Fue
algo difícil decidir el tema de esta semana. La razón tiene que ver más con el
exceso que con la escasez de material. Hay noticias de todos colores y sabores,
hay fechas importantes en las proximidades de nuestra edición. Está cercano, adelante,
el Día del Maestro y en el pasado reciente el Día de las Madres. Finalmente me orillé
por la segunda de estas fechas.
Cuando
me tardo demasiado en decidir, suelo inclinarme hacia algún tema en base al
comentario o la sugerencia de alguno(a) de mis amables lectores(as) que me
hacen el favor de comunicarse a través de mi correo electrónico, cosa que
agradezco plenamente y mantengo la invitación para que más personas se animen a
hacerlo por ese medio o a través de mi muro en Facebook.
Escribir
estrictamente sobre el tema del "Día de las Madres" no me parece tan
atractivo, ya que he comentado hasta el cansancio que las festividades
instituidas bajo los criterios del lucro no tienen otra trascendencia que mover
la entumida economía y hacer llegar un poco más de dinero a los comerciantes,
cosa que tampoco es algo malo. Además, considero que a un personaje como la madre
es a quien menos se podría regatear la admiración y el respeto. A esos seres tocados
por la magia de Dios se les debe rendir homenaje todos los días del año y en
todo momento de nuestras vidas. Un día jamás será suficiente para agradecer
tanto sufrimiento y tanto esfuerzo desplegado en aras de protegernos, incluso a
costa de su propia vida. Festejar un sólo día y con un inútil regalo a quien te
da la vida, te alimenta, te cuida y te educa me parece más que una grosería.
A
sabiendas que se han escrito ríos de tinta sobre este asunto, que verdaderos
expertos en el tema, estudiosos del desarrollo humano, de la psicología y el misticismo han concebido, interpretado y manifestado sus ideas al respecto, hoy
quise dedicar este espacio a mi propia reflexión acerca de la profundidad de
este concepto, del significado tan difícil de explicar y comprender pero muy
fácil de sentir. Siempre he creído que las madres son, junto con la naturaleza,
la máxima creación de Dios. Sólo así se puede entender esa inmensa capacidad de
dar amor. Sólo la perfección de un ente superior pudo concebir este monumento a
la ternura, este poema a la vida, ese himno a la generosidad al que le llamamos
madre.
El amor
maternal es una fuerza indestructible, intensa, prodigiosa. Es un halo divino
que puede tener la fuerza poderosa de un huracán y la apacible ternura de un niño
dormido. La madre es una bendición de Dios a través de la cual nos muestra su
magnificencia. Es la gracia de la perpetuidad, la semilla del tiempo.
En fin,
hay tantas cosas que decir acerca de las madres que resulta prácticamente
imposible circunscribirlo a este espacio, así que por esta ocasión, quizá
rompiendo un poco el formato usual, a continuación quiero compartir una reflexión
de mi autoría, con todas las personas que pudieran leer este artículo, pero
principalmente como un modesto homenaje a las madres trabajadoras del
S.U.T.S.E.M. como un mensaje solidario y fraterno a los compañeros y compañeras
que tengan el inmenso privilegio de contar con sus mamás, recomendarles que las
cuiden, las protejan y les devuelvan algo del tiempo, el apoyo y el amor que
ellas les dieron. A quienes, como su servidor, ya no gozamos la dicha de
tenerlas, que miren con dulzura hacia el cielo y ahí, entre esas nubes blancas,
encontrarán una sonrisa radiante y la luz de unos ojos que no dejan de mirarnos
con un amor infinito.
“El
Concepto Madre”.
Definir algunos conceptos a veces resulta
difícil. Sobre todo si se trata de uno tan elevado como éste. Se necesita mucha
sensibilidad para darle una interpretación. No obstante, intentaré describir el
significado de la palabra madre.
Para
ello, empezaré por razonar sobre algunos elementos cercanos a la imagen y
personalidad de estos seres celestiales a los que les decimos madre.
Por
ejemplo, cómo te puedes explicar que las madres puedan literalmente iluminar tu
vida, siendo tus ojos al mundo, desde que estás dentro del claustro materno.
De qué
manera puedes entender su abnegada fortaleza para velar tu sueño noches
enteras, sobre todo en aquellas cuando más necesitabas consuelo.
Qué
decir de la infinita paciencia para soportar las desastrosas campañas
infantiles de niños berrinchudos y destructores.
Como
olvidar la calidez de sus manos en tu brazo lastimado, frotando aquella pomada
maravillosa cuyo principal ingrediente era el amor, o el cariñoso beso que de
manera mágica quitaba el dolor.
La
exquisitez de su cocina, que a cualquier plato casero lo convertía en un
verdadero manjar de calidad gourmet, o la diligente y acertada terapia anímica
para desvanecer tus miedos y fobias.
La
inteligencia financiera para estirar el gasto, muchas veces exiguo, logrando
auténticos milagros de cobertura familiar, generando la sensación de “no me
falta nada”.
Y en el
aspecto protección, mención honorífica para las valientes madres que son
capaces de luchar ferozmente, con uñas y dientes, contra el monstruo más
aterrador del inframundo, sólo por defender a su hijo.
El
consejo sabio, el jalón de orejas oportuno, la sonrisa que alivia, la paz del
alma, la palabra de aliento, el abrazo protector, el beso divino, la luz de tus
ojos, la fuente de amor.
Quise
definir el concepto madre, pero no pude.
Autor:
José Manuel Elizondo Cuevas.
“Dedicado
a mi madre que me sonríe desde el cielo.”
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.