JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
"Buscando el paraíso"
Quizá
una de las sentencias más conocidas es aquella que señala que los que actúan de
manera correcta merecerán el paraíso. Si la visualizamos desde una óptica
religiosa, es probable que sea muy congruente con los preceptos que se deben
observar dentro de alguna de las tantas modalidades doctrinarias que existen en
el mundo.
La
inmensa mayoría entendemos sin necesidad de consulta alguna lo que significa la
palabra paraíso. Me atrevo a decir que la usamos como sinónimo de cielo o de
gloria, ya que estos términos nos dan a entender que sólo se puede llegar a
ellos en un “estado de gracia”.
Pero que
sucede si nos apartamos de las cuestiones divinas o dogmáticas. Como que este
asunto da un tremendo giro si nos ponemos al nivel del mar, es decir con los
pies en la tierra. Aquí ya la cosa cambia, porque entonces el actuar bien no sólo depende del
comportamiento que sujetamos a la moral sino entra en juego ya otro tipo de código.
En este ámbito, nuestra conducta ya no se basa únicamente en nuestra conciencia
sino en el temor al aspecto punitivo de los códigos, ya sea el civil o el penal.
Es
justamente en este vericueto de situaciones, en el que muchos se debaten por
cumplir los mandamientos de los códigos morales y penales, aspirando a merecer
el paraíso algún día, sobre todo en calidad post mortem. Mientras que otros,
sin tomarse la molestia de voltear a ver el polvoso sitio donde descansan esos
mamotretos cargados de reglas, disfrutan de sus paraísos particulares dándose
la gran vida, antes de su muerte.
Quiero
aclarar que lo anterior no es una especie de crítica contra aquellas bulas
papales que otorgaban indulgencias a quienes pagaban por ellas. Me estoy
refiriendo categóricamente a los paraísos fiscales que gozan los “pobres angelitos”
que amasan fortunas descomunales y las depositan en esos lugares, llamados así por
su casi perfección de mantenerlas ocultas y disfrutar de los beneficios que esa
situación les reporta.
Por
supuesto que el tema deriva del revuelo causado recientemente por “Los Papeles
de Panamá” o “The Panamá Papers” para quienes “mastican” el idioma de
Shakespeare. Pero no es un análisis profundo del suceso que desnudó a
poseedores de grandes capitales (muchos de ellos de origen turbio) lo que pretendo
compartirles. Mi propósito es ofrecerles mi opinión y algunos datos que pueden
apoyar la comprensión de estos fenómenos.
Este
tipo de operaciones “financieras” las han realizado personas acaudaladas desde
hace muchos años. Algunos capitales proceden de actividades legales pero otros
no. Dentro de las ilegales se podría hablar del narcotráfico y de la política,
entendida ésta última en la actualidad como una “organización criminal” que
puede llegar a ser más peligrosa incluso que la primera.
Desde
hace mucho tiempo era un secreto a voces ese flujo de capitales desde muchas
naciones hacia países como Panamá, Islas Caimán, Suiza, Mónaco, Bahamas, Chipre
y muchos más, pero, como siempre sucede, hacía falta el detonador para hacer
estallar la bomba. Todos sabíamos de la existencia de esos lugares donde se
podía lavar el dinero sucio con extrema facilidad, muchos ignorábamos cómo. Hoy
con la importante filtración de información, producto de la intromisión en los
archivos del despacho panameño Mossack Fonseca, se puede apreciar de manera muy
sencilla.
Pero se
preguntarán ustedes ¿Qué es realmente lo importante de esto? ¿De qué puede
servir esa información a la mayoría de los ciudadanos? Es justo en ese sentido
donde quiero compartirles mi punto de vista.
Ya
dijimos que no es nada nuevo eso de los paraísos fiscales, incluso en un
sentido estricto no son necesariamente ilegales. Esto tiene que ver con el
régimen jurídico que prevalece en el país en donde se sitúan, como es en este
caso Panamá. Precisamente esa laxitud de la ley permite que se puedan crear
empresas fantasmas que sirven de pantalla para que los “inversores” extranjeros
muevan su dinero con suma facilidad, bajo los auspicios de un notable secreto
bancario y sin pagar los impuestos que tendrían que reportar en su país de
origen.
Así de
fácil es ocultar un dinero mal habido. Pagas un módica cantidad anual, a cambio
el despacho especializado te “abre” tu empresa, usando el nombre de un
testaferro cualquiera, y estás listo para disfrutarlo. Se podría decir que no
te piden ni tu “CURP” ya que tu nombre no va a aparecer en ningún documento. Seguramente
se siguen preguntando. ¿Si no son ilegales por qué entonces tanto escándalo?
Hay varias respuestas para esa pregunta,
pero sólo traeré aquí las más elementales.
En el
caso del crimen organizado, se aprovecha la confidencialidad de la información
para que el mero capo no sea detectado, su nombre se oculta bajo el del “presta
nombre”, pero sí puede realizar todas las operaciones financieras que desee
hacer desde donde se encuentre, puede comprar bienes muebles e inmuebles,
divisas, abrir cuentas, etcétera. De esa manera puede operar con toda impunidad,
además de no mermar con impuestos su capital.
Cuando
se trata de políticos corruptos que se han apoderado del dinero del pueblo,
sucede algo similar. Si la ley les exige presentar sus declaraciones, lo pueden
hacer con toda tranquilidad ya que sus patrimonios reales no serán detectados
porque sus inmensas fortunas reposan tranquilamente en Panamá o en algún otro
lugar de esa índole, salvo las excepciones en las que les gana el ego y lo
muestran hasta en videos.
En
algunos de los expedientes filtrados aparecen algunos nombres que están muy
ligados a políticos de primer nivel. En México al presidente Peña Nieto, en la
persona de Juan Armando Hinojosa, dueño del Grupo Higa, su constructor favorito
y autor de la “Casa Blanca” el palomar de “La Gaviota” y en Rusia el Presidente
Putin, a través de un amigo cercano llamado Sergei Roldugin. Estos dos casos
bien podrían ilustrar el típico uso de los testaferros. Quien sabe, no podría
afirmarlo pero tampoco negarlo. Ni tampoco dudo, que si le siguen rascando a
los expedientes esos, pueda aparecer en esas listas algún miembro distinguido
del “Gobierno de La Gente”.
Y que
decir en el asunto de los impuestos. Ya dijimos que los paraísos fiscales son
el medio idóneo de evadirlos, pero que tal en nuestro país, mientras a los
grandes consorcios comerciales el gobierno no sólo les condona cantidades
estratosféricas sino que les otorga incentivos. En nuestro estado a las
industrias les regalan terrenos y otros activos para que se establezcan, con el
pretexto de que van a crear fuentes de empleos, que no es otra cosa que el
ofrecimiento de mano de obra barata sujeta a explotación. Estas industrias
obtienen ganancias millonarias, riqueza que jamás se queda en nuestra entidad y
tampoco dudo que vaya a parar a algún paraíso fiscal.
Ah,
pero no se tratara de algún simple mortal, no digamos un trabajador
sindicalizado, porque le buscarían la manera de hacerlo pagar impuestos
obsoletos como la tenencia vehicular y otras ocurrencias. Incluso son capaces
de manipular al Sistema de Administración Tributaria (SAT) para agredir con nuevas
cargas impositivas la muy deteriorada economía de las familias nayaritas.
No cabe
duda que hay de paraísos a paraísos. ¿No cree usted amable lector?
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.