JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS /
Periodismo Nayarita
"La Forma del Agua"
Cuando
escribo este texto se está celebrando el “Día Mundial del Agua”. Esta fecha fue
consagrada desde el año de 1993 por la Conferencia de la Organización de las
Naciones Unidas. La idea era, o sigue siendo, una especie de oportunidad para
la reflexión, la concientización acerca de lo que está sucediendo respecto a
este recurso natural, sin duda el más importante para la vida, y también como
una oportunidad de proponer medidas y formas de conservarlo.
De
acuerdo con los criterios habituales, que no formales, para el manejo de los
términos celebración y conmemoración, donde el primero
significa festejo y el segundo evocar un hecho trágico, es motivo de alegría
que, aunque no estamos muy lejos de ello, estemos aún celebrando y no
conmemorando ese día, porque de hecho, tratándose del agua, no habría quien
pudiera hacer una cosa u otra si ésta se agotara, como parece ser que sucederá
si no cambiamos nuestras viciadas prácticas en torno al uso responsable del
preciado líquido.
Existen
datos escalofriantes en torno al agua dulce disponible en el mundo. Ya lo
escribía en un artículo de hace casi seis años, que aunque tenemos un planeta
que tiene sus tres cuartas partes cubiertas de agua, eso no significa mucho si
consideramos que apenas el uno por ciento es de agua disponible y apta para el
consumo humano. También decía en esa ocasión que, para que la gente entienda un
poco mejor este asunto o perciba en su exacta dimensión el problema, vamos a
decir que si el agua que existe en el planeta lo pusiéramos en una cubeta, la
proporción de agua para consumo humano equivaldría a UNA CUCHARADA de esa
cubeta, una cucharada sopera sacada de esa cubeta, sería lo que tendríamos la
humanidad entera para consumir. ¿No es acaso un dato escalofriante, esa
analogía?
Ese
dato, por sí solo, debería ser suficiente para pesar en la conciencia de las
personas que habitamos este descompuesto mundo, pero se nota de sobra que no es
así. Al menos en México, me consta que lo que menos tenemos es conciencia. Tal
parece que no nos damos cuenta del riesgo tan amenazador que corremos con
respecto a perder nuestro planeta y perdernos a nosotros mismos. Vivimos en un
mundo que parece irse al carajo y no nos importa. Seguimos siendo expertos
depredadores de la fauna y la flora. Ni siquiera puedo recordar el número de
especies a las que hemos condenado a la extinción, pero sí son muchas y eso es
para darnos vergüenza, pero al parecer ni
la conocemos, como diría mi madre. Nada nos apena ni nada nos asombra.
Hemos sobrepasado los límites de la dejadez, el valemadrismo y el más depurado de los cinismos. Seguimos talando
árboles de manera clandestina, anteponiendo el lucro a la supervivencia,
seguimos contaminando el aire, el mar, el río, el campo y la montaña.
Según
nada nos asusta, como si de verdad fuéramos tan valientes. Como si quisiéramos
aparentar o apantallar, al más típico
estilo de los brabucones del estereotipo antiguo del mexicano. Que te digan que
se va a acabar el mundo si sigues contaminando y a ti te valga un comino, no es
valentía, es un vulgar desatino y una increíble irresponsabilidad. Todo lo
tomamos a broma. Pero hay cosas con las que no se puede jugar. Una de ellas es
la naturaleza que, además de cobrarnos la factura con intereses, es el hogar de
las generaciones que vienen detrás de
nosotros. ¿Cuánto tiempo más podrá soportar el mundo todo el daño premeditado
que le estamos haciendo? Esta no es ya una pregunta reflexiva o existencial, es una pregunta que tiene más de
una respuesta y la mayoría coincide en que de seguir así, se empezarán a ver
los síntomas agudos en poco más de una década y eso, eso no está nada de lejos,
de hecho es un plazo que está a la vuelta de la esquina. La gente parece no
darse cuenta de eso y si lo hacen lo toman a broma, repito. Si tú les hablas
del “Calentamiento Global” muchos creen que les estás diciendo que nos pongamos cachondos todos, y pues
así, no es la cosa.
La
situación está para espantar al más pintado, y los esfuerzos, loables muchos de
ellos, no son suficientes. Las organizaciones mundiales de países se han puesto
al frente en este problema tan grave de la escasez del agua. La Organización de
las Naciones Unidas (ONU) mediante la coordinación con organizaciones
centralizadas, el Fondo de las Naciones Unidades para la Infancia (UNICEF), la
Organización Mundial de la Salud (OMS), el Consejo de Agua del Mundo y otras sociedades
independientes, trabajan en acciones relativas al tratamiento del agua, la
calidad del agua potable, la prevención del cólera, gestión de los recursos
hídricos, etc.
En el
ámbito nacional se ha trabajado en esos mismos aspectos. Incluso en el año 2012
se emitió un decreto para reformar el artículo 4° de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, para garantizar el derecho al agua en nuestro
país. A la letra, el párrafo adicionado, dice:
“Toda persona tiene derecho al acceso,
disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma
suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho
y la ley definirá las bases, apoyos y modalidades para el acceso y uso
equitativo y sustentable de los recursos hídricos, estableciendo la
participación de la Federación, las entidades federativas y los municipios, así
como la participación de la ciudadanía para la consecución de dichos fines”.
Si se
fijan, el párrafo adicionado habla del derecho que tenemos las personas
mexicanas a disponer del vital líquido, estableciendo que es el Estado quien
garantiza el derecho, y la ley la forma o bases de cómo los tres niveles de
gobierno deberán complementarse para lograrlo. Hasta ahí todo parece bien, pero
hay una última parte que dice la
participación de la ciudadanía, ahí es donde está la clave para que los
ciudadanos podamos apoyar en esta tarea trascendental de supervivencia humana,
no sólo se trata de pagar el servicio del agua sino también realizar la inaplazable
tarea de cuidarla. Sólo para ilustrar la gravedad de esto, daré los siguientes
datos: en nuestro país el diez por ciento de personas no tiene acceso al agua
potable, es decir entre 12 y medio y 15 millones padecen ese problema. ¿Qué tal
si fueras tú el que está en esas cifras? Como ejemplo, podemos poner una cifra
más para que se entienda esta situación. El consumo de litros de agua diario
por persona recomendado por la OMS es de cien litros (100 litros) mientras que
el consumo diario de un mexicano es de trescientos veintidós litros (322
litros). ¿Podrían encontrar la diferencia? (Fuente: Boletín del Instituto de
Investigaciones Sociales de la UNAM, Manuel Perló. 22/03/19).
Pasaríamos
a la siguiente cifra: EL 40 % del agua se pierde por fugas. Estadística
espeluznante que balconea nuestra
irresponsabilidad (gobierno/sociedad) y también alarmante el hecho que de 653
acuíferos que existen en México 105 están sobreexplotados. Situación que indica
que poco a poco nos estamos quedando sin agua. Para finalizar, me permitiría
reflexionar, haciendo esta pregunta. ¿Saben cuánto puede sobrevivir el ser
humano sin beber agua? En promedio de 3 a 5 días. Ya siendo un poco benignos en
la cifra, quizá en condiciones no tan graves, hasta 7 días.
Entonces,
¿qué tal si en vez de un día mundial del agua, le diéramos al mundo agua por
muchos días, quizá por siempre? Ahí queda la reflexión, flotando en el aire. Y
en el agua, también.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO EN LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.