Literal,
estoy que me lleva el tren, exclamaba hoy por la mañana. Hacía mucho tiempo que
no me sentía tan molesto y frustrado. Una vez más el imponente monstruo de
hierro se atravesó en mi camino y manchó mi pulcro expediente en el rubro de
puntualidad de mi trabajo. Apenas pude checar la entrada unos minutos antes de
que se convirtiera en la primera falta y únicamente quedó en el rango de
retardo.
De
verdad que ya se ha convertido en un problema frecuente el cruce del
ferrocarril (tren) en el bulevar Gobernadores.
Recuerdo muy bien cuando, hace años, su paso era un problema digamos que
ordenado. Pasaba en las mañanas, temprano, a veces al medio día y seguro otra
vez por la noche, de tal manera que las personas que circulamos por esa vialidad
podíamos programar perfectamente las posibilidades de tener un encuentro con la
bestia. Solo era cosa de hacer los cálculos y sabías como evitar esa
desagradable situación.
El
problema no es que te toque la mala suerte de que pase el tren justo cuando tú
vas a pasar las vías. Eso sería molesto pero no pasaría a mayores, ya que la
mole solo tarda unos diez minutos en cruzar por más vagones que vaya jalando.
Cuando pasa a esa velocidad sabes que es cuestión de esperar un poco y ya. El
drama inicia cuando al armatroste (bueno al conductor) se le ocurre pararse por
largo tiempo y permanece en calidad de inmóvil, tapando irremediablemente el
paso con esa imponente cortina de acero. No sé si es peor cuando hace
movimientos alternados y lentos, hacia adelante y hacia atrás, hacia adelante y
hacia atrás, en una danza fastidiosa y desesperante.
Es obvio que esa espera se torna criminal cuando de llegar a una cita, checar
la entrada laboral, la entrada escolar o algo por el estilo, se trata.
Se
puede apreciar el enojo y la desesperación en los rostros de quienes comparten
contigo el infame momento de la espera. El bulevar se convierte en un inmenso
estacionamiento. Algunos conductores se bajan e incluso caminan a las tiendas
de abarrotes que existen en el entorno. Muchos de los vehículos se salen de la
formación y se retornan por las callejuelas buscando alguna salida,
principalmente por la calle paralela a la vía. Esta conduce hasta la colonia 2
de Agosto, saliendo hasta la calle Che Guevara y de ahí a incorporarse a la
circulación de la avenida Insurgentes de oriente a poniente. Es evidente que,
cuando esa decisión es tomada por muchos conductores, el tránsito por la
mencionada colonia se torna demasiado lento.
El
problema actualmente con el tren es que ya pasa a la hora que le da su gana.
Tres veces en la mañana y cuatro por la tarde, varias por la noche y otras en
la madrugada. Es un auténtico fastidio y un grave problema vial a casi diario.
Fastidia a conductores y peatones. Provoca diversos problemas, que pasan de
simples casos de contingencia de tiempo a graves problemas económicos y
sociales. Se puede percibir el coraje y la impotencia que genera esta situación
que se va tornando cada vez más frecuente y por ende más grave. Basta con
observar los semblantes de los conductores en la tremenda fila del tráfico
vehicular. Se observan rostros desencajados, mandíbulas trabadas y, entre la
mezcolanza de música de los carros, se escuchan muchas mentadas de madre, que,
desde mi acongojada trinchera, aplaudo con indiscreto gusto, asumiéndome como
parte de ese sufrido ejército que no merecemos esta suerte. Casi me pude
imaginar, por las caras de enfado que veía, que si en ese momento alguno de
ellos hubiera tenido a la mano un par de cartuchos de dinamita, se hubiera
animado a dinamitar al gusano metálico, como en aquellas épicas películas del
viejo oeste.
Luego
queda el tema de la reflexión. ¿Qué hacer para contrarrestar estos ácidos
episodios de la vida cotidiana? Es fácil decir que cambiar de ruta. En mi caso,
aunque no resulta igual de rápida, si hay la posibilidad de una vía alterna.
Esta sería usar la avenida Insurgentes a partir de Lagos del Country.
Generalmente no uso ese trayecto debido a que siempre es una vía más cargada de
tráfico vehicular por tanto más tardada. Implicaría salir más temprano de casa.
¿Qué pasa con las personas que no tienen una ruta alterna cercana? Ellas si
sufrirán mayores problemas para resolverlos. Así podríamos hacer un ejercicio
de búsqueda de soluciones, pero de pronto recapacito y me pregunto si únicamente
debemos ser los ciudadanos quienes busquemos respuestas a estos problemas de la
ciudad. Surge avasalladora la madre de las preguntas: ¿Y las autoridades qué
soluciones ofrecen?
Es aquí
donde se apilan las interrogantes. ¿Acaso no es responsabilidad de la ciudad y
el estado, resolver esas problemáticas que aquejan a la ciudadanía? ¿No es
acaso una obligación directa de las autoridades proporcionar los medios y los
recursos para dar seguridad y confort a los nayaritas? Por supuesto que sí. Es
un problema que se sigue agravando con el paso de los años y, de no encontrar
una solución relativamente rápida, se convertirá en una bomba de tiempo. Si
pensamos que este grave problema se replica en otro punto como es el cruce de
bulevar Colosio y calle Guadalajara, efectivamente que el problema se magnifica
y se vuelve doblemente importante su solución.
Recuerdo
que alguna vez, le comenté a un amigo lo siguiente: “la persona (autoridad) que
resuelva este problema de sacar o eludir el paso del ferrocarril en esos dos
puntos mencionados, se quedará en la memoria colectiva de todos los tiempos.
Jamás olvidará el pueblo a esa persona que se atreva a terminar de una vez por
todas con ese fastidio frecuente de tener que esperar a
veces casi una hora para poder cruzar las temibles y odiadas vías del
ferrocarril”. Ojalá, porque el día de hoy les juro que sí “estaba que me
llevaba el tren”.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.