jueves, 31 de enero de 2019

Promueve Chuyín Barajas el Tema “Qué Bonito” en Versión con Mariachi.


ENRIQUE GONZÁLEZ RODRÍGUEZ / Periodismo Nayarita

Tepic, Nay.-  “Qué Bonito”, el emblemático éxito de Chuyín Barajas, fue el seleccionado como tema punta de lanza de su nueva producción discográfica, pero ahora en versión con mariachi genero en el que el cantante originario de Bella Vista, Jalisco no había incursionado antes en sus discos, y con el cual inició ya una intensa campaña de promoción en los diferentes medios de comunicación en gran parte de la república mexicana.

El tema, de la autoría de Pancho Barraza, ha sido un gran referente en la trayectoria artística de Chuyín Barajas, por lo cual el interprete quiso refrescarlo al grabarlo en ésta nueva versión y mostrarlo a su público con un nuevo sonido y matiz, seguro de que será de su completo agrado pues dicho sea de paso “Que Bonito” se escucha la canción con el marco musical del mexicanísimo mariachi.

Después de un buen tiempo de estar alejado de las grabaciones, Chuyín Barajas entró a los estudios “ARG” de San Miguel Cuyutlán, Jalisco, dando como resultado su disco número 17 como solista y 28 en toda su trayectoria artística, en el cual se incluyen tanto temas inéditos, así como otros ya conocidos a ritmo de cumbia, baladas y rancheras.

“Invéntame Un Amor” de Pancho Barraza, “Un Fin De Semana” de Lupe Esparza y un popurrí de Joan Sebastian, se encuentran entre los “covers” que se incluyen en éste nuevo disco mientras que en las inéditas están: “Quiéreme Ámame” de Gerardo Franco, “La Tuba” de Víctor Díaz, “Si Me Mandas Al Diablo” y “Ahora Vete Con Él” de Oracio Ortiz entre otras más, así como el mencionado sencillo promocional el cual se encuentra ya disponible en las diferentes plataformas digitales.

Será a mediados del presente mes de febrero cuando sea presentado en físico éste nuevo disco de Chuyín Barajas y su Banda Azucarada, presentaciones que se realizaran en varias ciudades de nuestro país en prensa, radio, televisión y medios digitales, acompañadas de su respectivo vidéo el cual posiblemente se realice en los bellos paisajes de la región agavera del estado de Jalisco.

Con la puesta en circulación de este nuevo disco de Chuyín Barajas y su Banda Azucarada, son grandes las posibilidades de que del mismo surjan nuevos éxitos que vengan a engrosar la ya de por si extensa lista con la que cuenta el polifacético interprete, pues los temas son de gran calidad musical.

"El ángel de la montaña"



JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / 


Periodismo Nayarita



"El ángel de la montaña"


Benito se levantó temprano ese día de invierno. Era sábado y no había que ir a la escuela primaria del pueblo. Le gustaba mucho quedarse en casa y convivir con su mamá y, después de mediodía, también con su papá. La escuela distaba unos diez minutos caminando desde su casa, para aquellas latitudes dispersas eso no era gran cosa.

Doña Chayito, su mamá, le ofreció un humeante jarro de champurrado que el niño tomó con cuidado ya que el recipiente de barro expedía una consistente fumarola de vapor caliente. Entre sorbo y sorbo, su mirada se posaba en unos camiones enormes que pasaban por el camino cercano a su casa. Eran varios, con remolques muy grandes y vacíos. Él no entendía qué hacían esos vehículos monstruosos en esos bellos parajes de la sierra mexicana. Pensó en pedir permiso a su madre para bajar por el camino y acercarse a curiosear las actividades de los camiones que llevaban cuatro personas cada uno de los tres que había visto pasar.

Prefirió no decir nada a Chayito, a sabiendas que ésta le negaría el permiso. Optó por hacer mutis y desapareció de la escena, mientras su hacendosa madre hacía las labores domésticas para esperar a Benigno, su marido, que llegaría a comer un poco después de las doce. Bajó por el camino, siguiendo la huella de los camiones. Pronto se dio cuenta que habían avanzado mucho y que, además, se enfilaban por la ruta cercana a la ladera de un cerro muy alto. Su intuición infantil le avisaba que era peligroso andar por ahí pero su extraordinaria curiosidad le empujaba a seguir caminando.

Estaba en la encrucijada de seguir buscando a los camiones o regresar a casa cuanto antes. Era la parte más alta de la zona y el frío del invierno había vestido de blanco las veredas, árboles y arbustos de la zona. Apenas se podía ver la marca del sendero. Era muy fácil perder el rumbo en esas condiciones. Caminó unos minutos más hasta que sintió que la fatiga y el entumecimiento de sus pies le impedían avanzar más allá. Su terquedad le decía camina, camina, su pequeño sentido común le gritaba regresa, regresa.

Pudo más su curiosidad. Hizo un esfuerzo y emprendió de nuevo la caminata. No había avanzado ni diez metros cuando se topó con un hombre alto y fuerte que vestía pantalón de mezclilla y un grueso abrigo de color café. El gorro, enfundado casi hasta los ojos, las orejeras y la barba blanca apenas dejaban ver parte del rostro del desconocido. Benito sólo pudo ver sus ojos azules cuya mirada le inspiró confianza. El hombre le detuvo con suavidad pero también con firmeza. Le dijo que no podía avanzar más por esa ruta porque estaba cerrada por un deslave. El hielo había tapado el camino y lo más recomendable era regresar por donde había llegado.

Caminaron un pequeño trecho de regreso hasta encontrar una pequeña y extraña hondonada a un lado del sendero y se detuvieron un poco a descansar. Al pequeño Benito le cayó de perlas el receso. Después de regular la respiración, el niño empezó a preguntar cosas. Hizo varias preguntas que el hombre desconocido contestó con mucha paciencia. Uno de los cuestionamientos del pequeño fue por qué cada vez había más hielo y a veces nieve por sus rumbos, y otras ocasiones hacía calor, mucho calor. En otras palabras, le preguntaba la razón por la cual los climas eran más extremos. Preguntó también por la ausencia de ciertos pajarillos que antes cantaban cerca de su ventana y visitaban los árboles de su pequeño huerto de frutales. Por qué eran muy escasos los panales de abejas que antes se veían por todas partes.

El desconocido poseía una voz muy amistosa, suave, quizá dulce. Poco a poco le fue aclarando cada una de sus dudas. Le habló, en términos muy entendibles, del calentamiento global y el cambio climático. De las terribles afectaciones derivadas de la tala clandestina de árboles, de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, de los residuos químicos, de las descargas residuales en ríos y mares, de la basura doméstica, del uso excesivo de plásticos no degradables, de pesticidas en la agricultura, etcétera.

Al niño le parecían muy interesantes las explicaciones del hombre del abrigo café. No perdía ningún detalle de lo que éste decía. Parecía que hasta el cansancio había desaparecido. Cuando ambos se percataron de ese detalle decidieron continuar el regreso. El desconocido tomó de la mano al niño y siguieron charlando mientras caminaban. Al pequeño se le olvidó por completo su curiosidad de saber que hacían por ahí los hombres de los enormes camiones. La seguridad y la charla de su amistoso acompañante le hicieron olvidar lo que le había llevado a la peligrosa aventura de indagar sobre los hombres misteriosos.

El aire se dejó sentir con mayor crudeza. La temperatura descendió de manera repentina, el frío calaba los huesos. Se veían caer pequeñas hojuelas blancas como albas mariposas revoloteando sobre sus cabezas. Era hermoso el paisaje, aunque la sensación no lo fuera tanto. Benito empezó a sentir que no podía caminar más. Le crujían las rodillas al doblarlas para dar los pasos. Su cara se tornó rojiza primero y algo morada después. Ya no pudo caminar, se detuvo de pronto y miró a su amigo eventual. Éste lo rodeó de la cintura, lo cargó entre sus brazos y siguió caminando. El niño ya no supo más, cerró sus ojos y se abandonó a un extraño sopor que le pareció reconfortante. Perdió la noción del tiempo.

Cuando despertó, el clima era distinto. Sintió el amigable calorcito proporcionado por una chimenea rústica repleta de troncos de leña seca. Estaba en su cama, abrigado por dos cobijas gruesas y los brazos amorosos de sus padres que le miraban con dulzura.

Minutos después, su padre le contó que se estaba preparando para salir en su búsqueda después de ver que no estaba cerca de la casa, cuando alguien tocó a la puerta. Al salir a ver de quién se trataba, lo encontró acostado frente a los batientes, arropado con un grueso abrigo de color café. No había nadie cerca, lo cual le pareció sumamente extraño pero lo que importaba en ese momento era que Benito estaba ahí, a salvo y en casa. Nunca se supo algo de un hombre de esas características por esos rumbos. Jamás nadie vio al hombre que describió el niño en su historia. Únicamente se cuenta que a los pocos días se enteraron que en el camino de la ladera, encontraron un camión cargado de troncos de madera fina, otro más, en el fondo del desfiladero y cuatro individuos ejecutados con disparos en la nuca.


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