JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
"Aventuras vacacionales"
Escuchaba
las palabras del Capitán Estrada, el piloto de mi vuelo, que decía que
volábamos a catorce mil pies de altura. Inmediatamente mi mente inquieta pensó
en que tanta altura sería eso. Pero luego pensé que no tenía caso pensar en eso,
porque todo depende del número que calcen los que aportan los pies para medir
esas alturas. Sonreí por la malicia de mi ocurrencia y mejor recargué con
suavidad mi cabeza sobre el hombro de mi esposa y me dispuse a dormitar un poco.
Aún faltaba algo de tiempo para aterrizar en el aeropuerto internacional de la
Ciudad de México.
Iniciaban
al fin las ansiadas vacaciones. No se sí justas, no se sí merecidas, pero eso
sí muy necesarias. Quizá el trabajo de nosotros, quienes trabajamos en áreas
administrativas, no sea tan exhaustivo como el de un minero o un campesino,
pero yo al menos me siento tan fatigado, con tanto cansancio mental que el
estrés burbujea en mi cabeza y en mis músculos como el café en una olla de
barro.
Conforme
me alejaba de mi terruño intentaba olvidarme de algunos asuntos que se quedaron
por allá. Considero que de vez en vez es muy prudente tomar una sana distancia
de las cosas y de los casos. No es de ninguna manera el olvido total o el
desapego voluntario sino la distancia terapéutica, el descanso por prescripción
y el deseo de estar en mejores condiciones para seguir trabajando, para seguir
sirviendo con nuevos ánimos y renovados bríos.
Esa es
la actitud, el estado de ánimo que quiero desplegar. Descansar, divertirme y
relajarme. Sin embargo, debo reconocer que no es posible dejar momentáneamente todo
de lado. En la primera etapa del viaje, nos atrapó en el camino una lluvia
torrencial que me recordó de inmediato los lamentables sucesos en algunas
colonias de La Cantera en Tepic. La noticia de que tendríamos más lluvias en
estos días en nuestra ciudad, trajo a mi mente el sufrimiento de las familias
que perdieron todo su patrimonio familiar, y no pude evitar un nudo en la
garganta. No sólo por la compasión que
ello me inspira sino también por el coraje que me provoca pensar en uno de los
factores que originaron tales desastres: La corrupción.
No se
puede soslayar en estas catástrofes que el factor corrupción vuelve a brotar
como lo hacen las aguas negras en los drenajes colapsados. Yo no sé cómo los
delincuentes de cuello blanco le pueden apostar a que no serán descubiertas las
estafas en sus obras, si está demostrado históricamente que son las lluvias, pese
a su magia y su bondad, las que desnudan y exhiben las deficiencias de las grandes
obras. Sin duda que hay otros factores que inciden en estas inundaciones, pero
son de menor importancia, como la falta de mantenimiento de la infraestructura
pluvial y el arrojar basura en lugares inadecuados, por parte de la ciudadanía.
Ya
estoy harto de hablar de la corrupción y la impunidad, ese binomio infernal que
nos sigue ahogando en un mar de tristeza y decepción. Ese círculo vicioso,
formado por estos dos elementos, es el sello, el distintivo de nuestros
tiempos. Y digo que estoy harto de hablar de ello, no porque ya no quiera
hacerlo, o porque quiera dejar de combatirlas sino porque me gustaría poder
hablar ya de acciones verdaderas en su contra.
Me
gustaría poder anunciar en mis líneas el advenimiento de una nueva era para los
mexicanos. Un nuevo país en el que la justicia social resplandeciera como un
cálido sol que acaricia la piel pero sobre todo el alma. Un país en el que se
castigue de verdad a quienes han lucrado con la pobreza y la ignorancia del
pueblo. Un país donde se encarcele a los políticos ladrones y se les obligue a
devolver al erario sus fortunas mal habidas. Un país en el que se respete la
vida, los valores y la libertad. Un país de oportunidades, sin pobreza extrema,
con empleos dignos y bien remunerados. Un país en el que se respete a los
trabajadores, a los maestros, a los artistas, a los niños, a los científicos y a
las mujeres.
El
sonido de una alarma me despierta de pronto. El capitán del avión nos avisa que
estamos a punto de aterrizar. Mi esposa cierra la mesita de servicio y yo
guardo la revista que he leído unas veinte veces. Ajustamos los cinturones y
nos aprestamos a bajar en la lluviosa ciudad de los tlacoyos y los tacos de
suadero. Ahora si podemos decir que damos inicio a la aventura de las
vacaciones.
Saliendo
del aeropuerto me doy cuenta que nada ha cambiado en el DF, excepto su nombre ya que hoy es la flamante Ciudad de
México (CDMX). Todo sigue siendo un caos. La incalculable fila de coches que
desfilan por la avenida en que se ubican las instalaciones aeroportuarias, semeja
un inmenso enjambre de luciérnagas que se persiguen infinitamente. Cada cosa
que realizas en esta metrópoli es una auténtica aventura. Pero tiene mención
especial el circular entre esa inmensa maraña de vehículos y no se diga si eres
tú el que conduce.
Como
viajeros siempre es preocupante tomar el taxi adecuado hacia tu destino. Existe
mucha inseguridad en este rubro lo cual hace más peligroso tomar una decisión
equivocada. Afortunadamente existe una nueva opción para cubrir esta necesidad,
el famoso servicio denominado UBER. Es un servicio de transporte privado que se
realiza a través de una aplicación, es decir un programa de cómputo, que pone
en contacto a los usuarios con los conductores. Se paga de manera electrónica y
el vehículo que te recoge, (bueno, que pasa por ti) es el que se encuentra más
cercano a tu ubicación, lo cual hace muy ágil el procedimiento. Por cierto que
los vehículos de servicio UBER en que he viajado son de modelos recientes por
no decir que son nuevos.
En fin,
apenas voy arrancando estas aventuras en la capital de todos los mexicanos.
Estoy cierto que es riesgoso deambular por estas calles de Dios (o del diablo,
según te vaya) pero nada de eso me preocupa. Ya anduve entre el tráfico vehicular,
ya comí tacos de suadero en una populosa esquina de Ciudad Netzahualcóyotl (la
famosa Neza York) y lo que falta por hacer. ¡Sí señor!
Y no es
que sea muy valiente o temerario, sino que ya estoy acostumbrado a los peligros
latentes y a los ataques despiadados y maquiavélicos. Ya tengo por lo menos
cinco años de experiencia en esos menesteres. ¿O qué acaso ya se olvidaron que
vivo en Nayarit?
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.