'Derecho de Sombra', Otro Impuesto de Cárteles
Por: ENRIQUE GONZÁLEZ RODRÍGUEZ
“Érase una vez, un hermoso planeta llamado Tierra, donde
todo era fértil; agua, tierra y aire conjugaban con un Astro Rey al que
conocían como El Sol. Todo era armonía entre quienes habitaban ese planeta. Plantas,
ríos, lagos, cerros… todo a disposición de los seres humanos y de especies de
animalitos. No había nada tan placentero
que disfrutar de un buen descanso a la sombra de un frondoso árbol, que, al
igual que todo lo que había en el planeta, era gratis… hasta que a un grupo de
malosos se les ocurrió la ‘brillante idea’ de cobrar por la sombra de los árboles…”
Así pudimos haber iniciado este artículo que, por su título,
parecería un cuento de terror. Lamentablemente,
esa es, hoy por hoy, la nueva realidad de miles de mexicanas y mexicanos que
viven en la entidad tamaulipeca.
Resulta que, desde semanas recientes, grupos criminales
en Tamaulipas agregaron una nueva extorsión para los pobladores de esa
región, donde tener una casa fresca se convirtió en un privilegio no
al alcance de todos.
Habitantes del municipio de Valle Hermoso y Río Bravo, principalmente,
revelaron que los grupos criminales conocidos como “Los Ciclones” y “Los Metros”,
quienes formaban parte del Cártel del Golfo, comenzaron a cobrar a las
familias de la zona por cada árbol que provea sombra a las casas.
‘Graciela’, cuyo nombre real fue modificado para proteger
su identidad, dijo que a su hogar llegaron varios hombres a informarle que ‘La
Empresa’ iba a comenzar a cobrarle por cada árbol que tuviera, incluyendo
uno pequeño en el que toma sombra su perro.
“Tengo claro cuándo pasó esto, porque fue un día después
del cumpleaños de mi esposo: 27 de marzo. Llegaron unas personas que dijeron
ser de ‘La Empresa’ (“Los Ciclones”) y nos dijeron que a partir de ya iban
a cobrar por los árboles en las casas. Se metieron a la fuerza y me
contaron cuatro, hasta uno chiquito que le hace sombra al perro cuando se tira en
la tierra, ahí en el fresco”.
De 62 años, Graciela definió la nueva extorsión de la
que es víctima como “derecho de
sombra”. La mujer explicó que, antes del 2024, la sombra era uno
de los pocos placeres gratuitos que tenían en una tierra calurosa arrasada por
el crimen organizado, que provoca migración forzada y promesa. La mujer estaba contenta de “tomar el fresco”
en el pórtico de la casa de un piso que comparte con su esposo, Ignacio,
de 70 años: beber un vaso de agua fría bajo un frondoso Encino que la
refresca desde que era niña.
Ahora, ese placer no es gratis: 100 pesos mensuales
para disfrutar la sombra de un árbol. La tarifa le fue informada por tres
hombres, veinteañeros todos, que se identificaron como miembros de “Los
Ciclones” aquella mañana, en la que se esperaban máximas de 34 grados.
Si Graciela no paga, sus árboles deberás ser talados, pero
ni ella ni su esposo tienen fuerzas para hacerlo. Sus hijos viven en Estados
Unidos desde hace años. Para no seguir pagando la extorsión, la pareja de
adultos mayores debería sacar de sus ahorros y pagarle a un miembro del crimen
organizado para que derribe el Encino y los otros tres árboles de su propiedad.
“Aquí no te perdonan que seas viejo. Todos pagamos. Otros
vecinos pagan por la reparación de su casa, por tu carro, por los animales… aquí
no hay nada de eso del respeto a los viejos: si no pagas, entonces te matan”,
dice ‘Ignacio’, con su voz trémula, cerca de la ardiente frontera con Texas.
Actualmente, el crimen organizado aumentó la lista de
bienes, servicios o comodidades por las que cobran cuotas a las familias mexicanas.
En diversas partes del país, pasar al baño o usar ladrillos para construir
lleva un impuesto extra: la extorsión para el narco.
Algunos ejemplos son:
En Navolato, Sinaloa, el cártel del Pacífico cobra a las
gasolineras por las personas que usan los baños públicos
En Lagos de Moreno, Jalisco, el Cártel Jalisco Nueva
Generación (CJNG) tiene un impuesto para los ladrillos que se usan para
remodelar una casa
En Nueva Italia, Michoacán, el grupo criminal Los Viagras
instalaron su propio sistema de internet con módems y antenas robadas, y
obligaron a habitantes a contratar el servicio.
En Texcaltitlán, Estado de México, La Nueva Familia
Michoacana recolecta dinero por cada metro de cultivo, independientemente de si
es para venta o autoconsumo.
En Celaya, Guanajuato, el cártel Santa Rosa de Lima exige
una cuota a las escorts que ofrecen servicios sexuales en la vía
pública y por internet
En San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el cártel Chamula
demanda un porcentaje del pago de velas para las misas.
En Tamaulipas, la situación no es distinta; tras la
fragmentación del cártel del Golfo en cinco grandes escisiones, cada uno ha
inventado nuevos impuestos en los territorios donde se alojan
En Tampico, Los Rojos cobran por el uso de palapas y sillas
a trabajadores en la Playa Miramar
En Soto de la Marina, Las Panteras recaudan por cada nuevo
motor de lancha para pescar.
En Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo se paga, entre otras
cosas, a Ciclones, Escorpiones y Metros por cada cruce en las garitas, por
traer a México mercancía de Estados Unidos y hasta por camioneta nueva.
Ahora, en Tamaulipas también se cobra por el “derecho de
sombra”.
Pero, ¿por qué el narco quiere cobrar el derecho de sombra?
El argumento recibido por Graciela, Ignacio y 14 vecinos es
que Los Ciclones y Los Metros necesitan pelear contra el intento de
ocupación del CJNG y de la gente de Ismael Zambada, El Mayo, que
comenzó desde hace años y se considera la más grande experimentada en el
estado.
“Nos dijeron que necesitan defender que Tamaulipas
siga siendo de los tamaulipecos. Puras estupideces. Lo que no quieren es
que se les acabe el negocio de robar y están viendo de dónde sacan para las
armas, las balas, todo lo que queremos que ya se acabe”, contó Graciela.
¿De dónde viene la guerra de narcos en Tamaulipas?
A 35 minutos en vehículos del matrimonio de Valle Hermoso
está el municipio de Río Bravo, del lado sur de Donna, Texas. Ahí vive Julio,
sobrino de Graciela e Ignacio, quien desde su casa confirma la existencia
del derecho de sombra.
“Dos días después de
que llegaron con mis tíos, (los criminales) llegaron conmigo. Así están por
toda la frontera (chica). Van anotando árboles, direcciones, nombres. Yo les
dije que ya les pago por una vulcanizadora que tengo, pero no les
importó. Están obsesionados con la guerra que traen y que a 'la gente de
bien nos vale madres'”, dijo.
Julio, a sus 32 años, no deja de pensar desde ese día que,
al menos, los grupos del crimen organizado tienen imaginación, ¿por
qué otra cosa podrían cobrar en un lugar tan empobrecido como Río Bravo? “¿Qué
más le quedaba al crimen organizado por arrebatarles, si no era hasta la
sombra de los árboles?”.
Desde hace dos años, Río Bravo y municipios aledaños, como
Valle Hermoso, son la joya de la corona de una batalla nunca vista en el
país. Lo que cuentan Julio, tíos y
vecinos es que, un mal día, un viejo jefe de Los Zetas, conocido como El
Chuy 7, se hartó de liderar un grupo pequeño, conocido como Los Zetas
Vieja Escuela. Luego de esto, quiso volver a su antiguo poder y se decidió
a armar una alianza improbable con los pistoleros de El Mencho y los
de El Mayo Zambada, para arrebatarle al Cártel del Golfo el dominio
de Tamaulipas que ostenta desde de la década de los 30 del siglo pasado.
Al mismo tiempo, otro jefe criminal, El Primito, líder
de una facción disidente de Los Metros, también buscó a invasores de Jalisco,
Sinaloa y de La Nueva Familia Michoacana, con la misión de hacer un frente
común contra los “golfos”, que han tenido que frenar a los fuereños con
retenes en el extremo sur del estado, por ejemplo, en Ciudad Mante, Aldama y
Altamira.
“Y las guerras se ganan con dinero, ¿no? Eso lo sabe todo
el mundo. El problema es que el dinero sale de nosotros”, explicó Julio
así el crecimiento de los nuevos impuestos criminales. “Si la guerra se
resuelve, se acaba el piso. Si sigue, ¿qué más se les va a ocurrir?”.
Sólo en su municipio, el crimen ya cobra un 20 por ciento
más por cigarros y alcohol, pide cuotas por la venta de leña para cocinar,
por tener gallinas o cerdos y, ahora, por la sombra.
Desde algún rincón de su casa, Julio pide auxilio y
comparte su plan en espera de que vengan tiempos mejores: imitará a sus
tíos en Valle Hermoso y derribará todos los árboles de su propiedad,
excepto el que le usa para colgar su hamaca.
Graciela e Ignacio, por otro lado, pagarán para salvar sólo
el encino de su patio. Un buen día, confían, podrán sembrar otros más sin
temor a ser asesinados.
Quizás un día volverán a tener más sombras de árboles,
gratis… quizás…
De los gobiernos estatal o federal nada se sabe aún. No han
dicho nada y seguramente nunca lo harán.