JUVENTUD REBELDE Y PELIGROSA
Todos
pasamos por esa etapa de nuestras vidas, donde creemos ser los ‘razonables
absolutos’, y que los adultos ya vivieron y no aprovecharon estos años
maravillosos para componer este mundo en que todos vivimos.
Padres,
familiares, maestros… todos quieren instruir y orientar, pero el joven no
quiere escuchar, se niega a creer que ellos tienen la razón, y que las
vivencias que les quieren compartir son sólo cuentos inventados que no merecen
ser considerados como anécdotas, y mucho menos “experiencias propias”. Todo es color de rosa, y mucho menos
complicado de como lo exponen los adultos.
Y de los senectos ni qué decir; son considerados por los jóvenes como un
estorbo y nada más.
Gloriosa
edad, etapa de la vida que se halla situada entre la infancia y la edad adulta!,
donde el joven siente que es el Rey del Universo, y al mismo tiempo que el
mismo Universo no le merece… años donde todo parece no tener fin, ni las
responsabilidades aparecen por ningún lado; donde los sueños nacen con el sol
de cada día, y cada vez son más sueños, muchos alocados, otros bien cimentados,
pero sueños al fin… Los jóvenes son el presente y futuro de una nación, de un
pueblo, del mismo barrio que les vio nacer; oro puro que tienen en sus manos y
no saben qué hacer, pero todo quieren hacerlo sin demora alguna… sin escuchar a
nadie.
“¡Cuánta razón tenía mi padre…!”, “¡bien me lo
decía mi madre…!”, son frases que se escuchan cuando la juventud ha pasado,
cuando vemos que efectivamente, nadie experimenta en cabeza ajena. Pero no hay “vuelta pa’tras”; el tiempo ya se
fue y, en el mejor de los casos, aprendemos de las experiencias vividas… Pero
¿y si lo vivido es parte de un pasado que ya no le permitirá a la persona
contar más?; ¿si el no escuchar se tradujo en mala vivencia, una desgracia, o
peor aún, en una irreparable pérdida del Ser?
Aquí es
donde tanto padres de familia como jóvenes y adolescentes deben tener especial
cuidado, pues desde su aparición, las redes sociales se han convertido en un
libertinaje que aparentemente no es posible parar. La tecnología, mal aplicada en muchos casos,
pasa a ser de un bien a un mal, y en muchas ocasiones esto no se reconoce,
aunque sí se sufren las consecuencias.
La falta
de comunicación de persona a persona, entre los miembros de la familia, y entre
vecinos, es tangible; no hay duda. Y en
consecuencia, se tiene que actuar de inmediato, ya que los recientes
acontecimientos de sangre que se han dado en la entidad nayarita, no es para
menos. No son pocos los adolescentes y
jóvenes que caen en las garras del vicio, o de la delincuencia organizada,
segándoles su propia vida, dejando tras de ello un río interminable de
lágrimas, y una serie de culpabilidad para sus deudos.
Aún se
recuerdan esos casos, hace un lustro, cuando dos jovencitos fueron encontrados
ejecutados en las inmediaciones de los poblados de El Aguacate y Atonalisco, en
este municipio capitalino. Al parecer,
los jóvenes Alfredo Vargas Flores y Luis Alberto Quiroz Amescua de apenas 22 y
23 años de edad respectivamente, salieron de sus casas un domingo a mediodía, a
bordo de una motocicleta, y ya no regresaron con vida; fueron buscados y
encontrados muertos; fueron ultimados a balazos. Triste y cruel, pero es una realidad que nos
embarga actualmente.
¿CASTIGO O REFLEXIÓN?
Luego
entonces, es preciso que la forma de vida cambie, pero sobre todo que se tome
conciencia de la imperante necesidad de comunicarse padres e hijos. Retomar el fomento a los valores dentro del
seno familiar es de vital importancia; no es una cuestión de moda ni de falta
de tiempo.
Tiempo es
precisamente lo que debemos emplear en comunicarnos al interior del seno
familiar, y si es posible, con los vecinos.
Las
experiencias vividas por los adultos, deben ser tomadas en consideración como
tales, como experiencias, para que los jóvenes eviten cometer los mismos
errores. Tienen derecho a vivir su propia vida, sí, pero con responsabilidad,
con dignidad, con honestidad.
En los
años 70’s e incluso en los 80’s, la niñez hacía otro tipo de “aventuras”, de
vagancias; el andar de “jacalero”, o “hacerse la pinta” yéndose a la Alameda,
La Loma u otro parque público, era muy aventurado; y en la mayoría de los
casos, al llegar a casa ya se esperaba tremendo castigo o reprimenda. Hoy las cosas han cambiado, ya no es igual
que antes.
Con la
tecnología, insistimos, queremos que todo mundo sepa dónde andamos, lo que
hacemos, lo que compramos, lo que decimos… todo esto en tiempo real a través de
las redes sociales. Una foto o vídeo, y
un pequeño comentario escrito, son suficientes para que nuestros amigos,
familiares y demás personas se enteren de nuestra existencia… pero también se
enteran y con más interés, gente que no conocemos, y que sólo está a la caza de
incautos.
Inicia la
extorsión, la mentira, el engaño y una serie de falta de valores que
desencadenan en un hecho escabroso para el cual no estamos realmente preparados
y, que en honor a la verdad, no se tiene necesidad.
Debemos
pues, padres e hijos, familia y vecinos, así como compañeros de trabajo, unir
esfuerzos en contra de la Delincuencia Organizada que parece querer volver a
tomar las calles de Tepic. Hay que
cerrarles las puertas no sólo de la casa, sino de nuestras vidas. Empecemos por acercarnos a nuestro seno
familiar, es un muy buen principio, ¿no cree usted, amable lector?
**MIEMBRO
FUNDADOR DE FRECONAY, A.C.**