JOSÉ MANUEL ELIZONDO CUEVAS / Periodismo Nayarita
"Pepito el de los cuentos"
La
maestra Elba estaba muy enojada con el más desobediente, grosero, mentiroso e
impertinente de sus alumnos. El clásico niño “destrampado”, “desmadroso”,
hipócrita, taimado, lisonjero, mentiroso y.. .uf, permítanme un poco de tiempo
para seguir con el currículum de este pueril espécimen que tiene una fama
impresionante.
Ya, ya
descansé. Seguiría con esta presentación, y créanme que lo haría con todo gusto,
si no fuera porque tengo que asumir la responsabilidad de dejar las cosas muy
claras, tan claras como el lector lo merece.
Sería
difícil pensar que alguien no conociera las andanzas de “Pepito”. Sí, Pepito,
el de los cuentos. Creo que es un personaje que se conoce en todo el mundo,
sobre todo en los lugares y ámbitos donde el cotorreo, el albur y el chiste son
el pan de cada día. Es evidente que hablo de “Vulgaria”, un importante país de
“Europa Occipital”, porque aquí en Latinoamérica sería casi imposible que
pasara algo así, mucho menos en México.
En este
preciso instante recuerdo que tengo un tema que tratar y poner a la distinguida
consideración de mis lectores. Es cuando necesito volver a ese difícil punto
donde convergen la penosa necesidad de tocar base en la realidad, sin dejar de
lado la fascinante sensación de envolverme en el sutil, abstracto y fascinante
mundo de la imaginación. Gran dificultad, punto cercano a lo imposible. Es
difícil separar a dos vecinas que han vivido siempre una al lado de la otra.
Cada vez estoy más convencido de lo que siempre he comentado a través de estas
modestas opiniones. No tendría sentido hablar de cosas meramente técnicas,
científicas, puras, lineales, directas, sin tocar el punto de convergencia en
el que se abrazan amistosamente el rigor de la ciencia con la espontaneidad y
la magia de lo fortuito y lo cotidiano. (Si no te regresas y lees este último
párrafo de manera pausada y acuciosa, pensaré de ti que no te gusta
reflexionar). Ups, creo que desahogué mi espíritu de filósofo frustrado.
Pero,
aunque es difícil afrontar la dureza diaria de una realidad adversa, grosera y humillante,
siempre he estado cierto que la única forma de acabar con una pesadilla, es
despertar y permanecer con los ojos abiertos. Esto último no es fácil, está más
que demostrado. En cualquier escenario en el que se aplique esta máxima siempre
el resultado será contundente.
Creo
que me estoy poniendo más serio de lo que habitualmente soy. Conste que me
refiero estrictamente a lo que soy en este mundo, el mágico mundo de la
comunicación. La seriedad de un escritor, periodista o comunicador, nada tiene que
ver con el estilo de expresarse sino que se sustenta en la veracidad de lo que
dice. Es ciertamente complicado luchar contra lo establecido, contra lo
predominante, pero tampoco importa en demasía el resultado sino la intención,
el hecho, el esfuerzo que se realiza.
A veces
me entusiasmo mucho pensando en la gran posibilidad de establecer el contacto
con mis lectores. Es tanta la emoción que a veces se pierde la pista. Pero como
se trata de un artículo, pues tarde que temprano debes regresar al punto que
nos trajo a este encuentro. En esta ocasión creo que dejé poco espacio para
comentar el asunto que motivó esta reflexión.
La
maestra de primaria, cuyo nombre apenas recuerdo, a pesar que lo acabo de
inventar al inicio de este intento de relato, le dice al oído de Pepito, finísimo
niño, el famoso niño de los cuentos, chistes, albureadas y demás. ¿Te das
cuenta de lo que pasa? ¿Puedes percibir el daño terrible que eres capaz de causar?
¿Estás consciente de que estás actuando muy mal? ¿Puedes valorar el daño que
podrías ocasionar a miles de familias si llegaras a ser Secretario General de
Gobierno, por ejemplo? El menso y testarudo niño no contestó, motivo por el
cual la maestra continuó con el proceso.
- Mira Pepito, el hecho
de que a ti te hayan hecho “bullying” en tu casa, en tu escuela, en el cine, en
la granja, en el rancho, en la plazuela, en el zaguán, en el río, en el coche,
en la casa de tu tío, en el sillón del sicólogo, en el barrio, en el vientre,
en… ya, ya, vamos a dejarlo así. Dondequiera que te hayan traumado, no quiere
decir que debas tomarlo tan a pecho y vengarte de las gentes que te rodean. Ya
olvida tus frustraciones y ambiciones, intenta superar tus traumas.
- ¡Pero maestra! Dijo
el niño sentado al lado de Pepito.
- ¡Cállate baboso! Ay,
perdón Betito, te confundí con Pepito. Bueno, perdón Betito, tu eres otra cosa,
siempre tan distraído, tan fino y tan amigo del rojizo, ese niño cabeza de
cerillo.
- Sí maestra, será
cerillo pero, ¡De los mejores de Walmart!
- Hum, sí nada más me
imagino cuando se enciende. Bueno ya, ya, no quiero saber nada de nada.
El
tiempo pasa inexorable. La esperanza de los días lejanos están casi en la bolsa
delantera de la camisa de los que sueñan con ganas, aunque exista la posible contraparte
de que algún inexperto, mediocre, mentiroso y sobre todo desleal elemento se
cuele a las ligas mayores y ataque a las fuerzas básicas.
De
pronto viene una rara y estúpida situación. Un carro que viaja a través de los
años. Dinosauros que se convierten en burros, caballos que llegan a raudales y
se acomodan en ranchos "semidesconocidos", ignorados por el sujeto activo de los
impuestos de la nación y puntualmente pagados por el sujeto pasivo de los
mismos, raro asunto. Y para finalizar, el cansancio, los pendientes y los
etcéteras empiezan a cobrar la factura. Se le acaba la imaginación al escritor
y tiene que decir las cosas, como los telegramas de los años setentas. Mensajes
parcos, simples, directos. Más aún, condicionados por el costo definido por el
número de palabras que te atrevías a poner en aquel emblemático papel que te
daba la oficina de telégrafos. Todo era simple: “Todos contentos, manden
quinientos” ese era el mensaje perfecto, corto, preciso, conciso, barato. ¡Ah,
cuántas veces los envié a mis atribulados padres! Qué tiempos difíciles
aquellos cuando andaba conquistando la “Gran Chilangolandia”.
Algo raro
sucede en mi mente, como si me despertara de una pesadilla, aquel niño regañado
por su maestra de primaria, aquel Pepito el de los cuentos, lo veía ahora como secretario de gobierno, de una
entidad federativa empobrecida, dando una entrevista de radio a un tipo de
rostro siniestro y antifaz negro como el
de los “chicos malos”. Ambos se daban un auténtico festín, difamando a la clase
trabajadora y su dirigencia, diciendo mentiras a diestra y siniestra,
calumniando sin reservas, con cinismo, tratando de engañar a un pueblo que está
ya hasta el gorro de ellos y de su nefasta administración. En fin, vaya que
salió bueno para los cuentos el tal Pepito. Pero, todos los cuentos tienen su
moraleja, así que ya llegará el momento en que tenga que pagar el precio de su alevosía.
Al final de cuentas y cuentos esto sólo es una pesadilla que tendrá que pasar.
RECIBAN
UN SALUDO AFECTUOSO.- LOS ESPERO LA PRÓXIMA SEMANA - COMENTARIOS Y SUGERENCIAS AL CORREO: elizondojm@hotmail.com .- MIEMBRO ACTIVO FRECONAY, A.C.