miércoles, 4 de marzo de 2015

"A buenas preguntas..."


JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita


"A buenas preguntas..."

En la semana más reciente, me di a la tarea de hacer un pequeño sondeo de opinión entre todo tipo de personas y en cualquier lugar en el que andaba. Antes de que se le ocurra a alguien cuestionar esta especie de encuesta, que si la metodología, que si los parámetros, la muestra, el margen de error y otras cosas relacionadas con la terminología usual en la materia, aclaro que no pretendo hacerle al "Mitotefvsky", ni me siento Roy Campos o Ulises Beltrán. Mis sondeos son casi circunstanciales. Una suerte de conversaciones espontáneas con ciudadanos y ciudadanas que me encuentro en la fila del supermercado, en el cajero automático, en la oficina, en el restaurante e incluso en el cine (obvio antes o después de la función).

Siempre me ha gustado escuchar la opinión de las personas sobre cualquier cosa. El tema es lo de menos, lo que importa es tener aún la posibilidad de hacerlo. Quizá sea porque siempre encuentro muy atractiva la sabiduría popular. Tal vez sea por lo divertido que a veces resulta escuchar la forma en que la gente expresa su resentimiento, sus dudas y a veces hasta su simpatía por algo o alguien.

Si el asunto es político creo que es cuando más polémica se vuelve la conversación. De por si resulta cada vez más difícil sentir simpatía por un espécimen de esa tan vituperada cúpula política. Pero ya ven que hasta los Rolling Stones sentían "simpatía por el diablo". Aunque los que conocen la letra de esa mítica canción de rock, sabrán que la supuesta simpatía es una crítica a los motores de la maldad en la historia universal.

La gente opina de todo y eso me parece maravilloso. Me encanta que mientras puedan, aprovechen la libertad de expresión que cada día se ve más amenazada por aquellos que en campaña juran protegerla y asumiendo el poder le confeccionan férreas mordazas legislativas. Me emociona coincidir con muchas personas. Por ejemplo con las que dicen estar hartas de tanta perversidad de la oligarquía. De acuerdo con las que sienten un absoluto desprecio por los malos gobiernos actuales que se conducen asociadamente en un mar de cinismo y corrupción. Con las que reprueban la asquerosa impunidad reinante en la federación, estados y municipios.

En todos los niveles de gobierno han quedado al descubierto una infinidad de actos de corrupción y tranzas, que hoy poéticamente se les llama "conflicto de intereses". A nivel federal se manejó desde la campaña de Peña Nieto la creación de una Comisión Nacional Anticorrupción, que duró ya más de 2 años "congelada" hoy un partido de oposición propone que mejor sea un Sistema Nacional Anticorrupción y así sucesivamente.

Me da la impresión que el espíritu de ambas opciones se circunscribe a la "persecución" de corruptos sin contar con los elementos suficientes para dejar los precedentes que vinculen la responsabilidad institucional y la facultad de modificar los procesos que propician o permiten los actos de corrupción perseguidos. Ahora bien, si cualquiera de estas dependencias fueran consolidadas, no me parece que sea muy acertado desaparecer a la Secretaría de la Función Pública ya que, por más permisiva que ésta sea, es la que posee, al menos por el momento, los mecanismos de regulación y control administrativo de los procesos gubernamentales. Es la entidad que teóricamente conoce las reglas del juego. Creo que esto no es un problema de ausencia de mecanismos sino de aplicación y respeto de los mismos. Por otro lado, una comisión anticorrupción que no puede llamar a cuentas al presidente no me da muy buena espina. Será acaso que esta desconfianza sea porque conozco muy bien la frase: "Si en política no hay soluciones, se nombran comisiones".

Después de este breviario cultural, como solemos decir, regreso al asunto del sondeo de opinión con el que iniciaba mi charla con ustedes. Es muy sorprendente la claridad que tiene la gente en algunos temas. Se puede decir que la sociedad está muy dividida en cuestión de opiniones y que bueno. Eso habla bien de la pluralidad que existe en nuestra entidad. Pero en ciertos puntos está muy de acuerdo. Tal es el caso cuando se habla sobre la vida cotidiana y su relación directa con la política y el gobierno.

La mayoría de las personas (90.0 %) a las que les pude preguntar sobre la popularidad del actual gobernador del Estado de Nayarit contestaron que iba a la baja. Igual porcentaje coincide en que antes les era muy simpático el mandatario. Las respuestas refieren que por ser humilde, se refieren a la clase social, no en cuanto a su perfil personal o sus virtudes. Muchos también señalan que se equivocaron en su percepción, aquí me incluyo yo.

Pero no debemos sentirnos mal por equivocarnos, esto ya pasó con otros gobernadores, como Ochoa Zaragoza, popularmente conocido como "Rigolépero", en clara alusión al "florido" lenguaje que usaba y el "fino" trato que dispensó a muchos. El caso era que todos pensábamos que Rigo, sería un excelente mandatario porque tenía un origen obrero. Se creía que por el hecho de forjarse en el medio del trabajo, del sindicalismo revolucionario, tendría la sensibilidad suficiente para entender las necesidades, problemas y aspiraciones de los miles de trabajadores que representaba y sucedió todo lo contrario. Terminó perdiendo adeptos, compañeros de su gremio, incluso a sus amigos más cercanos.

El caso del gobernador actual es muy parecido. Su origen popular, su aparente sencillez y la solidez de su palabra. (Me refiero al "honor" de la palabra, al cumplimiento de la promesa, porque para la palabra, sea oral o escrita no me parece que sea muy ducho). Todas las presuntas cualidades que integraban su expediente personal, que en su momento promoví, defendí y voté, se han ido desvaneciendo como la espuma. Promesas personales y sociales incumplidas. Incongruencia entre el verbo y el hecho. En este aspecto puedo poner de ejemplo su ácida crítica a su antecesor, en cuanto al culto a la imagen y comprobar que hoy este rubro es más ostensible que nunca. Las paredes de las dependencias gubernamentales están tapizadas de fotografías del patrón, muy artísticas sí, pero con una evidente carga de narcisismo, además de una pesada carga económica para el presupuesto estatal.

Otra apreciación muy repetida es sobre la honestidad de la actual administración. Difícilmente alguien comentó que no se habían enriquecido los funcionarios actuales. En este tema fue donde hubo más consistencia en las respuestas, reprobando a la mayoría de ellos. Brotaron como geiser, datos y más datos. Que si ranchos, que si fraccionamientos y casas blancas, que si gasolineras, que si ganado, que si caballos, que si terrenos, que si vehículos, que si inversiones millonarias, que si diezmos, y un gran etcétera.

No me sorprendió esta cascada de opiniones convergentes que mis interlocutores proferían con un dejo de queja y frustración, pero tampoco me espantó. Pueden ser sólo especulaciones, verdades a medias o secretos a voces. Eso no lo puedo validar, pero sí puedo compartir la opinión y el sentir de una gente agraviada, resentida, al ver que sólo forman parte de una insignia gubernamental pero no son actores protagónicos, mucho menos usufructuarios del bien común.

Finalmente, respuestas contundentemente reprobatorias a la gran mayoría del gabinete, el despotismo y la soberbia son el contenido cotidiano de sus bagajes laborales. Represión, autoritarismo y abuso, tres jinetes apocalípticos que galopan por las geografías institucionales.

La cereza en el pastel, la posición agresiva, altanera e intransigente de un gobierno estatal que le da la espalda a uno de los pilares de su estructura, la clase trabajadora sindicalizada, la burocracia. Esta es una de las actitudes más reprobadas por la sociedad, pero no la alta sociedad a la que pertenecen los nuevos ricos gubernamentales sino la sociedad productiva, la gente del pueblo que se esfuerza por ser útil a su comunidad y lucha por mantener a sus familias. No es una actitud de capricho personal del gobernante y sus brillantes asesores, creo que es una bien orquestada estrategia para minar la fortaleza del sindicalismo y eludir la responsabilidad de pagar los millones que le han despojado. La razón está de parte de los trabajadores, la justicia está por llegar.

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