Desde
que se concedió a Catar el derecho de organizar el mundial del año 2022 se
sabía que sería un evento muy especial. Razones hay muchas. Más allá de las
especulaciones y sospechas del cómo se consiguió la sede mundialista sin ser
una plaza con tradición futbolera, llamaba la atención y recreaba en la mente
de los futuros (hoy presentes) aficionados como sería el día a día en ese país
tan distinto a los que habíamos conocido, incluyendo a la sede más reciente:
Rusia.
Mucho
se ha dicho de Catar o Qatar, como algunos lo escriben, ambos son válidos, pero
con “C” es más castellano, acerca de la forma de vida. Una de las
características más sobresalientes de ese país árabe es sin lugar a dudas su
inmensa riqueza derivada, entre otros elementos, por poseer una extraordinaria
reserva petrolera. De ese potencial económico se podía fácilmente inferir que
sorprenderían al mundo en cuestiones de tecnología, construcción, escenarios y
lujos, pero había otros temas que incluso causaban no pocos temores. Esas
temáticas eran, principalmente, las rígidas costumbres y reglas, emanadas de la
religión islámica, que predominan en ese país.
Ya
lo había comentado en un artículo de esta columna, que por cierto se acreditó
el Premio Estatal de Periodismo Deportivo en el año 2020, acerca de la
perversión e hipocresía de la máxima institución mundial del futbol asociado,
la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) que penalizaba a los
estadios, equipos profesionales y a la propia federación mexicana de futbol
porque los aficionados gritaban esa palabra homofóbica tan popular en nuestro
país (P.U.T.O) mientras que el “honorable” consejo mundial del instituto rector
concedía la sede del mundial de 2018 a Rusia y del 2022 a Catar, cuando en esos
países se persigue y castiga el homosexualismo y todo tipo de expresión lésbica
y demás. ¿Alguien puede creer que exista congruencia en esas acciones? En ese
texto me adelantaba a los hechos y, de alguna manera, predije lo que está
sucediendo en este mundial y también lo que seguramente está por suceder.
Esa
es la parte sui géneris de este evento mundial de futbol que ya dio varias
sorpresas, aquí me estoy refiriendo al tema deportivo, en el que se destacan
las inusitadas victorias de Arabia Saudita y Japón, quienes derrotaron por la
mínima diferencia a Argentina y a Alemania, respectivamente. Estoy seguro que
habrán de darse más sorpresas, incluyendo la posibilidad estadística que el
campeón pudiera ser un país que actualmente no sea el más favorito de todos.
Así que los primeros resultados deportivos le han dado un especial interés a la
competencia que apenas empieza.
En
otros aspectos, se puede ver una cierta ausencia de la clásica alegría de los
mundiales anteriores. Algunas áreas, como vialidades principales, se han visto
semivacías cuando la expectativa era que en ciertos horarios estarían
pletóricas de aficionados que arengaran a sus selecciones participantes. Me
imagino que de alguna manera eso tiene que ver con la prohibición de venta de
bebidas alcohólicas en los estadios y zonas aledañas, pero resulta raro ver un
ambiente muy moderado. Evidentemente que la sangre sigue corriendo fuerte por
las venas de las aficiones y seguirán manifestando su alegría partidaria y futbolera,
muy particularmente las que ya han demostrado ese espíritu “caracolero” y
“cumbiambero”, como son los brasileños y nuestros paisanos, los infaltables
mexicanos que ya se mostraron en un llamativo espectáculo con una
multitudinaria coreografía sustentada en las notas musicales de la canción
“Payaso de rodeo” que provocó tal éxito que no solo convocó a los paisanos sino
se unieron varios caballeros árabes que ejecutaron los clásicos pasos del
conocido ritmo del grupo “Caballo Dorado”.
El
ambiente creado por ciudadanos mexicanos en Catar, ha lucido inevitablemente su
poderío. En muchos de los casos, se ha tratado de travesuras o “cotorreos”
sin mayor trascendencia o riesgo. Quizá
de las cosas más atrevidas que han hecho es “traficar” con bebidas prohibidas
en esos lugares. Esperemos que no pase a mayores y los “desmadrosos” mexicanos
no vayan a provocar un conflicto diplomático o hasta una guerra, ya ven que
ahora están de moda.
Volviendo
a lo que se ha podido constatar en la atmósfera catarí, han quedado demostradas
la intolerancia y la falta de respeto a la libertad de expresión. Lo anterior,
se ha manifestado por las amenazas de penalización a varios equipos
participantes que intentaron portar el famoso brazalete denominado “One Love”
que es un símbolo de apoyo a las comunidades LGBT+. Eso fue motivo de protesta
por parte de varios capitanes de selecciones, sobre todo europeas, que incluso
anticiparon por escrito a la FIFA su intención de portar esa insignia, entre
otros, fueron Inglaterra, Bélgica, Alemania, Suiza y Dinamarca.
En
resumen, se puede decir que solo es la: “Crónica de una discriminación
anunciada”, parafraseando aquella famosa novela del premio nobel de literatura Gabriel
García Márquez, porque se sabía el contexto social y político de ese país desde
muchos años atrás, era de dominio público que en ese país se violaban los
derechos humanos de las mujeres, de las comunidades LGBT+, de los trabajadores,
migrantes, etcétera. Pregunto, entonces ¿Cómo se puede explicar que pese a todo
eso se haya otorgado la sede a Catar? No hay otra forma de mirar este asunto,
que bajo el cristal oscuro de la corrupción. Desde mi punto de vista, esta
experiencia debe ser la imperdible oportunidad de registrar como un apunte
histórico y una condición irrestricta e impostergable de exigir, por parte de
todas las federaciones de futbol, NUNCA más otorgar el honor de organizar un
mundial de futbol a un país en el que no se respeten los derechos humanos.
¡Ustedes qué opinan, mis amables lectores?
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.