JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS /
Periodismo Nayarita
¿Vecinos Invasores?
Me
resultó impresionante ver las imágenes de los miles de migrantes hondureños
cruzando la frontera Guatemala-México después de derribar la valla que
administra el acceso migratorio de ese vecino país del sur hacia el nuestro.
Cuando
digo impresionante, me estoy refiriendo al efecto visual y emocional de ver esa
inmensa caravana moverse lentamente como una oruga en busca de refugio para su
metamorfosis. Me pareció extraordinario ver entre el contingente, ancianos,
niños y mujeres embarazadas. Resultaba evidente que la fortaleza o vigor de esa
multitud la representaban muchos jóvenes que se movían ágiles y determinados,
pero se apreciaban también muchos niños dormidos o enfermos en brazos de
hombres y mujeres afligidos por la incertidumbre de su situación.
Por
supuesto que este inusitado asunto, causa muchas reacciones entre los mexicanos
y agiliza, igualmente, la opinión de muchos ciudadanos de otros países. Algunas
opiniones son favorables y otras no tanto. Cómo todos los sucesos que resultan
extraordinarios o inusuales, el de los hermanos hondureños no es la excepción.
La primera impresión de los mexicanos es de sorpresa y de incredulidad. La mayoría de nosotros aún
no entendemos ni estamos conscientes de la gravedad de los problemas que genera
la pobreza. Aún no aprendemos a descifrar las líneas de expresión del rostro
cetrino de ese mal de los pueblos.
Muchos
mexicanos, a pesar de que en nuestro país vemos muestras recurrentes de ese flagelo
social que se llama pobreza, aun no somos conscientes de que ésta es una
especie de herrumbre que se va extendiendo, silenciosa, disimulada, por debajo
de las plantas de nuestros pies. Quizá muchos no imaginamos los alcances
emocionales de la desesperación de no tener seguro el alimento de hoy, mucho
menos si se trata de alimentar los estómagos vacíos de los niños, peor si algunos
de ellos son tus hijos.
La
génesis del problema migratorio es de carácter estructural y tiene muchas
aristas en su contenido y en su interpretación. Siempre se encuentra
relacionado con la falta de oportunidades de trabajo, la búsqueda del desarrollo,
mejores condiciones de vida y las más legítimas aspiraciones a vivir feliz. Digamos
que ese sería el panorama “normal” o tradicional para decirlo de alguna manera
coloquial entendible. Cuando una persona o un grupo de ellas, deciden salir de
su país y se dirigen a otro porque esperan encontrar condiciones mejores, esas
que mencioné en líneas anteriores. Sea de la forma que sea, pero elaboran un
plan, una estrategia de viaje, de ruta hacia el sueño y se preparan para ello.
Es aún más crítico cuando, además de la carencia de empleo, servicios sociales
y satisfactores, tu vida y la de tu familia es amenazada por la violencia
ligada a la delincuencia, sea la privada, representada por el crimen
organizado, el narcotráfico o las temibles pandillas centroamericanas o la
pública, los políticos enquistados en los gobiernos corruptos y autoritarios,
que matan de hambre y con balas a sus pueblos.
Me
parece que más que una migración programada, esta “invasión” forzada de los
vecinos hondureños, es un éxodo obligado por la cruel necesidad, la pobreza y
el miedo. La idea de este comentario, además de la importancia social y
política que tiene per se, nació de leer en una publicación de redes sociales,
comentarios racistas, xenofóbicos, humillantes, inhumanos y hasta crueles. Me
dio tristeza ver el desprecio de muchos mexicanos a los hondureños en
desgracia. No estoy de acuerdo en ninguna de las circunstancias con el uso de
la violencia. No estoy de acuerdo en que en que hayan usado la fuerza para
eliminar las contenciones de las líneas fronterizas ni tampoco con el uso de la
fuerza públicas del gobierno mexicano para someter a ese “amorfo ejército” en
el que, además de los hombres, militan
niños, mujeres embarazadas y adultos mayores.
Esas
acciones contradicen el histórico espíritu de hermandad latinoamericana del
pueblo mexicano. El hecho de actuar de manera drástica con la fuerza del poder,
en contra de los migrantes hondureños, nos pone
en evidencia ante el mundo y justifica de algún modo la política racista
de Donald Trump.
No
es posible que nuestro gobierno esté ejerciendo contra nuestros hermanos del
sur, las mismas acciones que nosotros criticamos del gobierno del norte. Duele
ver tanta incongruencia en nuestros paisanos. Me aterra ver esos comentarios
tan crueles en contra de nuestros vecinos centroamericanos. Me resulta
increíble que no exista un dejo de conmiseración al ver correr desprotegidos a
madres y padres abrazando a sus hijos pequeños, tratando de protegerlos de los
golpes físicos y emocionales que ponen en grave peligro su integridad. ¡Qué falta
de humanidad! Es vergonzoso ser testigos de esas escenas.
Más
allá de las situaciones económicas difíciles de México, de la carencia de
empleos y del deterioro patrimonial generado por el saqueo recurrente y
continuo de los gobiernos capitalistas, siempre existen opciones para activar
un protocolo de refugio y asistencia temporal o definitiva, según sea el caso,
para los extranjeros que lo soliciten y sobre todo que lo necesiten.
Históricamente se ha visto ese fenómeno en distintos pasajes de la historia de
nuestro país. Se dio asilo a los españoles que sufrieron la dictadura
franquista en España, la chilena de Pinochet, a los judíos, entre los que
recuerdo de momento.
En
resumen, estoy en desacuerdo con esas opiniones racistas y xenofóbicas de
muchos mexicanos en las redes sociales, estoy en contra de la brutal represión
del actual gobierno federal en contra de los hermanos hondureños y de otros que
solicitaren la protección de un gobierno vecino, para huir de la violencia y la
violación de sus derechos humanos. Hay más opciones que ese agresivo
sometimiento. Lo razonable sería buscar soluciones pacíficas y diplomáticas.
Buscar en las leyes y tratados internacionales. Recuerdo de momento, por
ejemplo, la Ley sobre Refugiados y Protección Complementaria”, que en su
artículo trece a la letra dice: “La condición de refugiado se reconocerá a todo
extranjero que se encuentre en territorio nacional, bajo alguno de los siguientes
supuestos:
II. Que
ha huido de su país de origen, porque su vida, seguridad o libertad han sido
amenazadas por violencia generalizada, agresión extranjera, conflictos
internos, violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que
hayan perturbado gravemente el orden público”. Creo que tan sólo con el
supuesto dos de este artículo, se pueden visualizar varias opciones viables,
adaptables, para resolver de manera más humanitaria este grave episodio de la
historia latinoamericana reciente. Esperemos que este asunto llegue a buen
puerto, por el bien de todos.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO EN LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.