"El debate de la selva"
Los
extraños ruidos que se percibían en la selva sólo podían indicar que algo
grande estaba por suceder. Por la gran ruta de pastos verdes y vegetación
secundaria alta, adyacente al cauce del río que todos conocían como el
“Remolino del Diablo”, caminaban presurosos los animales que habitaban aquel
paradisíaco, pero peligroso lugar.
El
estruendoso clamor de aquellas aguas caudalosas era a veces apagado por el
murmullo continuo y los sonidos producidos por disímbolas pisadas de especies
animales. La vibración intermitente provocada por el trote de la familia de
elefantes, el galope rítmico de unas majestuosas cebras, a quienes un burro
salvaje al pasar les solicita que se “quiten las pijamas”. El tamborileo grave de
unos pesados pasos de rinocerontes, el ligero, pero continuo “zapateo” de un
gran grupo de antílopes y tantos otros sonidos confusos, entre pisadas, trotes,
graznidos y rugidos, creaban un momento de tensión pocas veces vistas en esa
selva africana. Todos se dirigían hacia un claro de la selva bien resguardado
por los árboles más frondosos y protectores del lugar.
Todo
estaba dispuesto de manera muy ordenada. Había unos pretiles que marcaban y
delimitaban una zona que parecía ser el
centro de atención de esa aglomeración. Estaba en lo cierto, se trataba del
primer debate dentro de la campaña para renovar el gobierno del reino animal.
Ocho
lugares estaban dispuestos, uno para cada participante, en este primero y único
debate en la campaña por determinar quién sería el animal que ostentaría el
poder en la jungla en los próximos seis años. Unos círculos como tambores, con
una pequeña paleta de madera semejante a las de los pupitres de las escuelas en
México (bueno, las que tienen pupitres), formaban los podios desde donde cada
aspirante pregonaría sus argumentos y propuestas para administrar la selva y todos
los recursos que ésta posee.
Una
algarabía reinaba en ese punto. Miles de animales se agrupaban en torno al
claro de bosque elegido para ese evento. Para la gacela dorada, quien sería la
moderadora del debate, fue muy difícil acallar la vocinglería para comenzar el acto.
Los
animales que aspiraban a suceder al viejo león que ostentaba el poder estaban
listos. El otrora orgulloso león mandamás, no era más que un humillado
animalejo, repudiado por la mayoría de habitantes de la jungla por su
deshonestidad y prepotencia, y se ocultaba en una oscura cueva, temeroso de que
la guardia real fuera en cualquier momento en su búsqueda para ser castigado.
Exceptuando
a “Balín”, los contendientes estaban
listos. Este estrafalario mono de prominente hocico era el único que no llegó
puntual, probablemente a propósito para generar expectativa. Tal vez era un
experto en esto del arte de debatir, o quizá sólo un pobre diablo que no le
importaba hacer el ridículo con tal de estar vigente dentro del circo político
de la selva.
Finalmente
dio inicio la confrontación de ideas. Se hizo el silencio y se escuchó la aguda
voz del primer participante. Se trataba de un ñu que mugía con mucho estilo y
parecía que destilaba sabiduría. Desgraciadamente se apasionó demasiado, se dejó
llevar por la neurona y empezó a atacar a diestra y siniestra a todos los
participantes y hasta uno que otro que divisó entre el público. Su ponencia
sobre el desarrollo de la selva se quedó en tachar a todos de corruptos y delincuentes,
epíteto del que por supuesto él se deslindó.
Enseguida
participó el tigre, luciendo una amplia sonrisa que dirigía hacia todos lados.
La juventud de este felino rayado se acompañaba de una especie de confianza que
le permitía no perder el control de su estado de ánimo. Se mantuvo en la línea
de crear fuentes de trabajo e impulsar el desarrollo de la selva. La felicidad
que irradiaba me recordó los tiempos en que su padre grabó los comerciales de
una marca de cereales.
Le tocó
enseguida el turno a “Balón” el joven oso de la selva. Con una sobria
participación dejó una sensación de paz. Es decir, no causó impresión alguna,
“ni buena ni mala, sino todo lo contrario”. Su ponencia política se asemejaba
más a una clase de bachillerato. Pero bueno, era también su primera vez.
Llegó
el turno para el aspirante que representa al grupo en el poder, el equipo del
viejo león mañoso y repudiado. Se nota que tiene tablas para la oratoria este
participante. Pero su generosa propuesta de desarrollo no impresionó a nadie
porque, además de que suenan a simples promesas difíciles de cumplir, todos en el reino animal lo consideran sólo
una mascota del viejo león y todo lo que éste representa.
Inmediatamente
después tomó la palabra un mandril no muy joven no muy viejo. Esa mirada
vidriosa y febril no era muy conocida por los moradores de la jungla. Por eso
pusieron mucha atención los presentes. La perorata del participante era cada
vez más apasionada. Fue subiendo de nivel hasta llegar al paroxismo. En pleno
éxtasis sentenció casi su inmortalidad, haciendo su propia apología de sus
virtudes únicas. Así fue el momento hasta que alguien gritó por ahí: “Ah, es
Don Vito Cheves, el mandril ungido del todopoderoso” y todo volvió a la calma.
De
pronto se escucharon los bombos y los platillos. Hacía su aparición en escena
“Balín”, el famoso mono aullador, experto en las artes del circo, merolico
natural y muy conocido por sus gracejadas. Se respiraba una especie de calma
tensa, se podría decir que hasta morbosa, para escuchar lo que diría. Y no
defraudó la expectativa. Fue incluso superada. Deleitó al respetable con una
serie de frases célebres y sentencias de alto nivel filosófico. Su ponencia fue
gentil y generosa, abarcando todos los temas. Habló de temas relacionados con
la “polecía”, comentó de la peligrosidad de los “dotorados” y las “maistrías”,
de la carencia de “medecinas” y dio una amplia cátedra de anatomía humana,
destacando el tema de las glándulas mamarias y su correspondencia biunívoca con
el erario; incluso abordó temas lingüísticos, dando una lluvia de sinónimos de
esas partes de la anatomía femenina. Los guardias del reino animal tuvieron que
amonestarlo y lavarle el hocico con jabón al mono porque se pasó de tueste con
las groserías. Aunque no alcancé a ver si eran de la guardia real o de
mentiras, o eran "mentiras reales" o algo así, con este nivel de abstracción creo
que cualquiera se confunde. Usted disculpe la ignorancia señor “Balín”.
Después
de la apoteósica participación del mono aullador, le tocó su oportunidad al
preparado curandero de la selva, el galeno que daba la consulta a los animales
del lugar. A la distancia sólo alcancé a distinguir sus gruesos anteojos y que
algunos pacientes le decían “que era como un ángel”. Su sobrio discurso no
levantó mucho el ánimo a pesar de que sí dio algunos datos de relevancia. Según
el chismoso orangután de al lado, se debe a que no le tienen confianza desde
que se chamuscó en un incendio hace algunos años.
Otro
que pasó sin pena y sin gloria, o no le pusieron mucha atención, fue el último
de los participantes. Quizá porque su cara estaba cubierta por un tremendo
“exoesqueleto facial” que ocultaba sus verdaderas facciones. Tenía tanto pelo
en el rostro que muchos desconfiaron al pensar que se pudiera tratar de algún “polecía”
encapuchado.
No se
dio ningún veredicto acerca del ganador. Cada quien se quedó con su propia
cosecha. Finalmente “pues sólo es un debate”, y “los debates no nos llevan a
nada” como decía el famoso “Balín” en su memorable participación.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.