JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS /
Periodismo Nayarita
"Buscar al asesino"
Historias
van, historias vienen y la pandemia sigue dando de qué hablar. En las redes
sociales circulan noticias, memes, estadísticas y muchas cosas más. Mensajes
llenos de optimismo, críticas al sistema de salud y al gobierno, comentarios
negativos, muestras de la desesperación por el aislamiento, necedades,
felicitaciones a los médicos y enfermeras, estadísticas y una serie de videos
de científicos conocidos y desconocidos. En fin, el escenario social y virtual
está lleno de información, buena y mala, útil y dañina.
Soy un
concienzudo revisor de las publicaciones interesantes, aunque no muy dado a
comentar en cualquier lado, mucho menos cuando se trata de auténticos galimatías
verbales en los que se ofenden y se dicen de todo. Algunas personas dejan ver
su buena documentación, otros de plano se mecen en órbitas ininteligibles, pero
son abrumadoras en cuanto a la pasión con que defienden sus disparatados puntos
de vista. Creo que en eso radica esencialmente la libertad de expresión y es
importante defenderla, aunque no estés de acuerdo con la versión de tu
interlocutor. Pero, a veces tienes que hacer un buen esfuerzo para reprimir las
ganas de contestar algunos comentarios que de plano dan pena o tristeza. Aspiro
profundamente y abandono el sitio sin dar la batalla. No tiene ningún caso
hacerlo.
Me
refiero en particular a los comentarios que tienen un parentesco directo con la
ignorancia, condición que merece todo mi respeto puesto que muchas personas
padecen ese flagelo sin tener la menor culpa de ello, a diferencia de la
ignorancia supina en la que el saber algo tan importante como conservar la vida
es una obligación. Es muy respetable cualquier opinión, más si están en el muro
propio, dejando de lado la intromisión en otros espacios donde se nos puede
objetar al menos eso. Así había visto la
situación de la pandemia en redes sociales, participando en la mitigación del
estrés por aislamiento con algunos temas para la reflexión y el
entretenimiento. Leí recientemente, por mera casualidad, opiniones crasas que
lo único que pudiera disculparlas o al menos justificarlas, sería que esas personas estuvieran ubicadas
en la primera de las hipótesis, condiciones o términos que acabo de mencionar.
Estando
ya en los días próximos al pico de la pandemia, con más de tres mil trescientos
fallecidos en el país y veintidós en nuestro estado de Nayarit a causa del
coronavirus, ver comentarios con un nivel de expresión científica: «El
virus no es cierto, no existe» y, siguiendo su magistral conferencia dice: «sólo
es para que el gobierno, nos saque dinero», a este inobjetable postulado, le siguieron una buena cantidad de
publicaciones coadyuvantes que arroparon la axiomática aseveración.
Me
retiré casi de manera instantánea del sitio digital llevándome un mal sabor de
boca, no quise saber más del tema, aunque me sigue preocupando en demasía la
falta de responsabilidad de un buen sector de la sociedad que, por su
escepticismo, sigue poniendo en riesgo la estrategia para la mitigación de
contagios y, por ende, la salud de la sociedad.
Había
decidido escribir, mientras dura el confinamiento social, historias que
impulsaran la reflexión acerca de la responsabilidad y el compromiso de acatar
las indicaciones o reglas del juego. Así fue, con los relatos de las dos
semanas anteriores: “Dos problemas, un
camino” e “Historias del Coronavirus”,
pero el día de ayer, ocho de mayo, en la familia nos despertamos con la noticia
que un pariente cercano, esposo de mi cuñada, murió a causa del Covid-19 en la
ciudad de México. No intento traer acá un asunto familiar tan doloroso. Basta y
sobra el sentimiento de pérdida, tan fatídico e inesperado. Esto último hace
única la sensación indescriptible de ella, mi cuñada; de estar con tu ser más
cercano, tu pareja y compañero de vida por más de cuatro décadas, de pronto
sentirse mal, llevarlo al hospital por la noche, internarlo, no saber de él
hasta el otro día, diagnóstico positivo del maldito coronavirus, que transcurra
un día más sin tener nuevas acerca del paciente y a la mañana siguiente,
recibir la noticia de su defunción. Alguien puede imaginar el dolor lacerante
ocasionado por la letal noticia. Su pareja se ha ido, ha partido a la eternidad
sin siquiera despedirse de ella, de sus hijos, hermanos y demás familia. Aquel
hombre fuerte, alegre, activo y amoroso regresará a sus manos en una vasija
metálica, convertido en cenizas. Sin servicios funerarios, sin abrazos
solidarios y compasivos, sin ninguna otra muestra de amor, amistad o gratitud.
No
escribí la historia que tenía en mente. Para qué, si este suceso, trágico e
imprevisto, ilustra de la mejor manera, lo que puede ocurrirnos, aun cuando se
cuidan las personas, ¿Qué no podrá pasar cuando se distienden las medidas
precautorias por irresponsabilidad o por ignorancia?
Ninguna
estadística tiene vida propia, ningún número significa nada sin nombre y apellido.
La numeralia oficial no deja de ser un frío algoritmo que pasa por la mente pero
no por el corazón. La verdadera sensibilidad, la apertura comprensiva del
indicador oculto es la proximidad. Es cuando las cifras impactan tu cercanía y
hacen añicos la fortaleza de tu anonimato. Cuando las noticias son para ti y no
para ningún otro, entonces se vuelven realidad y tocan a tu puerta con un
mensaje de muerte y desolación. Discutir que el virus existe o no existe en
este momento sería una necedad imperdonable. Para quien sufre una pérdida así
no existe consuelo en la generalidad, en la muerte multitudinaria, en el no ser
sólo uno el que muere sino muchos. Cuando se padece una pérdida de esa naturaleza
no hay otra opción que la tristeza del que sufre y la comprensión y la empatía
de la familia y los amigos. Es esta la
historia verídica de una tragedia familiar que rompe todas las expectativas y
resquebraja los sueños, poniendo de manifiesto que la muerte acecha en cada esquina.
¿Existe o no existe el virus? Si la respuesta es no. Entonces, pedirles a esos
incrédulos que me ayuden a buscar al asesino de mi familiar.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA SIGUIENTE SEMANA - COMENTARIOS Y
SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.