JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
Tepic, Nay; abr 16, 2014.- Hoy miércoles 16 de abril se cumple un año
más del fallecimiento de un nayarita ilustre e inolvidable. Un día como hoy,
pero de 1998, dejó de existir uno de los hombres que más he admirado en mi vida:
Don Emilio M. González.
Seguramente
en los diarios publicarán muchos artículos en referencia directa a este gran
personaje de la política estatal, nacional e incluso internacional, cuya
trayectoria está muy lejos de ser alcanzada por alguno de los ases de la baraja
política actual.
Por
supuesto que no es fácil lograr una hoja curricular en la que se amalgamen
quehaceres de tanta diversidad y cargos que fueron desde la digna sencillez de
empleado de telégrafos nacionales hasta la encumbrada y honrosa representación
del Congreso de la Unión. En este amplísimo trayecto se magnifica su reconocido
liderazgo en el ámbito sindical que lo llevó a los máximos sitios del obrerismo
nacional, al lado del también legendario Don Fidel Velázquez Sánchez en la
Confederación de Trabajadores de México (CTM).
Sería
inútil intentar traerles aquí la lista de cargos que ocupó en su vida pero,
haciendo un esfuerzo de síntesis, les diré que fue diputado local una ocasión,
cuatro veces diputado federal y tres ocasiones senador de la república,
dirigente de la CTM estatal, secretario de acción política de la CTM Nacional, Gobernador
del Estado y Presidente de la Gran Comisión del Senado de la República, entre
otros.
Mi
admiración no sólo se funda en su amplísima trayectoria política ya que los
récords basados en lo cuantitativo siempre estarán al alcance de la mano y,
aunque lo dudo mucho, quizá haya una persona que pudiera alcanzarlo o superarlo
algún día. Pero si abordamos el aspecto cualitativo y abundamos más en este concepto, aunque parezca una tautología, diría
que él poseía una calidad muy especial.
Por esa
razón no me incomoda la posibilidad de coincidir con algunos colegas en
escribir algo sobre este personaje, para muchos muy controvertido, sobre todo
para los que no tuvieron la suerte de conocerlo de cerca y sólo basan su
opinión en las referencias frías de los documentos y algunas versiones
tergiversadas de su personalidad.
Estoy
muy seguro que este artículo les resultará muy distinto a cualquier otro que
hoy pudieran leer. Con la aclaración que no estoy alabando mi trabajo. Me
refiero a que no daré mi opinión sobre el político, el líder sindical, el
estadista, el gobernante sino que esta vez prefiero hacerlo sobre la persona,
el hombre, el humanista.
Esta
vez deseo comentar sobre algunos rasgos de la personalidad de Don Emilio M.
González, o el "Amigo Emilio" como él mismo se nombraba y no pudo hacerlo
mejor ya que sin duda la amistad era uno de los valores más sobresalientes de
su formación personal. Le reconozco la pasión por la amistad como una de sus
grandes virtudes. Me consta lo anterior por haberlo vivido de cerca, ya que mi
padre, Rafael Elizondo Ortega, fue uno de sus amigos consentidos. Yo disfruté
también de ese sentimiento tan maravilloso, fui tratado con mucho cariño y lo
quise a él como si fuera parte de mi propia familia.
Ese
afecto tan especial que nos unió no me debe descalificar para dar esta opinión.
Esto lo digo basado en dos razones principales, la primera es porque no estoy
abordando el perfil político, evitando por definición la tentación de sesgar la
crítica por afinidad, creo que ese cuestionamiento lo hizo o lo hará en su
momento la sociedad o la historia. La segunda tiene que ver con la oportunidad
de compartir detalles del anecdotario personal a propósito de esta fecha en la
que se cumplen 16 años de su muerte acaecida en el Distrito Federal. Para lo
anterior, confío plenamente en la amable permisión de mis lectores.
Así
como es imposible enumerar aquí su trayectoria igual resulta con tantas
anécdotas, detalles y sucesos de la vida de Don Emilio. Por supuesto que muchas
son del dominio público y quizá hasta haya controversia en el manejo de ellas.
Yo prefiero recordar los momentos donde comprobé su inigualable sencillez y su inmensa
calidad humana. Jamás he visto a otra persona que salude con el mismo gusto a
un dignatario extranjero o a un funcionario de alto nivel que a un indígena de Naranjito
de Copal o a un campesino de Tecuala.
Gracias
a su forma de ser entendí a cabalidad la diferencia entre la política popular y
el populismo. Créanme que no he visto a nadie convivir con el pueblo con tanta
sinceridad y alegría como él lo hacía. Entiendo ahora por populismo el estilo
de política en que el gobernante de manera estudiada y tendenciosa planea y
ejecuta programas que no resuelven los problemas de los gobernados, acciones
que tienen la apariencia de grandes soluciones sociales pero no pasan de ser
las clásicas dádivas asistenciales que hacen ver al político como el gran
samaritano, sobre todo porque usan de manera intensiva los medios de
comunicación. La política popular, en cambio, es el verdadero interés del
gobernante por resolver los problemas que aquejan a los sectores más
desprotegidos del pueblo y sobre todo que no le importa mucho el resultado
mediático. Nace de un interés espontáneo, natural, sin poses, sin fingimiento,
así era el estilo de gobernar de Don Emilio. Si el asunto que le planteaban
tenía una solución, procuraba siempre otorgarla de manera rápida, directa, sin
traer a la gente de un lado a otro como suelen hacerlo en las administraciones
más recientes.
Cómo
olvidar aquellas maratónicas audiencias públicas que terminaban hasta el día
siguiente, atendiendo hasta la última persona, pero no con el afán de imponer
una moda o ganar popularidad sino con el único interés de que los ciudadanos
tuvieran la oportunidad de hablar con su gobernador y que salieran con una
solución a su problema.
Así fue
Don Emilio, un hombre generoso, amable y respetuoso que siempre apoyó y dio su
lugar a toda la gente, a sus colaboradores, a su familia y a sus amigos. Era
carismático y poseía una gran chispa para la conversación y los anécdotas ya
que su memoria era prodigiosa.
Yo lo
conocí desde mi infancia, muchas veces lo vi llegar a visitar a mi papá en la
vieja casa de Tecuala. Aún recuerdo cuando tenía unos ocho años y llegó un
automóvil, tocaron el claxon y salí a ver quién era, en la parte trasera iba un
señor con un sombrero y unos lentes oscuros que casi le cubrían todo el rostro,
lo vi, me metí a la casa y dije: "Papá lo busca Don Emilio" después
comentaría él ¿Cómo supo tu niño que era yo? Si se suponía que estaba de
incógnito" Acto seguido halagó a ambos diciendo "no cabe duda, hijo
de tigre, pintito".
Quizá
una de las cosas que más recuerdo es la confianza que nos tenía Don Emilio, por
ejemplo contestar el teléfono rojo, es decir hablaba con el presidente de la
república estando presentes mi padre y yo, aún cuando existía un lugar hermético
para ello. Otro recuerdo, un poco más gracioso, la visita de Rafael, uno de mis
hijos que con una inusual obstinación, insistió en conocer a ese señor del que
tanto hablábamos y ahí estuvimos mi padre, mi hijo y yo con él en la oficina de
la Gran Comisión del Senado de la República, cómo lamento no poseer una foto de
aquel peculiar abrazo entre un ilustre personaje de casi ochenta años y un
precoz hablantín de tan sólo tres añitos. Se atestiguaba en ese momento que uno
de los grandes amores de Don Emilio siempre fueron los niños. Le encantaba
hacer felices a los pequeños, eran su adoración, pero aquella ocasión fue muy
especial, hoy en día no sé cuántos niños puedan darse el lujo de platicar que
estuvieron sentados sobre el escritorio del presidente de la cámara de
senadores comiendo dulces de una enorme copa de vidrio que fue materialmente
vaciada por ese pequeño glotón.
En mis
visitas continuas al Senado de la República conocí a personajes como Porfirio
Muñoz Ledo, Blas Chumacero, Alfonso Martínez Domínguez, Manuel Cavazos Lerma,
Jesús Murillo Karam, Humberto Lugo Gil y otros que nos presentó ocasionalmente
Don Emilio, además de su tocayo Emilio Chuayffet Chemor entonces titular de la
PROFECO quien me invitó a trabajar en esa dependencia donde estuve por varios
años.
Así, hay
cientos de anécdotas que pudiera contar de ese hombre maravilloso, a quien
conocí muy de cerca y tuve el privilegio de contar con su amistad, cosa que
pueden atestiguar quienes fueron colaboradores cercanos a él como son el Lic.
Roberto Ortega Treviño, actualmente en Gobierno del Estado, a quien le sigo guardando
una alta estimación. También está el buen amigo Benjamín López Ceja, quien fuera
el último secretario particular de Don Emilio, desafortunadamente le he perdido
la pista y no sé donde se encuentra actualmente.
He sido
testigo de algunos de sus aniversarios luctuosos organizados por un familiar y
no me he acercado a esos eventos porque me parecen actos políticos donde el
lucimiento personal y los reflectores son el motivo principal de ellos. Además,
me resulta desagradable ver en primera fila a personas que trataron mal a Don
Emilio, fallándole de fea manera a pesar de deberle a él su carrera política y
algo más que eso. Prefiero ser fiel a mis sentimientos y principios, tal como
lo hemos acordado mi padre y yo. Una humilde veladora en casa y una sincera
plegaria a Dios por el eterno descanso de su alma. Eso hacen los verdaderos
amigos. Sea este texto un humilde homenaje al "AMIGO EMILIO" un
hombre que escribió su propia historia en el corazón de los nayaritas. Descanse
en paz.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.