JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
"Sotanas justicieras"
Nunca
me ha gustado tocar el tema religioso en el espacio de esta columna. No vayan a
creer que esto es por atender aquella vieja expresión de que “si no quieres
salir mal con nadie, mejor no hables de política, fútbol o religión”. Para nada
podría yo hacer eso. De política hablo con tanta frecuencia como las veces que
se le escapa “El Chapo” al gobierno. De fútbol no mucho aquí, pero sí lo he
hecho, aunque desde una perspectiva distinta a la que suelen usar mis colegas
de la sección de deportes. Por último, el asunto de la religión lo he abordado
sólo como apoyo en alguna situación, o de manera trasversal en circunstancias
derivadas de algún análisis o comentario al tratar otros temas.
Viene a
colación este comentario inicial porque hace unos días asistí a un festejo que
es toda una tradición entre los trabajadores de cierta dependencia del gobierno
estatal. A hora temprana se inició la celebración con una misa de acción de
gracias. La liturgia no aparentaba ser muy distinta a cualquiera otra a la que
haya asistido, incluso prejuzgué la situación creyendo que sería más aburrida
que otras, porque el oficiante cerraba constantemente sus ojos al hablar. Pero
todo cambió cuando el sacerdote entró al momento de la homilía, aunque por las
características de la filípica que nos recetó a los parroquianos, entendí por
qué también se le conoce como sermón.
Al
principio, el padre cerraba sus ojos al hablar, como si estuviera en una
profunda reflexión, pero de pronto, casi sin darnos cuenta, se transformó en un
expresivo y acalorado orador cuyos ojos despedían destellos fulgurantes al
compás de sus frases. Éstas eran cada vez más potentes en su volumen y en su
contenido. La fuerza de sus palabras venció, de una vez por todas, la modorra
matutina que muchos aún llevábamos en la cara. Todos pusimos mucha atención y
no perdimos una sola de sus palabras.
Me
causó una grata impresión escuchar la asertividad y la claridad de los
conceptos vertidos en esos breves instantes. De momento me pareció situar al
párroco en escena, allá por los años sesentas cuando apareció la corriente
cristiana de la “Teología de la Liberación” que por primera vez ponía en el
centro de las cosas a los pobres y la reivindicación de su dignidad. Así me
pareció la postura ideológica de aquel padre, menudo de cuerpo pero inmenso en
su emotiva defensa de la liberación económica, política y social de la ciudadanía
y prioritariamente de los más desprotegidos del sistema nacional mexicano, los
pobres.
Sentí
una rara emoción escuchar en labios de un sacerdote, los conceptos que tantas
veces he intentado explicar a mi audiencia. Escuchar que hablan del neoliberalismo rapaz y agresivo en un altar católico no es
cosa de todos los días. Empatar con pasmosa facilidad los sagrados evangelios
con la dureza y el rigor científico de la economía política, que retrata y
condena la explotación del hombre por el hombre no es cosa menuda.
Pasé de
la sorpresa al regocijo. Me sentí identificado con ese clérigo que fustigó con
pasión y furia a los malos gobernantes que tienen al país hundido en la miseria.
Sentí hasta ganas de aplaudir cuando dijo que votar por esos insensatos
avariciosos del PRI era un pecado capital. Casi me levanto de mi asiento, le
abrazo con solemnidad y le digo camarada, cuando criticó la apatía de las
personas, la ignorancia inducida por las televisoras comerciales, o cuando
reclamó airadamente si estábamos esperando que de nuevo los curas iniciaran la
lucha, cómo sucedió en la Independencia de México.
Cuando
terminó su homilía, que si hubiera sido en otro espacio, en otra clase de
evento o reunión, incluso en algún barrio o colonia, yo lo hubiera clasificado
como un discurso incendiario, sentí que no debía perderle la pista a ese hombre
de la iglesia, pero también del pueblo. A ese personaje que tiene la fuerza de
la razón en sus palabras. A ese presbítero que lucha por causas parecidas a las
que yo defiendo, aunque desde distintas trincheras. A quien pregona lo mismo
que la lideresa de los trabajadores del S.U.T.S.E.M. en las colonias pobres. A
quien pelea con bravura en contra de los infames depredadores de los recursos
naturales. A quien, además de decirlo en un altar, lo ratifica y defiende en el
lugar de los hechos.
Hacía
mucho tiempo que no veía a un padre de sotana revolucionaria. Creo que desde el
obispo de Chiapas, Don Samuel Ruiz García, defensor de derechos de pueblos
indígenas, y más recientemente el Padre Alejandro Solalinde, defensor de los
derechos humanos de los migrantes de México, no recuerdo a otro sacerdote de esas
características.
Fue una
grata sorpresa para mí, fue una buena forma de iniciar ese día. Personas de
esas características dentro de la iglesia hacen mucha falta y harían mucho
bien. Gente que entienda de verdad la esencia de la palabra de Jesús, a quien
yo considero un precursor del comunismo. No como una doctrina económica o
política pero si social. Entendido esto como una forma de practicar el bien
común, donde no hubiera más dogmas que la felicidad de las personas viviendo en
una comunidad sin clases sociales ni propiedad privada de los medios de
producción.
En fin,
se podrían hacer algunas reflexiones más. Pero dejemos el análisis socio
económico de lado, y concentremos nuestra atención en la parte positiva que
trae a escena este comentario. Me refiero a lo importante que resulta encontrar
buenas noticias en el ámbito de la iglesia. Así como el propio sacerdote lo
dijo, “no todos somos curas pederastas, somos muchos los que hacemos las cosas
bien y luchamos por una mejor fraternidad”. Efectivamente, la iglesia debe ser
humilde, generosa y comprensiva. Debe ejercer un liderazgo moral que apunte
hacia la protección, el cuidado y la guía de su grey, desde perspectivas más
sociales, solidarias y congruentes con la doctrina del amor, la bondad y el
bien común.
Dediqué
el espacio de esta columna a esta grata sorpresa que tuve hace días. Situación que
me hace renovar la esperanza de que es posible la unidad de los ciudadanos, a
través de las coincidencias de objetivos y la organización de frentes distintos
con denominadores comunes.
Bienvenidos
los elementos de cualquier sector, que se sumen y fortalezcan la unidad de la
ciudadanía para seguir luchando por el objetivo anhelado: La Justicia Social.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.