Pepe
Ventura lanzó una última mirada alrededor del puente del que estaba sujetado con
sus largos brazos inclinados sobre su espalda. Sus pies apenas tocaban el piso
de cemento del andador aéreo que servía para cruzar sin riesgo la transitada
avenida, eso que suelen llamar un paso peatonal.
La
tarde empezaba a caer y los cientos de vehículos que escandalosamente
circulaban como a cuatro metros abajo encendieron sus faros al unísono, como si
se hubieran puesto de acuerdo para hacerlo. Eso llamó la atención del aprendiz
de suicida, un hombre desesperado por cuya mente solo pasaba la idea de
lanzarse al vacío en medio de aquel maremágnum de llantas, humo negro y ruido
infernal.
La
luminosa parafernalia distrajo un poco la obsesiva y mortal intención de lanzarse
por los aires para emular al súper héroe de los comics gabachos, al hombre de
acero (ese que se pone los calzones rojos encima de su malla azul) pero pues
que importaba eso si no había mucha prisa, de todos modos tarde que temprano
iba a terminar por aventarse.
No
había nadie cercano para ayudarlo como ocurrió siempre en su vida. El escenario
momentáneo y circunstancial le dibujaba con mordaz ironía la misma película que
fue su vida siempre. Sin nadie cercano, a oscuras, viendo las luces de lejos y
aferrado con todas sus fuerzas a lo que tuviera a la mano. Recordó lo más "selecto" de su historia de vida y únicamente encontró soledad y
tristeza. Su madre siempre triste y llorosa, con su carita moreteada por los
puñetazos despiadados de su pareja, el ebrio de su padre. La casa tirada y
mugrosa, sin víveres, ni alegría, ni música. Ella lavaba y planchaba ropa ajena
para sostener a los tres miembros de la familia, viviendo un martirio que
terminó cuando al fin decidió dejar al borrachales de Nicéforo y se llevó
consigo a su hijo.
Vivieron
en lamentables condiciones económicas pero libres de los golpes y vejaciones de
parte de Nicéforo, por cierto no cabe duda que no pudo tener mejor nombre ese señor,
ya que significa: “El que trae la victoria”, con el plus que este etílico
energúmeno no solo trae la victoria, sino trae la “Corona”, la “Pacífico”, la
“Tecate” y todas las que se pongan enfrente (chiste para bebedores). La madre
huyó con su hijo y, aunque anduvo a salto de mata por un tiempo, finalmente
pudo establecerse en un pequeño barrio de un pueblo del bajío. Vivieron
medianamente bien pero, sobre todo, sin la angustia y el temor que implicaba
tener en casa al asqueroso bebedor empedernido, golpeador, irresponsable,
huevón y cobarde sujeto. El tiempo fue benigno portador de buenas noticias (de
las pocas en su vida), supieron por la prensa que el sujeto que tanto los había
humillado había fallecido en una trifulca protagonizada por miembros del “Escuadrón
de la muerte” del lugar donde antes vivían. ¡Una preocupación menos!
Todo
fue un poco mejor hasta que doña Lupita, su sufrida madre, falleció víctima de
una grave infección bacteriana en los pulmones. Pepe nada pudo hacer para
ayudarla, los médicos dijeron que su enfermedad era incurable. Sufrió por
quedarse solo y anduvo un poco desorientado un tiempo, hasta que conoció a
Cornelia y se juntó con ella (le faltó suspicacia al conocer el nombre de su
“Dulcinea”). Solo bastaron diez meses para conocer la vergonzosa tragedia de un
ataque agudo de adulterio por parte de su amada chica. Pensó en matarlos a
ambos y huir para la capital del país. Por un momento tuvo la extraña sensación
de estar representando al ingenioso hidalgo, don Alonso Quijano, el épico don Quijote
de la Mancha, pero no era porque le encantaba la literatura o el teatro sino
porque ni duda cabía que el hombre que estaba frente a él, era el mismísimo
Sancho. (Chiste de cornudos).
Pudo
más la Prudencia (una chava que hacía la limpieza en la casa vecina a la suya)
que salió en su auxilio y le lanzó un infalible conjuro, el coqueto guiño de
sus ojos negros, que venció cualquier resistencia del macho ofendido. Ella le
acompañó unas cuadras hasta llegar a la terminal de autobuses guajoloteros del pueblo, se compró un
boleto a donde fuera y se alejó de su último fracaso.
Después
de inverosímiles peripecias, de andar por aquí y por allá, logró estabilizar su
vida. Conoció a un buen hombre que le dio empleo y lo apoyó para salir
adelante. Se hizo de un terrenito e inició la construcción de una modesta habitación
que empezó a usar aun estando en obra negra. Hizo labores de jardinero y mil usos
para su nuevo patrón que lo trataba (alguien por fin) como persona. El bondadoso
anciano le consiguió más tarde un puesto de trabajo en la oficina de gobierno
que dirigía. Todo parecía ir de maravilla, pero pues ya ven que hay personas
que nacen con estrella y otras simplemente estrelladas, Pepe Ventura era de
éstos últimos. Su benefactor, don Justo del Hoyo, pereció trágicamente en un
accidente de carretera, él perdió el lugar de confianza que ocupaba como
ayudante en su casa y, por consecuencia, el ingreso que percibía. Unos días
después, perdió su casa a consecuencia de un derrumbe del cerro en cuya falda se
asentaba la pequeña mancha urbana. Lo bueno que aún conservaba su empleo en el
área municipal de parques y jardines y eso le permitiría salir adelante.
Suspiró
profundamente como queriendo darse ánimo. Los siguientes meses fueron más o
menos gentiles con él. Se ilusionó cuando le contaron que la señora (o
señorita, por si acaso) que estaba por asumir el cargo de la municipalidad era
una excelente persona y que seguramente le iría muy bien, pero las cosas no
siempre salen como uno quisiera y nuestro amigo Pepe era gallo para eso. Nunca
supo si la mujer que llegó a gobernar era tal como la pintaban, lo que si
sucedió fue que el nuevo jefe de su área era un tipo déspota y desconsiderado
que lo corrió sin ningún miramiento. Ese jefesucho,
y muchos como él, vinieron a decepcionar a todas las personas que esperaban con
esperanza sincera la llegada de ese partido y ese gobierno.
Quizá
ahora sea más fácil entender las motivaciones de Pepe Ventura para quitarse la
vida lanzándose desde ese puente. Con un poco de suerte y esta vez no estará
tan solo, pues si se espera un poco tal vez lleguen varios suicidas más a
acompañarlo en su viaje, pues no será ni con mucho el único que sufra de esa
misma decepción.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.