductor de la vida, del auge de nuestros pueblos. Bien dice el dicho: «Después de un buen servicio, un mal pago».

Hoy, de sólo acercarse dan náuseas, porque huele a putrefacción física y social; la primera porque está contaminado por todas las descargas de aguas negras que recibe, además de la inmensa cantidad de basura doméstica que los ciudadanos sin conciencia tiran en su lecho; la segunda por convertirnos en crueles verdugos de nosotros mismos. Nuestra ignorancia supina que no permite entender que destruir la naturaleza es destruirnos a nosotros mismos. En este tema hay mucho por decir.

La campaña que les comento, no deja de ser un buen intento del gobierno estatal, que espero no sea el único. Ojalá que esta temática, de vital importancia para nuestra supervivencia, no se tome sólo como bandera política sino como un esfuerzo decidido, permanente y muy bien sustentado, con obras y acciones precisas, contundentes, respaldadas por jugosos presupuestos federales, estatales, mundiales y de todo tipo, que propicien una lucha directa, frontal, contra lo que nosotros mismos hemos creado: el calentamiento global. Si no de que serviría guardar los recursos presupuestales para un después que no existirá. Algo así como aquellas pintorescas, coloquiales, pero contundentes palabras: “El día que yo me  muera, no voy a llevarme nada”. Y si seguimos en ese plan, no habrá ni siquiera un puño de tierra para que nos echen encima.

Reconozco que estos intentos de limpiar el río Mololoa y otros sitios naturales de importancia, han sido enarbolados anteriormente por asociaciones civiles, voluntarios y activistas sociales y ambientalistas, sindicatos como el SUTSEM, y demás movimientos que generan este tipo de activismo. Ojalá se lograran unificar los esfuerzos en torno a estas causas vitales. Es muy difícil ver algo así, pero tampoco sería imposible; sobre todo si es cuando ya sentimos que «nos está llegando la lumbre a los aparejos».


RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.