Las
fechas más recientes me daban indicios del rumbo de mi comentario de esta
semana. Recién habían pasado el 18 y el 20 de noviembre, ambas me
tentaban a escribir sobre los temas que para mí representaban esos números en
ese mes.
Es
más que evidente que el día 20 se refiere al inicio de nuestra revolución, la
revolución mexicana, este suceso armado que sacudió los suelos y los cielos de
nuestro país y significó, al menos en teoría, el cambio más importante en
nuestra sociedad en los inicios del siglo veinte.
He
comentado hasta el cansancio que algunas de las causas que dieron origen al
movimiento armado mexicano causante de más de un millón de muertes entre 1910 y
1917, según las fuentes oficiales, siguen vigentes aunque transformadas por los
naturales efectos del tiempo, del paso de la historia por nuestros escenarios.
Es obvio que nada es igual a las condiciones que se veían en el “Porfiriato”,
y no podría serlo, de lo contrario estaríamos en el guion de una película de
terror o de mucha intensidad psicológica. La forma ha cambiado pero el fondo se
mantiene incólume. Un ejemplo de ello es “la desigualdad social y la
concentración de la riqueza”. Antes la riqueza nacional estaba en poder del
grupo de aristócratas afines a Porfirio Díaz, entre los que había nacionales y
extranjeros. Hoy la riqueza nacional la disfruta la oligarquía nacional, en
contubernio con sus aliados imperialistas, que actualmente se denominan
empresarios. Las inmensas fortunas están en manos de unas pocas familias, cuyas
cabezas visibles son: Carlos Slim, Sara Mota de Larrea, Ricardo Salinas Pliego,
Alberto Bailléres, Germán Larrea, Juan Beckmann Vidal, entre otros. La historia
sigue siendo la misma, aunque haya crecimiento económico, la riqueza se reparte
en unas pocas manos, nacionales y extranjeras, mientras que cada vez más
personas se suman a la pobreza y pobreza extrema, siguen sobreexplotados y, cada
vez más, sin derechos laborales.
Existen
más causas que sólo cambiaron de forma, como son el despojo de tierras a los
campesinos y a los pueblos originarios, puesto que se sigue dando con un alto
grado de impunidad y frecuencia. Así podríamos seguir mencionando varias más
que harían que resultara más doloroso el costo que se tuvo que pagar por acabar
con un régimen dictatorial que fue sustituido por una democracia parchada,
dolorida y simulada que a través de los años sigue dando pasos, cojeando tal
vez, pero caminando al fin y al cabo.
La
otra fecha, el 18 de noviembre, también ha sido objeto de varios comentarios en
distintos momentos de mi quehacer periodístico o literario. Ésta, relacionada
con el natalicio de un ídolo mexicano con raíces sinaloenses y nayaritas, un
cantante y actor que deslumbró a propios y extraños con su voz, su capacidad
histriónica y su extraordinario carisma, me refiero claro a don Pedro Infante
Cruz.
Esos
comentarios que he realizado en diversas ocasiones, no han sido únicamente para
hablar de los talentos probados y la trascendencia de este ídolo de la época de
oro del cine mexicano sino para exponer la extraña conexión que su servidor
tiene con él. Les comentaré los datos curiosos que me ligan por siempre a don
Pedrito.
Yo
entiendo que existen muchas casualidades en esta vida, en distintos ámbitos hay
curiosidades, por eso existe la numerología y la cábala pero por más que
pienso en las probabilidades que existen de que a otro suceda, en las mismas
condiciones, lo que me pasa a mí, no deja de parecerme extraño o quizá misterioso, si
se puede decir así.
La
coincidencia o relación es la siguiente: Yo tengo tres hijos, todos varones. Mi
hijo mayor nació el día que murió
Pedro Infante (15 de abril) mientras que mi hijo menor nació el día en que nació el ídolo (18 de noviembre). ¿Para
asustar, no? De tantas fechas posibles, ¿por qué tener en la casa ambas
efemérides en mis hijos? Y si eso no les parece extraño, les diré que mi otro
hijo (el de en medio) vive en el lugar que murió Pedro Infante (Mérida
Yucatán). ¡Vaya con don Pedrito! ¿Pues qué relación podría yo tener con él?
Digo, es extraño, misterioso, pero no deja de ser un honor, compartir esos
números con alguien tan importante en la historia artística de nuestro país.
En
fin, ese es uno de los misterios irresolubles que estimulan la imaginación pero
no causan efectos secundarios. Lo gratificante es que te dan material para
echar a volar la imaginación y constituyen una fuente de inspiración para el
comentario, el entretenimiento o la reflexión, todos ellos elementos dúctiles y
propicios para espacios y ejercicios de comunicación como los que se ofrecen en
este su espacio de lectura, en esta columna que, gracias a su invaluable
preferencia, se ha mantenido vigente por más de una década de trabajo
periodístico y literario.
Aprovecho este momento para agradecer a mis amables
lectores su gentil acompañamiento en esta extraordinaria aventura a través de
los años y los invito a adquirir alguno o quizá la colección completa de mis
libros publicados (5 en total). En ellos encontrarás literatura accesible, de
ágil lectura, deleite estético e irresistible amenidad, que los harán disfrutar
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