miércoles, 18 de enero de 2017

"Don Panchito y el centenario"


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita



"Don Panchito y el centenario"


Don Panchito Mogotes le dio una gran fumada a su puro antes de responder la pregunta que le hizo su compadre Melitón Tovar. Los ojillos grisáceos del famoso nonagenario del pueblo de pronto se llenaron de lágrimas. No se sabía a ciencia cierta si era por el humo del gran cigarro de hoja de tabaco que fumaba el anciano o era por los recuerdos que llegaban a su cansada pero prodigiosa memoria.

Según la versión del conocido ancianito su edad era de noventa y nueve, aunque una gran cantidad de personas que conocían bien su historia afirmaban que superaba con facilidad los ciento cinco años. Jamás se sabría cuál era la teoría más acertada porque no existían acta de nacimiento ni fe de bautismo en ese ni en ningún otro pueblo. Esa era sólo una leyenda más de las que circulaban como tradición oral entre la gente de aquel lugar.

La pregunta del taimado compadre era si recordaba algo de la historia de “Tata Lázaro” cuando éste se aventó la gran puntada de expropiarle el petróleo a los gabachos. Vaya pregunta que se aventó don Melitón. Ni él mismo podría saber si fue con la intención de fastidiarlo o de verdad lo hizo por una natural curiosidad histórica. El caso es que don Panchito, ni tardo ni perezoso, empezó a platicar del asunto al mismo tiempo que se alisaba nerviosamente el fino bigote de cochero que lucía.

“Yo era un jovencito y trabajaba arreando mulas, sin agraviar lo presente, dijo el viejito con voz nostálgica a su amigo de tantas batallas. Recuerdo como si fuera ayer el alboroto que se armó cuando corría la noticia como pólvora en todos los rincones del país. Se estaba preparando una de las hazañas más recordadas que haya realizado cualquier presidente de la nación. Tener el valor de arrebatarles de sus manos a los gringos la explotación del otrora denominado oro negro no era algo que se diera todos los días".

"A la gente le gustaba decirle “Tata Lázaro” al Gral. Cárdenas. Esto era por el respeto y el cariño que el pueblo le profesaba, por eso le querían como un padre. Quizá a Peña Nieto también podrían decirle padre del pueblo, aunque con la diferencia que si así fuera, todos desearíamos ser HUÉRFANOS".

Volviendo al relato del prehistórico personaje del pueblo, decía él que cuando su padre regresó ese día a casa lo hizo apresurado. Llevaba dos gallinas ponedoras abrazadas contra su pecho. Entró con prisa y llamó a doña Juana, su esposa y madre del ahora relator. Estando reunidos les dijo de manera muy sencilla lo que estaba sucediendo y que todos, adultos, niños, mujeres, hombres, todos, tenían la obligación de apoyar a ese presidente que quería hacer algo bueno por el pueblo. Acordaron aportar, ante la falta de efectivo, esas dos gallinas que llevaba y el marranito cachetón que estaban engordando para “darle chicharrón” el mero día del santo de la doña, la jefa de la casa.

Así como ellos, actuaron todas las familias de la localidad, de la región y del país. Los de clase media y los más pudientes cooperaron con billetes y monedas. Los que no tenían ni esperanza de liquidez, le entraron con todo de lo que se pudieron desprender. Entregaron animalitos domésticos, semillas, herramientas y cualquier cosa que pudiera venderse para juntar lo que sería la indemnización para los extranjeros que dejarían de ser los dueños de los recursos energéticos para regresarlo a sus auténticos propietarios, los mexicanos.

Con cierto dejo de amargura, el viejito comentaba, que sentía muy feo ver la indiferencia que existe en estos tiempos actuales. Decía a su compadrito que antes, los hombres y hasta las mujeres, eran muy “entrones” y no se rajaban para jalar con lo que fuera necesario para defender sus derechos, incluso llegar hasta tomar las armas como lo hicieron para darle forma a la revolución mexicana. Enseguida comentó:

“Hoy veo con tristeza que son muy “sacatones”. El gobierno, junto con una bolita de malparidos explotadores, les pican hasta los ojos y ni si alteran. Les quitan sus tierras y nada. Les quitan sus casas y nada, les quitan su dinero y nada. Les quitan sus playas y nada. Les quitan sus ríos y nada. Es más, les quitan a sus viejas y no hacen nada. Nosotros, por menos de eso ya estábamos echando bala. Bien dice el dicho que ya no los hacen como antes. Hoy en día hasta los hombrones bigotones, esos que dizque presumen de machotes se la pasan viendo la novela de las ocho de la noche, y se ponen a “moquear” chillando más que las mismas mujeres “telenoveleras”.

"Se enganchan con las historias lacrimógenas de la televisión y sufren y lloran con sus personajes protagónicos y antagónicos, pero no se dan cuenta, y ese es el chiste de las novelas de la tele, que la vida real, sus propias vidas, son más dramáticas y tristes que cualquier culebrón de esos. Para ellos, en sus mundos de reflectores e historias melosas, pierden de plano la perspectiva de la vida, toda noción de la realidad por injusta y miserable que se la sigan haciendo los gobiernos y sus cómplices. Qué novela más dramática puede haber que la que está viviendo en carne propia el pueblo. Qué historia puede ser más triste que a diario aumente la cantidad de personas en pobreza extrema. Qué puede resultar más indignante que el saqueo indiscriminado del erario y los recursos naturales de la nación".

"Ahorita vamos a celebrar el centenario de la constitución, pero muy pocos pueden o podemos sentirnos orgullosos de nuestros actos y actitudes, ante lo que ha sucedido en torno a nuestra carta magna. El esfuerzo jurídico y republicano del constituyente de 1917 por enaltecer la soberanía nacional mexicana, el patriotismo con el que se estudió cada posibilidad, cada paso seguro para que nuestro documento rector protegiera nuestra integridad, nuestra seguridad, nuestros derechos humanos fundamentales en lo individual y lo colectivo. Y hoy ver la indiferencia con la que se permite que unos cuantos aprovechados, desleales a su juramento y traidores a la patria, mancillen el espíritu republicano de la constitución y la remienden con trozos argumentativos que favorecen el interés personal de unos cuantos. Qué la reformen y la mutilen, quitando los candados que protegían a la patria, de la rapiña y la iniquidad de aquellos buitres que juraron en un acto solemne honrarla con sus actos".

"Que tristeza me da ver a los jóvenes en la apatía y en la búsqueda de opciones lucrativas antes que revolucionarias, lo cual es ya, por sí sola, una grave contradicción. A pesar de mi edad, siento coraje. Me dan ganas de montar mi brioso corcel, tomar mi machete y mi carabina y salir a partirles el alma, uno por uno, a esos que no respetaron la decisión del pueblo y están validando reformas que lo perjudican. Pero recuerdo que mi corcel ya se murió, mi machete se amelló y mi carabina se oxidó. Lo único que sigue intacto es mi coraje, mi valor, mi respeto y mi amor a mi país".

En ese momento el de la voz volvió su rostro para ver qué opinaba su compadre Melitón, pero gran sorpresa que su fiel escudero dormía plácidamente con su cabeza postrada sobre la mesita del dominó, usando sus brazos como almohada. Ante eso, el legendario Panchito Mogotes, sólo acertó a decir: “No pues, así cómo. No les digo”.  Y se fue caminando lentamente por el callejón.

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