JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
"Cerrando la trilogía"
Pasaron
muchas horas más y el milagro nunca llegó. Jamás perdí la esperanza de ver a mi
padre abrir sus ojos, pero unas horas después que envié mi artículo “Vacaciones
de terror”, mismo que fue publicado el miércoles anterior, él dejó de existir.
Al leer
este proemio se entenderán ampliamente algunos detalles y se despejarán algunas
dudas que hayan quedado del artículo anterior. Para los que no tuvieron la
oportunidad de leer el mencionado artículo y el anterior a ese, que de alguna
manera forman parte de una involuntaria trilogía, aquí les ofrezco algunas
pistas.
El
artículo “Vacaciones de terror” de la semana anterior, por muy increíble que
parezca, lo escribí como si fuera una simple nota en mi celular, en el lecho de
muerte de mi padre en un nosocomio de la ciudad de Santiago Ixcuintla. A esas
alturas ya había dado por perdida mi participación en el semanario por esa ocasión,
ya que las circunstancias eran más que desfavorables. Pero en uno de los pocos
instantes que pude estar a solas con mi padre, en una de esas conversaciones
sin respuesta verbal, le decía que si él se iba a quien le leería mis
artículos, quien los disfrutaría con ese particular interés, quién los escucharía
tan atentamente como él lo hacía. Entre sueños me pareció escuchar que me decía
que bajo ninguna circunstancia dejara de hacerlo, que no dejara de escribir. Y
así, tal como si se tratara de una conversación, inicié narrando lo que me había
ocurrido en mis vacaciones hasta llegar al punto exacto donde me quedé hincado
al pie de la cama de mi padre enfermo esperando el gran milagro.
No sé
qué hubiera dado para que esa historia hubiera sido de esas de final feliz, de
esas que terminan diciendo “y vivieron felices para siempre”, pero no fue así.
La vida también tiene otras caras que mostrar y a mí me enseñó la peor de
todas, la cara de la muerte. Mi padre, después de sufrir dolorosas incidencias
pre y post operatorias, dejó de existir después de una trepidante lucha que lo
confirmó como el legendario guerrero que siempre fue en su larga vida de casi
nueve décadas. Creo que si hubo alguna duda entre mis lectores acerca del
artículo anterior, con el detalle de estas circunstancias quedan bien
aclaradas.
Una
extraña sensación habita hoy en mi alma. La tristeza me aprisiona y me
maltrata. El escenario de mi vida se torna un tanto sombrío. Mi estado anímico
se asemeja a una vieja tarde campirana que se ve acechada por un ejército de
negros nubarrones que se apostan frente al horizonte que momentos antes lucía
nítido, luminoso, esplendoroso. De nuevo esa insondable sensación de vacío en
mi corazón, sólo comparable con aquella de hace once años cuando fue mi madre
quien emprendió el vuelo. Hoy siento una orfandad absoluta, triste, pesada,
dolorosa. En este momento mis ojos ven la vida como la ve un niño desamparado,
un niño sin ilusión, un niño que carece de un regazo cálido donde refugiar sus
penas y temores.
En
estos momentos todo huele a soledad y abandono. Los planes y los proyectos
parecen abandonados entre el polvo y la paja de un granero sombrío. Mi visión,
antes periférica, ha perdido más de una de sus dimensiones. El caleidoscopio de
mis ojos no percibe colores ni formas. Hay una tristeza lacerante en mi alma y
un imponente cansancio en mi cuerpo y en mi mente que me atrapan, me asfixian e
inmovilizan. Quiero dormir, abandonarme, aislarme. Convertirme en un típico
ermitaño, el más ermitaño de todos. Deseo rehuir el contacto con la gente,
deseo no saber de nada ni de nadie. Sólo quiero dormir, aislado, solo, en la
oscuridad y que pase el tiempo sin prisa. Sobreviene el silencio, la soledad,
la paz.
Siento
una suave caricia que mece mi cabello a la vez que escucho una dulce voz que me
llama por mi nombre. Sé que es parte del sueño en que estoy hundido y me dejo
querer. Me dejo llevar por el juego onírico y espero a ver que más sucede. La
voz se torna más insistente y logra llamar mi atención. Abro mis ojos cansados,
tristes y llorosos. Un poco de luz que entra por la ventana me ayuda a
reconocer el amado rostro de mi esposa que con una sonrisa amable y candorosa
repite mi nombre con una suavidad casi mística. Un cálido beso en mi mejilla
termina de abrirme los ojos. Que bella manera de despertar.
Ese
hermoso reencuentro con la vida me hizo reflexionar y recobrar la habitual
fortaleza de mi espíritu. Esos detalles sencillos pero sinceros, llenos de
afecto y consideración, desplegaron de nuevo las velas de mi barca, encendieron
la magia de mi vida. Bastaron unos instantes de reflexión para entrar en un
proceso de recuperación. Bastaron sólo unos momentos de lucidez para retomar
las riendas de la vida y apreciar con lujo de detalles el inmenso caudal de mis
valores humanos. De pronto ahí estaba todo ante mi vista. La felicidad de los
buenos detalles de mi padre y el cúmulo de lecciones, anécdotas, alegrías,
luchas, esfuerzos y sufrimientos que forjaron el carácter de ambos. Tantas
vivencias, buenas y malas, que forman parte del bagaje que construimos
juntos. Así surge de nuevo la fuerza
indomable del espíritu de nuestro clan, la luminosidad de nuestro linaje, la
fortaleza de nuestros blasones que se me ha encomendado liderar.
Así
surge espontáneo el fructífero legado inmaterial que me dejaste. La enseñanza
ejemplar de tus acciones como persona. Ahí es donde sufro y comprendo la doble
pérdida, te pierdo como padre amoroso y excelente amigo. Pero me consuela saber
que entre tantas vicisitudes siempre pregonaste ante propios y extraños tu
predilección por mi persona y que siempre disfruté de tu absoluta confianza en
la salvaguarda de tus intereses físicos y morales.
Cómo no
valorar también el inconmensurable apoyo de la compañera de mi vida, mi amada
esposa, quien dejando todas las situaciones familiares en una lejana Ciudad de México, después de
tener más de un año sin la compañía de padres, hermanos y demás familia, viajó
en condiciones extremas con el único propósito de acompañarme en momentos tan
aciagos. A mis hijos que estuvieron atentos y me brindaron todo su apoyo.
Muchos familiares y centenares de amigos del país y de USA que me brindaron palabras
de solidaridad y consuelo, muchos otros que viajaron desde distintos lugares
hasta Tecuala. A los compañeros de trabajo que estuvieron conmigo, a mis
compañeros representantes y delegados sindicales que se solidarizaron conmigo,
al Comité Electo del SUTSEM y en especial a nuestra dirigente Águeda Galicia, a
Luceria Amparo, dirigente de la Sección X de Tecuala, al Presidente Municipal
Lucio Santana y a Jesús Andrade por su gran apoyo personal, y en general a
todas las personas que hicieron posible que todo llegara a buen término. Fue
impresionante la cantidad de personas que me enviaron mensajes, llegando
incluso a bloquear por momentos mi teléfono móvil.
Aquí
termina la vida de mi padre y comienza su leyenda. Un luchador social por
antonomasia, gestor de las causas de los más necesitados, un hombre de su
tiempo. Trabajador desde su tierna infancia, que sin estudios llegó a ser un
símbolo de la perseverancia y el deseo de superación, fue experto conocedor del
tabaco, gestor, inspector del trabajo, regidor, síndico, dirigente de la CTM y
la CGT, diputado local y presidente municipal de Tecuala, muy querido por el
pueblo. Pero, sin duda los valores que más aprecié de él fueron la honestidad, la
generosidad y su gran pasión por la amistad.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.