Uno
de los términos más temidos en el mundo es sin lugar a dudas la “Guerra”.
Cualquiera que sea la connotación que se quisiera dar al vocablo, este termina
siendo siempre sinónimo de confrontación, pelea o combate, y su consecuencia,
la misma, destrucción y dolor.
Infortunadamente la historia de la humanidad
está llena de capítulos y formas de guerra. En cualquier época y en todo lugar
la guerra ha sido protagonista principal. La podemos ver en todas sus facetas,
formas y dimensiones. La conocemos como guerras mundiales, la primera y
segunda. En forma de revolución como la Revolución Mexicana que inició en 1910,
la Rusa que surgió en 1917 o la Cubana por el año de 1953. Guerras civiles por todos lados y por todos
los tiempos. Es difícil imaginar lo interminable que resultaría poner aquí una
relación cronológica de todos los conflictos armados tan solo en la lista de
las que se consideran “guerras modernas”. Simplemente no alcanzarían dos
espacios como este para enumerar las que acontecieron de 1904 a 2022.
Sería
muy oneroso también intentar “georreferenciar” estos capítulos bélicos, pues se
han suscitado en casi todas las regiones y países del mundo. La guerra más
reciente, que no la única que está vigente, es la de Rusia-Ucrania. También
sería algo difícil determinar las causas específicas de cada una de ellas, pero,
sin temor a equivocarme, la lógica, si
es que puede existir una razón lógica para la guerra, es la misma en todos los
casos. Análisis de las causas y hasta de la filosofía de la guerra existen
muchos y van desde Platón hasta los más contemporáneos. Lo mismo sucede con los
conceptos por los que antes se daban los enfrentamientos bélicos, por ejemplo la
barbarie de los pueblos, sin embargo hoy nos percatamos que las sociedades “civilizadas”
de la modernidad resultan ser más “bárbaras” que los propios bárbaros.
Las
guerras se originan por diversas causas, puede ser una o varias a la vez. Entre
las que se pueden mencionar son: por diferencias ideológicas, económicas o
religiosas, pero en realidad existen muchas otras más, incluso llegan a ser en
algunos casos, auténticos pretextos nimios o banales (al menos por fuera)
porque el fondo real siempre intentan mantenerlo oculto, sobre todo cuando los
países intentan no ser juzgados con severidad por las sociedades globales.
En
fin, una guerra siempre es una lucha de intereses, pero ¿qué pasa con los
frentes de guerra que se abren en los avatares diarios de la vida? Antes de
seguir, creo que faltó decir que una guerra “de verdad” es declarada por un
país a otro porque se supone que se agotaron todos los recursos diplomáticos y
ya no es posible una conciliación entre sus intereses. Eso parece obedecer a
una lógica pertinente. Pero ¿qué es lo que sucede o por qué sucede que en
ocasiones (en el ámbito laboral por ejemplo, en la relación patrón/empleado) se
declara prácticamente la guerra sin haber agotado el mínimo de los recursos
conciliatorios?
No
es una pregunta retórica, es un hecho incontrovertible que sucede con mucha
frecuencia. Para no ir tan lejos, está sucediendo en nuestra entidad, en
nuestro gobierno. Si continuamos con la analogía de la guerra, tendríamos que
decir que en este caso local, los bombardeos iniciaron antes que la
declaratoria. Históricamente se puede constatar que las causas o diferencias
entre las partes beligerantes se van manifestando de poco en poco, hasta hacerse
ostensibles y frecuentes, y se puede observar, entonces, que los intereses son
irreconciliables; en el ejemplo doméstico fue un ataque intempestivo y, hasta cierto punto, desleal o inhumano. Es
increíble que eso suceda, lo digo como una opinión personal, no concibo la
palabra guerra en este ambiente laboral. Las claves doradas de este escenario deben
ser el diálogo y la comprensión, ambos apartados y olvidados por el detentador
del poder.
La
relación empleado/patrón en todas las sociedades actuales posee la calidad de
inseparable. El proceso histórico ha demostrado que ambos elementos fincan su
permanencia, incluso su supervivencia, en su sentido dialéctico. Aunque la
naturaleza de cada elemento parece ser antagónica, uno del otro, no puede
sustraerse a la “unidad y lucha de contrarios”, pero esta guerra artificiosa,
creada con el propósito de abatir los avances o las resistencias reales del
sindicalismo, es más fácil de resolver de lo que se supone, porque sus
contradicciones de verdad no son irreconciliables del todo.
Resulta
más controvertida la posición política del gobierno actual porque sería de
suponer que abrazaría el ideario que habla de una transformación positiva,
popular y auténtica, que necesariamente debiera comulgar con los derechos
fundamentales de los trabajadores como parte intrínseca y elemental de las
masas populares. Al parecer, la posición beligerante ante sus empleados,
principalmente los sindicalizados, no se adapta a los ideales (verdaderos no
supuestos) del Gobierno de la República. Asumo por evidencias que no es
democrático ni de justicia querer abrogar de un plumazo o varios plumazos
(léanse decretos) prestaciones laborales que fueron obtenidas mediante la lucha
sindical de más de ocho décadas, sobre todo que no significan prebendas o
cuotas de poder sino que surgieron en momentos históricos para compensar las
raquíticas remuneraciones de los empleados. Eso son esas prestaciones, son un
factor de equilibrio ante la pesadez de las diversas crisis económicas que se
han vivido y la inflación galopante que ha significado el elemento fatal, causa
de la deshonrosa precarización de los salarios.
El
asunto es claro, pero es cuestión de voluntad. Todavía es tiempo de salvar el
indignante flagelo de la “guerra” y sus funestas consecuencias, porque los
resultados de estos enfrentamientos siempre son los mismos: dolor y pérdidas.
En cuestiones de beligerancia nunca hay ganadores. Queda ahí la reflexión.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.