miércoles, 10 de febrero de 2016

"Cerrando la trilogía"


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita



"Cerrando la trilogía"



Pasaron muchas horas más y el milagro nunca llegó. Jamás perdí la esperanza de ver a mi padre abrir sus ojos, pero unas horas después que envié mi artículo “Vacaciones de terror”, mismo que fue publicado el miércoles anterior, él dejó de existir.

Al leer este proemio se entenderán ampliamente algunos detalles y se despejarán algunas dudas que hayan quedado del artículo anterior. Para los que no tuvieron la oportunidad de leer el mencionado artículo y el anterior a ese, que de alguna manera forman parte de una involuntaria trilogía, aquí les ofrezco algunas pistas.

El artículo “Vacaciones de terror” de la semana anterior, por muy increíble que parezca, lo escribí como si fuera una simple nota en mi celular, en el lecho de muerte de mi padre en un nosocomio de la ciudad de Santiago Ixcuintla. A esas alturas ya había dado por perdida mi participación en el semanario por esa ocasión, ya que las circunstancias eran más que desfavorables. Pero en uno de los pocos instantes que pude estar a solas con mi padre, en una de esas conversaciones sin respuesta verbal, le decía que si él se iba a quien le leería mis artículos, quien los disfrutaría con ese particular interés, quién los escucharía tan atentamente como él lo hacía. Entre sueños me pareció escuchar que me decía que bajo ninguna circunstancia dejara de hacerlo, que no dejara de escribir. Y así, tal como si se tratara de una conversación, inicié narrando lo que me había ocurrido en mis vacaciones hasta llegar al punto exacto donde me quedé hincado al pie de la cama de mi padre enfermo esperando el gran milagro.

No sé qué hubiera dado para que esa historia hubiera sido de esas de final feliz, de esas que terminan diciendo “y vivieron felices para siempre”, pero no fue así. La vida también tiene otras caras que mostrar y a mí me enseñó la peor de todas, la cara de la muerte. Mi padre, después de sufrir dolorosas incidencias pre y post operatorias, dejó de existir después de una trepidante lucha que lo confirmó como el legendario guerrero que siempre fue en su larga vida de casi nueve décadas. Creo que si hubo alguna duda entre mis lectores acerca del artículo anterior, con el detalle de estas circunstancias quedan bien aclaradas.

Una extraña sensación habita hoy en mi alma. La tristeza me aprisiona y me maltrata. El escenario de mi vida se torna un tanto sombrío. Mi estado anímico se asemeja a una vieja tarde campirana que se ve acechada por un ejército de negros nubarrones que se apostan frente al horizonte que momentos antes lucía nítido, luminoso, esplendoroso. De nuevo esa insondable sensación de vacío en mi corazón, sólo comparable con aquella de hace once años cuando fue mi madre quien emprendió el vuelo. Hoy siento una orfandad absoluta, triste, pesada, dolorosa. En este momento mis ojos ven la vida como la ve un niño desamparado, un niño sin ilusión, un niño que carece de un regazo cálido donde refugiar sus penas y temores.

En estos momentos todo huele a soledad y abandono. Los planes y los proyectos parecen abandonados entre el polvo y la paja de un granero sombrío. Mi visión, antes periférica, ha perdido más de una de sus dimensiones. El caleidoscopio de mis ojos no percibe colores ni formas. Hay una tristeza lacerante en mi alma y un imponente cansancio en mi cuerpo y en mi mente que me atrapan, me asfixian e inmovilizan. Quiero dormir, abandonarme, aislarme. Convertirme en un típico ermitaño, el más ermitaño de todos. Deseo rehuir el contacto con la gente, deseo no saber de nada ni de nadie. Sólo quiero dormir, aislado, solo, en la oscuridad y que pase el tiempo sin prisa. Sobreviene el silencio, la soledad, la paz.

Siento una suave caricia que mece mi cabello a la vez que escucho una dulce voz que me llama por mi nombre. Sé que es parte del sueño en que estoy hundido y me dejo querer. Me dejo llevar por el juego onírico y espero a ver que más sucede. La voz se torna más insistente y logra llamar mi atención. Abro mis ojos cansados, tristes y llorosos. Un poco de luz que entra por la ventana me ayuda a reconocer el amado rostro de mi esposa que con una sonrisa amable y candorosa repite mi nombre con una suavidad casi mística. Un cálido beso en mi mejilla termina de abrirme los ojos. Que bella manera de despertar.

Ese hermoso reencuentro con la vida me hizo reflexionar y recobrar la habitual fortaleza de mi espíritu. Esos detalles sencillos pero sinceros, llenos de afecto y consideración, desplegaron de nuevo las velas de mi barca, encendieron la magia de mi vida. Bastaron unos instantes de reflexión para entrar en un proceso de recuperación. Bastaron sólo unos momentos de lucidez para retomar las riendas de la vida y apreciar con lujo de detalles el inmenso caudal de mis valores humanos. De pronto ahí estaba todo ante mi vista. La felicidad de los buenos detalles de mi padre y el cúmulo de lecciones, anécdotas, alegrías, luchas, esfuerzos y sufrimientos que forjaron el carácter de ambos. Tantas vivencias, buenas y malas, que forman parte del bagaje que construimos juntos.  Así surge de nuevo la fuerza indomable del espíritu de nuestro clan, la luminosidad de nuestro linaje, la fortaleza de nuestros blasones que se me ha encomendado liderar.

Así surge espontáneo el fructífero legado inmaterial que me dejaste. La enseñanza ejemplar de tus acciones como persona. Ahí es donde sufro y comprendo la doble pérdida, te pierdo como padre amoroso y excelente amigo. Pero me consuela saber que entre tantas vicisitudes siempre pregonaste ante propios y extraños tu predilección por mi persona y que siempre disfruté de tu absoluta confianza en la salvaguarda de tus intereses físicos y morales.

Cómo no valorar también el inconmensurable apoyo de la compañera de mi vida, mi amada esposa, quien dejando todas las situaciones familiares  en una lejana Ciudad de México, después de tener más de un año sin la compañía de padres, hermanos y demás familia, viajó en condiciones extremas con el único propósito de acompañarme en momentos tan aciagos. A mis hijos que estuvieron atentos y me brindaron todo su apoyo. Muchos familiares y centenares de amigos del país y de USA que me brindaron palabras de solidaridad y consuelo, muchos otros que viajaron desde distintos lugares hasta Tecuala. A los compañeros de trabajo que estuvieron conmigo, a mis compañeros representantes y delegados sindicales que se solidarizaron conmigo, al Comité Electo del SUTSEM y en especial a nuestra dirigente Águeda Galicia, a Luceria Amparo, dirigente de la Sección X de Tecuala, al Presidente Municipal Lucio Santana y a Jesús Andrade por su gran apoyo personal, y en general a todas las personas que hicieron posible que todo llegara a buen término. Fue impresionante la cantidad de personas que me enviaron mensajes, llegando incluso a bloquear por momentos mi teléfono móvil.

Aquí termina la vida de mi padre y comienza su leyenda. Un luchador social por antonomasia, gestor de las causas de los más necesitados, un hombre de su tiempo. Trabajador desde su tierna infancia, que sin estudios llegó a ser un símbolo de la perseverancia y el deseo de superación, fue experto conocedor del tabaco, gestor, inspector del trabajo, regidor, síndico, dirigente de la CTM y la CGT, diputado local y presidente municipal de Tecuala, muy querido por el pueblo. Pero, sin duda los valores que más aprecié de él fueron la honestidad, la generosidad y su gran pasión por la amistad. 

RECIBAN UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.