SAÙL ARMANDO LLAMAS LÒPEZ / PERIODISMO NAYARITA
Guadalajara Jal.- Seguro que alguna vez has oído hablar sobre
la resiliencia. No obstante, es un término que puede generar dudas. Aunque
pueda parecer extraño, no tiene su origen en la psicología. Hasta hace
relativamente poco era un concepto que se utilizaba en la ingeniería para
referirse a la capacidad que tenían ciertos tipos de materiales para volver a
su estado original una vez que estos eran deformados.
Por ello, vamos a explicar qué es, qué
beneficios tiene y cómo podemos potenciarla.
¿Qué es la resiliencia?
En psicología, es la capacidad que
tienen las personas para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después
de haber vivido un suceso estresante. También podría ser entendida como la
habilidad para mantener una actividad adaptativa de las funciones físicas y
psicológicas en situaciones críticas.
Las personas que son resilientes tienen
la tendencia a obtener mejor rendimiento de los acontecimientos vitales
estresantes, incluso en ocasiones son capaces de aprender destrezas nuevas a
partir de dichos sucesos negativos.
Además, está relacionada con tener una
mejor salud mental y física. Es considerada equivalente a la invulnerabilidad,
el crecimiento personal postraumático, la resistencia al estrés y la
adversidad.
¿Qué son las estrategias de afrontamiento?
Como hemos visto, existen diversas
maneras de superar los problemas y todo dependerá de las estrategias de
afrontamiento que cada uno lleve dentro de sí. Las estrategias de afrontamiento
son tácticas que nos hacen actuar de una determinada manera ante sucesos
negativos o estresantes.
Por ejemplo, una persona que ha vivido
el abandono de su pareja tiene dos opciones. Por un lado, puede sucumbir a la
adversidad y quedarse en casa pensando en los motivos de la ruptura. Por otro
lado, puede tomar una actitud resiliente y salir de casa para conocer a gente
nueva.
Por todo ello, se podría decir que
existen dos tipos de estrategias de afrontamiento, las adaptativas y las
desadaptativas. La resiliencia estaría situada dentro de las adaptativas.
Otro aspecto a destacar es que la gente
que presenta más vulnerabilidades, es decir, las personas que no son
resilientes o que tienen estrategias de afrontamiento desadaptativas, no pueden
entender la conducta de las personas resilientes. Por ello, en muchas
ocasiones, las personas resilientes son vistas de manera negativa. También
pueden ser juzgadas y catalogadas como personas frías y que no tienen
sentimientos. Sin embargo, esto no es real.
Ser resiliente no quiere decir que no
nos importe lo que ha ocurrido o que seamos personas frías o sin sentimientos.
Si no que decidimos reponernos rápidamente y no dejarnos llevar por la
negatividad del infortunio.
¿Qué nos hace ser o no ser
resilientes?
La resiliencia no es una habilidad o
capacidad absoluta que se adquiere de una vez y que es para siempre. Es el
resultante de la interacción constante entre el individuo y su entorno y se
puede entrenar con una serie de estrategias que se explicarán más adelante.
Aun así, existen diversos factores de
riesgo y factores protectores que nos harán ser más o menos resilientes. Los
factores protectores son aquellos que favorecen la aparición de la resiliencia
como, por ejemplo:
§
Vivir
en un entorno con personas resilientes.
§
Tener
autocontrol emocional.
§
Tener
un auto concepto positivo.
§
Gestionar
los conflictos de una forma adecuada.
§
Controlar
los impulsos.
§
Ser
personas positivas.
Los factores de riesgo son aquellos que
no favorecen la aparición de la resiliencia. En este caso serían los contrarios
a los protectores como, por ejemplo: no vivir en un entorno con personas
resilientes, ser negativos, tener un mal autocontrol y auto concepto o no tener
un buen control de impulsos.
Como se puede ver, la noción de
resiliencia abarca las características psicológicas y biológicas intrínsecas
para un individuo. No obstante, estas pueden ser modificadas para tener una
mayor protección contra el desarrollo del estrés.
¿Qué características tienen las
personas resilientes?
Estas personas aceptan la realidad e
intentan darle sentido a lo que les está ocurriendo por muy negativo que sea.
Son personas que, entre otras cosas:
§
Saben
localizar sus propios problemas.
§
Son
optimistas.
§
Controlan
sus impulsos.
§
Tienen
autocontrol emocional.
§
Ven
las situaciones adversas como oportunidades para aprender.
§
Son
empáticas.
Una de las características más
importantes es que aceptan la realidad tal y como se presenta. Es decir, no
minimizan ni maximizan las consecuencias de lo que les ocurre. En definitiva,
son personas objetivas.
¿Qué beneficios tienen las
personas resilientes?
Existen muchos beneficios derivados de
ser una persona resiliente como, por ejemplo:
§
Tener
menos trastornos del estado del ánimo o depresión.
§
Saber
hacerle frente a todo tipo de situaciones.
§
Gozar
de mejor salud física y mental.
§
Vivir
más satisfechos.
§
Tener
mejores resultados en el trabajo y en la vida diaria.
§
Aceptar
a las personas sin criticarlas ni juzgarlas.
§
Ayudar
a las demás personas a tomar una actitud positiva ante la vida.
§
Tomar
más riesgos en la vida.
¿Cómo desarrollar la
resiliencia? Claves para ser resiliente
Ser resiliente es un proceso largo que
requerirá mucho aprendizaje de nosotros mismos. Te presentamos siete claves
para ser una persona resiliente:
Tener
conocimiento de uno mismo
Es importante que nos conozcamos,
tenemos que saber qué nos afecta de manera negativa y trabajar en ello. Debemos
crear una imagen de nosotros mismos de capacidad y fortaleza que nos permita
vernos con los recursos necesarios para gestionar situaciones adversas. Para
ello, tendremos que analizar nuestras habilidades y nuestras debilidades.
Tener
autocontrol emocional
No se trata de no llorar o de no sentir,
se trata de aceptar que podemos hacerlo. Tenemos que aprender a llorar, gritar,
etc. Pero a la misma vez, tenemos que regular y encaminar estas emociones para
poder fortalecernos.
Poseer
control de impulsos
Tenemos que aprender a detectar los
primeros indicios de tensión para poder parar a tiempo los impulsos que se
generan justo después del acontecimiento. Se debe tomar distancia de los
pensamientos para que no actúen por nosotros.
A veces actuamos sin pensar y esto hace
que tomemos decisiones erróneas tienen graves consecuencias para nosotros. Si
tomamos distancia de las situaciones tendremos la oportunidad de reflexionar
sobre lo que ha pasado y podremos tomar decisiones que no generen consecuencias
negativas.
Mostrar actitud positiva
Tener una actitud positiva en el día a
día es algo fundamental para poder ser una persona resiliente. Cuando nos pasa
algo negativo lo vemos todo “muy negro” y pensamos que nunca más podremos
volver a ser las personas que éramos antes de que nos ocurriese el suceso. Sin
embargo, si analizamos la situación y la tratamos con fuerza y optimismo nos
daremos cuenta de que todo pasa y de que no todo es tan terrible como nos
parecía en un principio.
Ser realista y aceptar la
realidad
Como hemos visto, las personas
resilientes son objetivas. Tenemos que aprender a analizar las consecuencias de
los problemas de una manera objetiva y sin maximizar o minimizar las
consecuencias de lo que ha ocurrido. Tenemos que aceptar la realidad tal y como
se presenta.
Aprende a crecer de los problemas
Existe un dicho popular que dice que de
todo lo malo se aprende. Debemos analizar lo que nos ha pasado, por muy malo
que sea, y extraer un aprendizaje de ello. Las personas resilientes contemplan
las situaciones negativas como procesos de aprendizaje sobre ellos mismos.
Tener sentido del humor
Tener sentido del humor y reaccionar de
manera positiva es muy importante. Una vez que el suceso estresante ha ocurrido
y que no podemos hacer nada por evitarlo, el cómo nos comportemos nos afectará
psicológicamente en los días posteriores. ¡Aprende a reírte de los problemas!
Entrena tu resiliencia.
Si quieres ser una persona resiliente y
no sabes cómo lograrlo, pide ayuda. La terapia psicológica no es solo para el
tratamiento de dificultades o de trastornos mentales. La terapia también te
puede ayudar a desarrollarte como persona de una manera positiva.
La sociedad tiene tendencia a
patologizar la psicología. Es decir, se asocia la terapia con tener algún
problema. Sin embargo, no siempre es así y puede guiarte en un bonito proceso
de autoconocimiento.
En resumen, ser una persona resiliente
tiene muchos beneficios entre los que destacan tener mejor salud mental y
física. Existe una serie de factores que puede hacer que tengas más o menos
predisposición a ser o no ser resiliente, pero ten presente que es una
habilidad que se puede entrenar.
Los obstáculos no
tienen que detenerte. Si te encuentras con un muro, no te des la vuelta o te
rindas. Averigua cómo escalarlo, atravesarlo o rodearlo. M. Jordan.
La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos
para sobrellevar las situaciones inusuales o inesperadas y anteponernos a los
obstáculos para no ceder a la presión independientemente de las circunstancias.
Las personas que poseen la resiliencia son las cuales
a pesar de nacer o vivir en condiciones de alto riesgo, tienen la posibilidad
de resurgir de la adversidad, desarrollarse psicológicamente sanos y
socialmente exitosos. Son personas que construyen vidas significativas y
productivas, se relaciona con el término de entereza. No podemos evitar que las
situaciones difíciles nos ocurran, es parte de la vida, pero si podemos
transformar como reaccionamos ante estas.
El COVID-19 ha
sido un evento totalmente atípico que ha requerido toda nuestra capacidad de
adaptación y poner en acción todos nuestros recursos de resiliencia.
¿Cuáles
son algunas de las características de las personas resilientes?
Identifican y enfrentan los problemas, se regulan
emocionalmente, tienden a ser reflexivos, buscan el aprendizaje en las
situaciones difíciles y finalmente suelen ser empáticos.
¿Cuáles
son las ventajas?
1. Mejora la salud física y emocional.
2. Capacidad de hacer frente a las adversidades.
3. Mayor satisfacción en las tareas cotidianas.
4. Relacionas interpersonales más adecuadas, pues hay una
mayor aceptación de sí mismo y de los demás.
5. Tiendes a lograr una mayor estabilidad personal y
profesional.
Todas las personas tenemos la capacidad de
desarrollar la resiliencia, pues se basa en una serie de pensamientos y
acciones que pueden ser aprendidas.
Queremos predecir lo que pasará y dedicamos muchísima
energía a establecer una estabilidad que nos de la tranquilidad del mar en
calma, pero a veces el tiempo cambia, a veces vienen olas y otras veces aparecen tsunamis que nos
destruyen no sólo lo construido sino lo que teníamos cimentado,
incluso lo imaginado que nos mantenía con ilusión y nos motivaba a levantarnos
cada día por la mañana. Entonces es cuando necesitamos la resiliencia.
Resiliencia: una virtud para afrontar las malas
rachas
¿Qué
hacer cuando atravesamos un mal momento? La alternativa es tan simple que
resulta cruel, la
alternativa es seguir viviendo, porque vivir también es sufrir,
es avanzar sin ganas, es desconcierto, miedo, rabia...
Nos
tenemos que dar permiso para esta etapa, al fin y al cabo es una fase
lógica del duelo.
La
sociedad nos llena el plan de vida de un montón de premisas que debemos cumplir
para ser feliz y que además parece que si no lo hacemos nos culpabilizan por
elegir ser unos insatisfechos, como si el estado emocional pudiese programarse
y mantener activo en modo alegría hasta que tú decides modificarlo. Por desgracia, esto no es así.
¿Cómo afrontamos un proceso de pérdida o una
etapa triste?
En
cuanto a cómo encaramos estos momentos de bajo ánimo, suceden muchas cosas
diferentes. Algunas
personas que creen en ello y por suerte su mar está en calma, pueden permitirse
mirar otras lagunas, plantearse que pueden venir marejadas o
algún temporal inesperado o que ahora que el mar está tranquilo es una pena no
disfrutarlo teniendo alguien más con quien estar, un trabajo mejor, una nariz
más pequeña...
Otros son deportistas de élite en esta disciplina, continuamente sortean ola tras ola,
sin tiempo para disfrutar la calma, simplemente se ocupan de solventar todo lo
que llega sin prestar atención a nada y al menos mientras dura esa etapa tan ajetreada
no sienten demasiado el malestar, que sin embargo notan después como una resaca
física y emocional, proporcional a la vorágine en la que ha estado inmersa.
Otras personas se acostumbran a vivir con malestar, pero con la sensación permanente de
ser responsables, esto les tranquiliza les da al menos sensación de control,
pero el mar tampoco puede controlarse como si se tratase de la piscina de mi
casa, así que de manera inesperada, sin merecerlo, sin predecirlo, nos destroza
la vida un temporal y... ¿qué hago después?
Aprendiendo a vivir de otra manera
Esta
es la más complicada de las situaciones, en las que el dolor es tan intenso que
todo a tú alrededor pasa a un segundo plano, en el que cualquier comentario
quejoso por algo que a ti te resulta una banalidad te ofende, y te sumerge en
el silencio de la incomprensión y de la tristeza.
Se suele decir que los dolores más amargos son íntimos, duelen tanto que no queremos
exponernos a la doble victimización de la incomprensión y callamos, oyendo como
un ruido molesto las grandes dificultades que encuentran otros a su día a día y
que tu darías demasiado por intercambiar.
En
ese momento en el que llegas a la conclusión que una sola frase tuya, un
titular de tus desgracias, minimizaría por completo sus problemas, te cargas de
ira y lo gritarías, para decidir optar de nuevo por el silencio, no compensa,
al final no compensa... Y es ahí cuando necesitamos herramientas para poder
salir del atolladero. La
herramienta clave es la resiliencia, una aptitud que se puede
mejorar y que nos impulsa a ser capaces de salir bien parados de las
situaciones más adversas
Así pues, ¿cómo reforzar nuestra capacidad de
resiliencia?
Lo más eficaz para desarrollar la resiliencia es adoptar una serie
de hábitos y actitudes,
además de establecer ciertas pautas de autodescubrimiento, como las siguientes:
·
Identificar
qué estás experimentando a nivel emocional.
·
identificar
las somatizaciones que reflejan
lo que sientes en tu cuerpo.
·
Cuestionarte
qué harías en ese momento si no te sintieses así y tratar de llevarlo a cabo.
·
Cargar
de sentido cada acción que lleves a cabo.
·
Actuar
para mejorar tu vida a largo plazo y no para eliminar el malestar que sientes.
·
Observar
tu patrón de respuesta automático.
·
Crear
una lista alternativa de diferentes estrategias para afrontar el malestar.
·
Decidir
cuáles de ellas sirven para eliminar malestar y cuáles son para construir una
vida que compensa.
·
Comenzar
a elegir de una manera consciente cada decisión que habitualmente se toma de
manera impulsiva.
·
Permitirse
equivocarse, aceptar el malestar es el mayor aprendizaje y aumenta la
tolerancia convirtiéndonos en personas más libres.
Aprendiendo a relativizar
Uno
de los aspectos más importantes de la resiliencia consiste en tener claro que,
queramos o no, nunca
seremos capaces de realizar apreciaciones totalmente objetivas acerca de la
realidad. Este hecho, que lo filosofía viene explorando desde
hace cientos de años a través de una de sus ramas (la epistemología),
hace que se nos plantee esta cuestión: puesto que siempre deberemos interpretar
lo que nos ocurre, ¿cuál es la mejor manera de hacerlo?
La
clave de la resiliencia es saber que debemos evitar que nos arrastre el
pesimismo, ya que este también se basa en una serie de invenciones constantes
acerca de lo que nos ocurre. El hecho de que el pesimismo y la tristeza nos
mantengan sumidos en el malestar no hace que esta lectura de la realidad sea
más fiable.
Por
consiguiente, puesto que hagamos lo que hagamos no alcanzaremos a conocer de un
modo directo la realidad, elijamos construir
una interpretación de nuestra vida que tenga un significado importante
para nosotros. Es cuestión de elegir, en igualdad de condiciones, un relato
vital que nos permita seguir avanzando.
De
esta habilidad, que requiere tiempo y práctica, nacerá la resiliencia, la cual
nos servirá para empoderarnos y para estar un poco más cerca de esa felicidad
por la que tanto hemos luchado.
Referencias
bibliográficas:
·
Forés,
A. y Grané, J. (2008). La resiliencia. Crecer desde la adversidad. Plataforma
Editorial Barcelona.
·
Triglia,
Adrián; Regader, Bertrand; García-Allen, Jonathan. (2016). Psicológicamente
hablando. Paidós.