SAÙL ARMANDO LLAMAS LÒPEZ
El
masoquismo es una forma de la perversión y un constructo relativo a la pregunta
-¿Cómo goza una persona? El psicoanálisis ha arrojado luz sobre esta
disposición psíquica singular que supone un modo enigmático de obtener
placer... en el displacer. ¿Quieres saber más? ¡Haz clic aquí!
¿Qué
es el masoquismo?
El masoquismo es un término
introducido por el psiquiatra alemán Richard Von Krafft-Ebing. Está basado en
la novela “la venus de las pieles”, del escritor austriaco Leopold Von Sacher Masoch (de
su apellido se acuña el termino), cuyos personajes centrales obtenían
placer sexual a través del maltrato y las humillaciones padecidas.
Se analiza en conjunto con el
sadismo, como una tendencia a causar dolor al objeto sexual o a ser maltratado
por él. Algunos autores describen el sadismo y el masoquismo como dos formas
expresivas del mismo fin, placer por el dolor, en forma activa (sadismo) o en
forma pasiva (masoquismo). Por lo tanto aquí el dolor es el fin en sí mismo y
se encuentra indisociablemente ligado a la sexualidad. Tanto el emitirlo como
el recibirlo implicarían a priori un alivio
de la culpa generada por esta actividad.
Desde el estudio de los
tres ensayos de una teoría sexual (1905), Freud muestra la
naturaleza del masoquismo y advierte que se trata de una aberración sexual
ligada al sadismo, sólo que vuelto sobre la propia persona. Más tarde, entre
1914 a 1919, lo describe como una modalidad del carácter
relacionada con el autocastigo neurótico; mientras
que en Más allá del principio de placer (1920),
directamente lo liga con la pulsión de muerte.
A partir de una de sus últimas
elaboraciones teóricas al respecto, en “El problema económico
del masoquismo”, Freud establece una distinción entre Masoquismo
erógeno, Masoquismo femenino y masoquismo moral. Del
primero, se derivan las otras dos formas:
Masoquismo
erógeno
En su primer sentido, como
perversión, el masoquismo erógeno se establece a partir de una alteración de la
fase de situación-estímulo sexual a partir de la cual la función
sexual consiste
en la posición de pasividad extrema ante su vida erótica, con la meta de
obtener placer a través del dolor y el sufrimiento infligido por otra persona.
Esta posición de
pasividad configura una de las formas en que el sujeto masoquista
experimenta el amor del Otro a través del dolor, situándose
como un objeto para éste y, en ello, logra acceder a la fase
de excitación y al orgasmo. Recordando a Freud podríamos afirmar que, desde
esta perspectiva, “el masoquismo no es sino un sadismo
dirigido contra el propio yo”.
Masoquismo femenino
Por otra parte, el masoquismo
femenino puede expresarse en las fantasías o conductas de autoflagelación, en
las cuales la
persona se coloca como objeto para un sujeto a quien le atribuye
cualidades superiores de índole paterna. Un ejemplo de
ello son algunos rituales religiosos en los que, a través del propio
sufrimiento y sacrificio, el superyó se liga al fetiche religioso-paterno
para percibir al yo como un objeto sucio y pecador.
Una de las características
centrales del masoquismo es la posición infantil de la persona y la
tendencia a percibirse como “indigno”. Desde esta posición, el sujeto tendrá
una actitud de dependencia respecto al semejante, y esperará ser maltratado
para reafirmarse inconscientemente como un “niño malo”. Además experimentará
fantasías de:
·
Ser amarrado.
·
Ser golpeado (especialmente en las nalgas).
·
Ser insultado.
·
Ser humillado o ensuciado
·
En casos agudos, ser mutilado.
Para Freud, la posición infantil
pasiva se relaciona con la feminidad y se sustenta en la fantasía de ser
castrado y dominado, lo cual articulará la actitud de sumisión frente a la
figura amada, buscando reconocimiento en tal lugar. Freud destaca el hecho
de que, con frecuencia, se advierte en los varones con esta tendencia el
síntoma de la impotencia psíquica-sexual.
Masoquismo
Moral
En el masoquismo moral lo
que hay es una desmezcla de la pulsión de
muerte respecto a las pulsiones sexuales. El
fin que persigue esta tendencia masoquista es el sufrimiento marcado
porque el sujeto presenta una rebaja moral de sus cualidades, patentadas por
sentimientos de culpa inconsciente según el cual el súper-yo se
satisface de forma sádica en degradar al yo.
Esta desmezcla pulsional puede
constatarse en el carácter cuando, inconscientemente, la persona tiende a no
renunciar a su sufrimiento; por lo que busca y organiza experiencias,
escenarios y situaciones dolorosas o humillantes para obtener una satisfacción
en el autocastigo y en el fracaso. Esto Freud lo denominó también como “necesidad
de castigo”.
¿Cuál es la causa del masoquismo?
La causa del masoquismo se
remite a las fantasías infantiles arcaicas que giran alrededor de los padres.
De modo que la
causa es la ligazón entre deseos incestuosos del complejo de Edipo y los
sentimientos de culpa ante tales fantasías.
Dado los impulsos activos de la
masturbación dirigido a la figura de los padres, acontece la represión; y el
niño adquiere una posición pasiva ante tales representaciones a causa de la
culpabilidad de sus deseos incestuosos, articulándose la fantasía de “ser
pegado” por el padre y a su vez “ser
amado” por él.
En otros términos, la causa del
masoquismo es la expiación de la culpa incestuosa, que induce al sujeto a
asumir un lugar pasivo-femenino respecto al otro a
partir de lo cual la
persona consigue un estado primitivo-infantil en el mundo, para ser deseado en
su propia destrucción.
La influencia de los
adultos a cargo
Freud dio un papel importante a
la psicoeducación y al rol del padre en la dinámica familiar, porque si un
padre durante la infancia fue severo, tuvo actitudes violentas o desalmadas, el
súper-yo del niño, introyectará estas cualidades y el Yo adquirirá un rol
pasivo.
De este modo, las actitudes severas y violentas incorporadas,
se hacen sádicas en el súper yo. En consecuencia, el yo de la persona se vuelve
autodestructivo y excesivamente pasivo, pudiendo incluso
ponerse en situaciones donde busque ser de alguna manera aniquilado, humillado
y maltratado, ya sea por un jefe, una pareja, o también autocastigado por
inclementes sentimientos de culpa.
La paradoja de la
conciencia moral
En otras ocasiones el superyó
no toma como modelo a las instancias parentales, sino a la tentación por los
objetos edípicos. Esto implica que con frecuencia nos encontramos en la clínica
con pacientes sumamente culposos y de estructura masoquista, y que han tenido
una crianza "benévola" y llena de amor.
Esta paradoja se produce por el
modo reactivo de la defensa ante la hiperternura despertada sobre el niño por
los objetos parentales prohibidos. La culpa y la necesidad de castigo se elevan
a niveles patológicos como un último recurso o barrera que asegura la
prohibición del incesto.
En efecto, Freud nos enseña que
la severidad del superyó no está tan ligada a los modelos parentales cuanto lo
está a la tentación de acceder a los objetos del Edipo. El castigo aparece, en
primera instancia, como un modo de impedir y contrarrestar las mociones
edípicas pero, en un segundo momento (a causa de la estrecha ligazón entre el
superyó y el ello) la satisfacción pulsional resignada en primera instancia se
desplaza sobre la hipervigilancia de un superyó tiránico que reclama más
y más renuncias.
Destinos
de la pulsión
Desde la perspectiva del
psicoanálisis, el psiquismo en la vida infantil se despliega desde la pulsión o
empuje constante para descargar tensiones y obtener placer. Al inicio, la
descarga se obtiene de forma activa y autoerótica, es decir, usando la
musculatura (por ej. Reteniendo y expulsando las heces) y a medida que va
creciendo, lo activo adquiere cualidades masculinas y lo pasivo femeninas.
Cuando llega a la adolescencia,
el destino de la pulsión busca una satisfacción externa, pero puede no
dirigirse a objetos exteriores, sino “vuelta a la persona
propia” permitiendo al sujeto hallar un lugar al ponerse a sí mismo
como un objeto generando una satisfacción pasiva.
Al mismo tiempo, cuando la
pulsión se vuelve hacia el propio yo, hay una ambivalencia y mudanza del amor
en odio, esto es lo que Freud llamo “trastorno en cuanto al
contenido” del destino pulsional, y se ejemplifica en las llamadas
“relaciones tóxicas” donde el nivel de odio experimentado en las peleas es
el mismo que el nivel de amor.
Masoquismo
y melancolía
De acuerdo con lo anterior,
también los destinos de las pulsiones pueden dirigirse hacia el propio Yo,
cuando se retira la libido que estaba puesta en un objeto exterior, como ocurre
por ejemplo en la
melancolía ante la muerte de un familiar, una ruptura
de pareja o la pérdida de un ideal, por ejemplo.
En esa dinámica, Freud destaca
que lo que ocurre en la melancolía es una identificación con el objeto
perdido que conducen a un grave empobrecimiento del yo. A partir de una
pérdida no simbolizada como tal y tomando en cuenta que la elección de objeto
del melancólico se realiza sobre una base narcisista (identificación plena
con el objeto), una vez interrumpido el lazo con el objeto, el sujeto
incurre en auto-recriminaciones, auto-desprecio
y autodenigraciones que pueden culminar en el suicidio. Allí
se pierde la relación con el mundo y el sujeto (identificado en parte con el
objeto, en parte con el superyó sádico) se hace a sí mismo lo que querría
hacerle a otro.
Sadismo y masoquismo:
diferencias y semejanzas
A diferencia del masoquismo, el
sadismo es la parafilia donde la persona obtiene el placer únicamente causando
agresión y daño al partenaire. Su nombre deviene en honor a Donatien
Alphonse François de Sade mejor conocido como “el marqués de Sade”
quien escribió la novela “120 días en Sodoma”.
El sadismo es la perversión que parte de una
posición activa para dominar, someter, agredir y humillar al partenaire sexual y
en ello obtener la fase de excitación y orgasmo. En el sadismo, los anhelos,
imágenes, deseos sexuales y tensiones se descargan de forma directa y dominante
fuera del propio Yo. El masoquismo se diferencia del sadismo porque la
pulsión de muerte es puesta no sobre el otro, sino sobre la propia persona.
Conviene aclarar que ambas
expresiones pulsionales: Activa y pasiva,
coexisten en cada persona desde la vida infantil pero, debido a
alguna fijación (como por ej. eventos traumáticos en la historia del sujeto),
puede pronunciarse más de una forma que de la otra. En este sentido, el sado-masoquismo es una meta
perversa de satisfacción que ubica al otro sólo en tanto soporte u
objeto de una satisfacción autoerótica.
¿Tiene
cura el masoquismo?
Es vital, para que un
tratamiento psicoanalítico tenga lugar, que la persona con una perversión
sexual o con rasgos de ella sienta incomodidad, angustia y una discordancia
significativa por la realización de sus fantasías masoquistas, es decir, que
acuda con un síntoma analizable.
En otras palabras, es necesario
que el sujeto se pregunte a sí mismo sobre el sentido de su deseo, y no por
medio de una demanda de normalización sino por una demanda de reconciliación
con sus núcleos perversos.
De esta manera, el dispositivo
analítico mediante la asociación libre, el análisis de los sueños y la función
deseo del analista, ayudará al sujeto a hallar las coordenadas de los deseos
inconscientes que lo habitan y reconciliarse con ellos en términos de su propia
subjetividad, es decir, desde una posición ética y responsable.
¿Dónde
surge el masoquismo?
El masoquismo como perversión
sexual surge de la pulsión activa-agresiva que se vuelve hacia el Yo, motivado
a sentimientos de culpabilidad inconsciente, formados a través de fantasías de
maltrato, castigos o traumas en la vida infantil, incidiendo para que la
persona se conciba como un mero objeto y no como un sujeto. A este respecto,
nos recuerda Freud que “Todo castigo es, en el fondo,
la castración, y como tal, el cumplimiento de la antigua actitud pasiva con
respecto al padre”.
Para el psicoanálisis, el
masoquismo surge de una situación de conflicto y tensión entre el Yo y el súper
Yo. Por lo que la persona escudriña la manera para ser castigada sexualmente y
obtener placer, o autocastigada por ideas de culpabilidad, -como en el
masoquismo moral- para posicionarse como víctima.
De esta manera, condensa la
aproximación al objeto interdicto y el castigo por la transgresión que este
acto representa, como ocurre con muchos adictos que dicen consumir
sustancias más que por el efecto de la sustancia en sí misma, por el alto
nivel de culpa y paranoia que les produce hacerlo.
En resumen, en la dupla Sadismo-masoquismo, el
sujeto se percibe con un narcisismo patológico, y busca “castigar-ser
castigado” y en ese sufrimiento sentir placer. Por eso dijo Freud
(1924): “ni aun la autodestrucción de la persona puede producirse sin
satisfacción libidinosa."
Sado-masoquismo:
Ejemplos en el cine
Ahora bien, te
preguntarás ¿Cómo se aplican estos constructos teóricos en la realidad? Para
dar una extensión de contenido y visualizar los conceptos abstractos, te
recomendamos ver dos películas: 1) El film danés “Nymphomaniac
Vol I y II” del año 2013 dirigida por Lars von Trier y 2) “La
secretaria” dirigida por Steven Shainberg en el año 2002.
Nymphomaniac Vol I y II (2013)
El film contiene numerosas
referencias culturales a la música clásica, religión, simbolismo, mitología, y
a las pasiones secretas del ser humano. La película se divide por 8 capítulos a
manera de una novela escrita.
Empieza en un atardecer de
invierno, donde la protagonista “Joe” (Charlotte Gainsbourg) se halla en el
suelo de un callejón, maltratada, y un transeúnte: Seligman, va saliendo de su
casa; la encuentra y le ofrece llamar una ambulancia.
Pero la mujer se niega a
recibir tal ayuda, de modo similar a como el masoquismo moral del
neurótico se resiste al tratamiento y a los avances de la cura. El film
transcurre, pues, en un diálogo entre ambos, donde la premisa fundamental es
que Joe se concibe como "una horrible persona” y Seligman intenta
demostrarle lo contrario.
A lo largo del film, se pueden
observar diversos conceptos complejos como: pulsión
sexual, pulsión de muerte, impotencia psíquica, narcisismo patológico,
ambivalencia de amor-odio, el modo reactivo de la defensa, fijación y sado-masoquismo.
Podrás apreciar cómo la protagonista reduce su dignidad a ser un mero
objeto para ser utilizada, humillada y maltratada por hombres, siempre a
merced de un agudo sentimiento de culpa; pero a su vez, verás cómo actúa sus
impulsos destructivos sobre otros…
La Secretaria (2002)
La protagonista Lee Holloway
(Maggie Gyllnhaal) quien presenta una gran timidez y rasgos del trastorno
límite de personalidad sale de una institución psiquiátrica para vivir de
nuevo con sus padres dentro de su red de neurosis familiar. En el film se
condensan muchos conceptos del presente artículo: verás cómo se actualizan -vía
el fantasma masoquista- escenarios donde la protagonista busca a toda
costa obtener placer a través del dolor, del sufrimiento y la humillación. Asimismo,
Lee Holloway transfiere en la figura del abogado Mr. Grey (James Spader) las
fantasías inconscientes de ser golpeada, ser amarrada, y ser maltratada por su
padre sintiéndose como una “niña mala”… mostrando absoluta obediencia,
dependencia, sometimiento y pasividad.
Autor: Kevin
Samir Parra Rueda, estudiante y redactor en la Academia de Psicoanálisis.
Trastorno de personalidad masoquista: síntomas, causas y
tratamiento
Esta alteración psicológica está relacionada con el odio
hacia uno mismo.
La
abnegación y autosacrificio con el fin de ayudar a los demás son aspectos que
son valorados positivamente por la sociedad cuando parten de una voluntad de
ayudar a alguien en un momento puntual. Sin embargo, existen personas que
siempre ponen por delante las necesidades ajenas a las propias y que incluso
llega a negar las suyas o la posibilidad de experimentar placer o
alegría por sí y para sí mismos.
No estamos hablando de alguien generoso que
nos hace un favor, sino de alguien que literalmente se dedica a suplir las
necesidades de los demás incluso sin que estos lo pidan o lo consideren
necesario. Personas que niegan todo tipo de reconocimiento, pero que a la vez
se sienten profundamente ofendidos si su esfuerzo es ignorado. Personas con una
emocionalidad constantemente disfórica, con pensamientos de no merecer nada
positivo y una gran inseguridad y miedo.
Estamos hablando de personas con una
personalidad disfuncional, que no les permite adaptarse correctamente al medio
y les genera gran sufrimiento. Estamos hablando de lo que viven las personas con un
trastorno de la personalidad masoquista o autodestructiva.
Artículo relacionado: "Trastorno sádico de la personalidad: síntomas y
características"
El trastorno de personalidad masoquista o autodestructivo.
Se considera trastorno de personalidad
autodestructivo o masoquista a aquel tipo de personalidad caracterizada por la
presencia de un patrón de comportamiento y visión del mundo relativamente
estable en el tiempo y a través de las situaciones en que aparecen de manera
constante elementos de autodestructivos y de autonegación. Las
personas con este tipo de personalidad se caracterizan por presentar un comportamiento autodevaluativo
y buscador de dolor y sufrimiento, visible en la búsqueda de
entornos que tienden a llevarle a la presencia de frustración o incluso a la
búsqueda de maltrato o vejación (no es raro que tiendan a considerar aburridas
a aquellas personas que se sienten atraídos por ellos y sentir atracción por
personalidades sádicas), la negación de sus propias necesidades y evitación de
buscar placer y diversión. Tiende a existir un rechazo hacia aquellas personas
que le tratan bien, y negar la posibilidad de ser ayudado. Es probable que tras
vivencias positivas busquen activamente vivir experiencias aversivas o que se
depriman. Se trata de personas que manifiestan un comportamiento excesivamente
abnegado y generoso hacia los demás, autosacrificándose a menudo a pesar de no
ser necesario ni requerido. Además de ello, tiende a fracasar en el
cumplimiento de sus propios objetivos. Suelen acumular
situaciones de frustración y de autoperjuicio.
Las personas con este tipo de personalidad
suelen ver a los demás o bien como seres necesitados de ayuda o bien como seres
competitivos y crueles, mientras que se ven a si mismos como seres
despreciables, merecedores de dolor o simplemente inútiles. Tienden a buscar la
rutina y consideran que sus logros son debidos más bien a la suerte o a
intervención externa. Se trata de personas con una elevada vulnerabilidad a
la humillación, una gran inseguridad y miedo al abandono. No
suelen pedir favores ni realizar grandes esfuerzos para lograr sus propias
metas, teniendo una actitud más bien pasiva y buscando la gratificación en la
abnegación y en beneficiar a los demás. Suelen permanecer en segundo plano y
permiten abusos para con ellos, teniendo un perfil afligido y dando apariencia
de sencillez. Es frecuente que presenten distorsiones cognitivas, se consideren
inferiores y crean que tienen el deber de ayudar a los demás y nunca
priorizarse. Asimismo, el hecho de ayudar a los demás les hace verse como
necesarios. Es necesario tener en cuenta que este trastorno no se deriva
únicamente de la vivencia o el miedo a vivir algún tipo de abuso, así como
tampoco se produce exclusivamente durante la presencia de un episodio de
depresión mayor.
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Afectación
a nivel vital.
Evidentemente, las anteriores características
generan que estas personas presenten una serie de importantes dificultades en
su día a día, que puede cursar con un elevado nivel de sufrimiento. No es raro que experimenten
elevados niveles de frustración, algo que a su vez
retroalimenta sus creencias de ser indignos. En sus relaciones de pareja tienen
tendencia a recibir abusos y maltrato, siendo frecuente que aparezcan conductas
de sumisión absoluta. Ello también se refleja en otras relaciones: muchas personas pueden
aprovecharse de ellos, mientras que otras muchas tenderán a
alejarse de ellos debido a su excesiva generosidad y sometimiento. Aquellas
personas que les traten bien o suelan querer ayudarlos pueden encontrarse con
rechazo por parte de estas personas.
Y no solo en lo social, sino que también en
lo laboral pueden encontrarse problemas: es probable que lleven a cabo largas
jornadas de trabajo con el propósito de beneficiar a otros. Asimismo, ello
puede disminuir su propia productividad. Su falta de confianza puede limitar
sus posibilidades de mejora en todos los ámbitos, así como la pasividad
conductual en lo que respecta a buscar su propio bienestar.
Posibles causas.
El porqué de las causas de este tipo de
personalidad es desconocido, teniendo en realidad un origen multicausal. Aunque
las causas no están del todo claras, algunas de las hipótesis al respecto dejan
ver la influencia de las experiencias infantiles y los aprendizajes realizados
a lo largo de toda la vida.
Las principales hipótesis al respecto parten
principalmente de una perspectiva psicoanalítica. Entre los diferentes factores
que parecen influir en la aparición de este trastorno de la personalidad se
encuentra la confusión y integración en un mismo sujeto de la experiencia de
castigos, dolor y sufrimiento junto a la sensación de
protección y seguridad. También es posible que se haya aprendido que el único
modo de lograr afecto sea en momentos de sufrimiento personal (algo que en el
futuro hará que se autodevalúe como mecanismo para lograr dicho afecto).
La presencia de modelos parentales deficitarios (padres
ausentes y fríos, irritados y con un elevado nivel de frustración vital) que
posteriormente el niño replicará como manera de funcionar y ver el mundo es
también propuesto como hipótesis. Otro de los elementos sobre los que se habla
es sobre la falta de capacidad de integración de elementos positivos, llegando
a sentirse seguros sintiéndose despreciados y miserables. Tratamiento de este
trastorno de la personalidad El tratamiento de un trastorno de personalidad
(sea este u otro) es algo complejo. Al fin y al cabo, estamos ante una forma de
proceder y ver el mundo que se ha ido configurando a lo largo de la vida de una
persona. Pese a ello, no es imposible.
En el caso que nos ocupa y a partir del
modelo de Millon, el tratamiento buscaría invertir la polaridad placer-dolor
(una persona con este trastorno de la personalidad tiende a tener cierta
discordancia obteniendo placer del dolor y viceversa) y fortalecer la búsqueda de
gratificaciones En sí mismos (disminuyendo la dependencia
a los demás). También se buscaría generar un cambio en las creencias hacia uno
mismo y modificar las creencias negativas y devaluativas hacia uno mismo y la
necesidad de consentir abusos y autosacrificios constantes e excesivos. Se
buscaría modificar la creencia de que merecen sufrir o que su vida no tiene
valor por sí mismo y solo tiene valor si ayudan a los demás, así como el resto
de distorsiones cognitivas que suelen presentar. También se intentaría que dejaran de ver a los
demás como necesitados de ayuda o entes hostiles y generar
modificaciones de comportamiento de tal modo que dejen de buscar relaciones de
dependencia. También alterar la manera de relacionarse con los demás y con el
mundo, así como fomentar un posicionamiento vital más activo y menos
querulante. Mejorar la autoestima y disminuir el nivel de inhibición vital son
también elementos que pueden ayudar a estar personas a adoptar una manera de
ver el mundo más adaptativa.
Para ello sería de utilidad la utilización de
técnicas como la reestructuración cognitiva, los experimentos conductuales, el
uso de técnicas expresivas o el psicodrama. El entrenamiento en
habilidades sociales también puede resultar de utilidad de
cara a aprender a relacionarse positivamente. El uso de terapia asistida con
animales también podría ser de utilidad, así como el entrenamiento en
asertividad. Asimismo, la activación conductual puede ser muy necesaria para
contribuir a que adquieren una posición más activa vitalmente.
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Situación actual de la etiqueta diagnóstica.
Al igual que ocurre con el trastorno sádico
de la personalidad, el trastorno de personalidad masoquista estuvo contemplado
en la revisión de la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de
los Trastornos Mentales o DSM-III-R.
Sin embargo, ambas etiquetas diagnósticas
fueron retiradas en ediciones posteriores, pasando a formar parte de la
clasificación de trastorno de la personalidad no especificado. En lo que
respecta a Millon, cuyo modelo biopsicosocial es uno de los más reconocidos
en lo que respecta a trastornos de la personalidad, este lo
sigue manteniendo como trastorno de personalidad en el MCMI-III.
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