JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
"Recostado en el diván"
La
tarde es gris y algo fría, creo que muy acorde a mi estado de ánimo. Las
depresiones no son frecuentes en mi personalidad, pero hoy siento que
algo me inquieta y creo que vale la pena descubrirlo.
Todas
las personas tenemos casi siempre más de una preocupación que nos molesta como
una piedra en el zapato. La mayor parte de las veces las causas que originan
esas preocupaciones son de carácter material, es decir económicas. Esa
situación está directamente relacionada con la deprimente economía nacional y
la cada vez más frustrante condición de pobreza de muchos millones de
mexicanos.
Creo
que la mayoría de los ciudadanos traemos cotidianamente ese problema en la
cabeza. Algunos incluso hacemos complicados algoritmos para encontrar la
fórmula mágica que permita llevar a casa el pan nuestro de cada día. Pero no
sólo de pan vive el hombre, reza una vieja frase. Esa antigua sentencia parece
señalar que existen otros aspectos que también son necesarios para poder vivir
con cierta tranquilidad. En este caso la estoy utilizando para poder explicar que,
aunque mi situación económica no es lo holgada que quisiera, el aspecto que
está provocando el susodicho estado de ánimo no es precisamente ese.
Parece
ser que le estoy dando demasiadas vueltas al asunto para decir que lo que me
tiene algo bajo de ánimo es tener enfermo a mi señor padre. Creo que ese tipo
de cosas son para mí las más difíciles de manejar. También es cierto que los
padecimientos actuales de Don Rafael Elizondo Ortega no son de mucha gravedad,
pero a estas alturas de su edad (88 años) cualquier padecimiento puede tornarse
peligroso y eso me tiene preocupado.
De
pronto me pongo a pensar si esta situación, una vivencia personal de esta
naturaleza, pudiera resultar o no interesante para mis amables lectores y quedo
en un momento de incertidumbre, de análisis, de suspenso. Luego me inclino a
creer que tendría que darle otro rumbo a este artículo para que resultara de
mayor utilidad para ustedes y así sucesivamente, hasta construir una especie de
autocrítica en varios sentidos.
Me
quedo quieto un momento, respiro profundamente y me relajo un poco. Entonces
recuerdo la maravillosa comunicación que ustedes y yo hemos tenido durante
varios años. La pícara complicidad lograda a través de miles de líneas, ideas,
palabras y conceptos. La familiaridad y confianza conseguida por la vía del
diálogo, directo a veces, abstracto otras tantas, pero siempre basado en el
respeto, el uso conveniente de la libertad de pensamiento, de expresión y de
crítica. Al recordar eso, deviene sin demora el momento en que aprecio a
plenitud las deliciosas características y cualidades de este género de opinión denominado
columna, que tantas satisfacciones me ha proporcionado.
Valoro
este género periodístico por la inmensa libertad con la que puedes navegar. Por
la invaluable oportunidad que brinda a la imaginación del escritor y por el
gusto hacia la narrativa que se logra cultivar en el lector. Con estas
consideraciones siento que he recuperado la credibilidad en mí mismo. Algo me
hace pensar que en este preciso instante está sucediendo el milagro de la
comunicación con usted que me está leyendo. Es una extraña sensación que indica
que estaría equivocado si no trajera aquí la aplastante subjetividad de mis
vivencias. De no hacerlo estaría traicionando la confianza que usted depositó a
favor de mi imaginación. Si no lo hiciera así le quedaría muy mal por no
defender la apuesta que usted hizo a la capacidad de mi pluma y al valor de
intentar cosas diferentes y a veces riesgosas en mis ejercicios epistolares.
Hay
tanto de subjetivo en estos encuentros (que intentan parecer literarios) que
apenas son la medida exacta para los pensamientos y vivencias del autor. Es el
escenario ideal para la búsqueda de literatura cotidiana (que intenta ser
buena) en contraparte o en alivio a un mundo saturado de información rígida y
abundante que a veces agobia y martiriza, pero no resuelve nada.
Quizá en
este preciso instante alguno de los lectores estará encontrando más de una
interpretación para este mensaje. Probablemente alguien señale que éste tiene
que ver con la responsabilidad o con el cariño y el respeto a los mayores. Tal
vez alguien hable de la dificultad para escribir algún texto bajo estados de
ánimo desfavorables. Posiblemente alguien diga de la unidad de la familia o
incluso alguien piense que es tan sólo una oportunidad para hablarles acerca
del género periodístico a través del cual llego hasta ustedes cada semana. Incluso
alguien dirá que fue porque no pude encontrar un buen tema que ofrecerles.
En fin,
cualquiera que sea la conclusión a la que puedan llegar, ojalá hayan disfrutado
de la lectura como tal. Espero que sigan encontrando en este su espacio un
mundo que intenta ser diferente, atrevido y placentero. Un río donde pueden ir
a pescar metáforas y jugar con analogías. Un lugar que inspire la confianza
para quienes desean encontrar y apropiarse las palabras que necesitan para
decir lo que piensan. Un sitio donde se apilan las múltiples realidades
inexistentes. Una bodega repleta de pequeñas verdades relativas amordazadas por
una regordeta verdad absoluta. Un circo de hilarante tristeza. La mano de un
tunco que se extiende generosa y hasta un mullido diván de psiquiatra donde este
humilde columnista pudo recobrar su seguridad y un poco de tranquilidad en tan
sólo un texto.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.